Tlanahuatil – panoloani. Aviso que se transmite

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La revolución iniciada en 1910 vio irrumpir a campesinos e indígenas que recrearon y recuperaron sus modos de vida y reclamaron – como aún lo siguen haciendo -un lugar en el proyecto nación que los excluía. Las armas fueron el recurso que tomaron los pueblos y comunidades para enfrentar a los caciques regionales y el gobierno de Porfirio Díaz. De distintas latitudes diversos sectores sociales se lanzaron a luchar por justicia, democracia y la refundación de un nuevo país.

En el sur de México, durante el siglo XIX, sucedieron revueltas y rebeliones indígenas. Fueron antecedentes de un movimiento más amplio que se expresó en la revolución mexicana. La lucha de las comunidades fue respaldada por los liberales, posteriormente se aliaron al maderismo y luego al zapatismo que, como movimiento rebelde, se extendió a zonas con marcada presencia indígena y campesina.

El Ejercito Libertador del Sur, al mando de Emiliano Zapata, tuvo un amplio respaldo en Morelos, Guerrero, Oaxaca, Estado de México, Veracruz, Tlaxcala y diversos lugares. Las armas y la coherencia política en sus postulados fueron las banderas que dieron lugar a que las comunidades los respaldaran. La tierra, los agravios históricos y los abusos del poder en turno fueron algunas de las causar profundas de esta guerra del pueblo en contra del dictador Díaz. La presencia de contingente indígenas y campesinos obligó a Zapata a buscar las maneras de comunicación más eficaces. El lenguaje de Zapata en sus comunicados y manifiestos era directo, airado, digno y rebelde. Era el discurso emanado de la opresión y los agravios históricos en contra de los pueblos. Era la palabra contra el poder.

Eso obligo a Emiliano Zapata a buscar maneras de comunicarse con los pueblos indígenas. De ahí la importancia que este dio a la lengua en sus comunicados, entre los cuales se encuentran los manifiestos en náhuatl emitidos el 27 de abril de 1918, desde el Cuartel General Zapatista establecido en Tlaltizapán, Morelos.

El primero iba dirigido a “los jefes y soldados de la División Arenas” que comandaba el General Domingo Arenas quien luchaba por restituciones agrarias en Tlaxcala. Zapata y Arenas establecieron una alianza política y militar que duro de noviembre de 1914 hasta finales de 1916. Después Domingo Arenas se alió a Venustiano Carranza quien le había ofrecido la restitución de tierras. Arenas murió en 1917 si ver cumplido su ideal y el mando lo asumió su hermano Cirilo Arenas. Este al sentirse traicionado por Carranza, por la falta de respuestas a sus peticiones de reforma agraria, rompió definitivamente con él. Emiliano Zapata, atento a ese suceso, emitió dos manifiestos para convocar a la unidad de sus fuerzas y luchar juntos en contra de Carranza. El contenido del manifiesto señala:

“Nosotros que sólo deseamos el triunfo de los principios y la unión de todos los revolucionarios bajo la misma bandera, a fin de formar un núcleo invencible contra la reacción y sus hipócritas imitadores, los personalistas del carrancismo. Nosotros que de corazón sabemos olvidar las antiguas diferencias, invitamos a todos y cada uno de ustedes para que se alisten bajo nuestras banderas, que son las del pueblo y con nosotros trabajen la obra de la unificación revolucionaria, que es hoy por hoy el más grande de los deberes ante la patria.”

El segundo manifiesto, denominado en lengua náhuatl “Tlanahuatil – Panoloani, Aviso que se transmite”. Estaba dirigido a los habitantes de pueblos indígenas de la zona donde la División Arenas operaba y era una invitación para sumarse a la lucha juntos. Zapata dijo:

“Esos pueblos que se mantienen erguidos contra hacendados y caciques, esos que perseveran en su gallarda actitud contra sus enemigos seculares, merecen nuestro aplauso, son dignos, dignísimos de nuestra bienvenida, hoy que vuelven a rebelarse contra el gobierno falso y artero, que un tiempo los tuvo engañados; hoy que vuelven llenos de bríos y entusiasmo, a reforzar las huestes de la revolución.”

Los documentos muestran a Emiliano Zapata encarnando los ideales de las comunidades que luchaban por la tierra usurpada por los terratenientes. Se identifica con los indígenas en su propia lengua, el náhuatl. En los manifiestos se percibe la traducción al náhuatl de palabras y conceptos profundos; la invitación a la lucha armada y la explicación de ideas centrales del movimiento. Términos como patria se traducen como “madrecita tierra”, la incitación a la rebelión como “volver el rostro al otro”, la unión revolucionaria como “la unidad de todos los corazones de quienes batallan”, entre otros planteamientos centrales. En los manifiestos se dejaba en claro que lo esencial del movimiento eran las reivindicaciones agrarias. Por medio de los manifiestos la lengua indígena se convirtió en vehículo de transmisión de los ideales y postulados zapatistas. Otros dirigentes sociales, en distintas etapas y momentos históricos, ha recurrido a las lenguas indígenas para dar a conocer sus planteamientos e idearios políticos.

Los manifiestos en náhuatl de Zapata son una lectura obligada para el análisis de los movimientos indígenas contemporáneos que recurren a sus lenguas maternas para exigir sus demandas y conceptos como: uno somos todos, para todos todo nada para nosotros, nosotros los más pequeños, los sin voz los sin rostro, mandar obedeciendo, Nunca más un México sin nosotros y otras palabras que encierran las demandas de autonomía y respeto a la cultura, el territorio, la lengua e identidad de los pueblos originarios de México.


*León-Portilla Miguel. Los manifiestos en náhuatl de Emiliano Zapata. UNAM – IIH, Gobierno del Estado de Morelos, México, 1996.

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