Foto: Tlachinollan
Los territorios indígenas y campesinos son históricamente amenazados por múltiples intereses económicos; de mineras, talamontes, partidos políticos, inmobiliarias y, actualmente, de grupos del crimen organizado que actúan en conjunto con estos intereses.
En los últimos meses se han incrementado las desapariciones forzadas, asesinatos, desplazamientos de comunidades y amenazas a los pobladores que defienden sus territorios en distintas entidades de México, como Michoacán, Chiapas y Puebla. Y el estado de Guerrero no ha sido la excepción.
En entrevista, Abel Barrera Hernández, del Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan, explica a Desinformémonos qué es lo que se vive en La Montaña y Costa Chica de Guerrero, así como a qué se enfrentan las comunidades indígenas de esta región.
El defensor de derechos humanos explica: “Realmente lo que vemos en Guerrero, en La Montaña y Costa Chica, es que se está tratando de vulnerar la organización comunitaria, a los pueblos en medio de sus grandes problemas de pobreza y de abandono, de sus derechos básicos. Falta de maestros, falta de médicos, faltan de medicinas”, y muchos etcéteras, en términos de necesidades básicas.
Las Asambleas Comunitarias funcionan, reconoce el activista de Guerrero, porque “la comunidad mantiene sus mecanismos de cuidado y protección. Esto es parte de lo que prevalece en muchas comunidades, pero obviamente no en todas, porque unas están muy fragmentadas. Pero en general, cuando hay asuntos que atentan contra la seguridad y en contra el territorio, la gente reacciona y se organiza”.
Lo que sucede en estas regiones, añade Barrera, es que “se está dejando entrar a los grupos de la delincuencia organizada. Ellos son los que están haciendo el trabajo sucio, son a los que se les está permitiendo asentarse en estos territorios”, responde contundentemente.
“El estado de Guerrero en general está copado de grupos de la delincuencia, no hay municipio ni región donde no haya un jefe de plaza. Y así si vamos municipio por municipio, y donde no hay un jefe hay dos o tres, como pasa en Acapulco, en Taxco, Chilpancingo, Zihuatanejo. No hay un control de parte de un grupo de la delincuencia, vamos a ver disputas y acciones muy violentas de parte del crimen organizado”, añade el defensor.
Barrera explica que estos grupos ingresan en las comunidades y entonces se convierten “en una punta de lanza para vulnerar y para golpear y debilitar los procesos de resistencia aquí en Guerrero, pues buscan socavar la organización comunitaria y a los a los movimientos sociales, y quieren acabar con los luchadores sociales. Eso, lamenta, “está costando mucha sangre en Guerrero”.
Sin embargo, y pese a todo, reflexiona: “el pensamiento comunitario, la tierra comunitaria, el agua de todos, el bosque de todos, la lluvia de todos, no se comprende sin la resistencia, esta fuerza de acero, de los hombres y mujeres de La Montaña y Costa Chica, sin ese caparazón de la comunidad. Eso es lo que les permite enfrentar la adversidad, les ha inyectado de valor porque también son hombres y mujeres decididos a dar la batalla contra los caciques, contra los usureros, contra los que los engañan y explotan, contra los partidos políticos que los dividen, contra el crimen organizado, contra las empresas mineras, las empresas madereras, todos estos personajes y actores, que han tratado de saquear y de exprimir, de explotar. Eso es lo grandioso y maravilloso de esta montaña, una montaña encantadora por su cultura y resistencia”, abunda.
Crónica de una ejecución en La Montaña
En los últimos meses y con mayor presencia, es evidente en medios informativos lo que está pasando en La Montaña, antes y después de la elección presidencial en los territorios indígenas.
Abel Barrera, director de una de las organizaciones más importantes de La Montaña y Costa Chica, nos cuenta a manera de crónica de un asesinato ejercido por elementos del crimen organizado contra actores sociales y políticos de esta zona de Guerrero. Con sus palabras, dice:
En esta semana sucedieron hechos violentos que preocupan, el que más causó impacto fue el asesinato del presidente municipal de Malinaltepec, Acacio Flores Guerrero, hace aproximadamente veinte días en una comunidad de La Montaña.
Él se dirigía a la colonia Guadalupe, anexo de la comunidad indígena Ñuu savi de Alacatlazala, a donde fue a inaugurar obras públicas. En estas tierras ha habido una rivalidad histórica por un conflicto agrario, y la disputa por tres mil hectáreas de bosque. Es un problema agrario que en este sexenio no se atendió en su justa dimensión. No hubo realmente una intervención por parte de la Procuraduría Agraria, una presencia significativa para atender estos problemas.
Existió omisión también del “programa” de la Procuraduría Agraria que se llamaba de “focos amarillos o rojos”, que es un programa compensatorio para poder llegar a un arreglo entre las partes en las que a la peticionaria se le compensaba con algún recurso económico. Tampoco eso ya se dio entonces quedó en suspenso. En general, estos conflictos no se han atendido adecuadamente y esto ha traído en consecuencia confrontación entre comunidades.
El día que asesinan al presidente municipal de Malinaltepec, Acacio Flores, fue a la comunidad de la colonia Guadalupe, para entregar una calle pavimentada. Allí lo esperaba una delegación de personas, no muchas, no se sorprendió mucho, pero sí era de preocupación ver que en el grupo que lo esperaba había gente encapuchada y con armas largas.
Entonces la persona que lo recibió le preguntó que quién era él. Él dijo que era el presidente municipal de Malinaltepec, y le contestaron “a usted lo estamos esperando pase allá”. Este grupo de personales le dio la orden de entrar, y él para no conflictuar obedeció, sin imaginar que era una trampa. Al interior de la delegación o anexo también estaba gente armada y encapuchada, al entrar a la habitación lo empezaron a golpear. Su equipo de avanzada para hacer los preparativos ya estaba sometido, amarrados de las manos y golpeados en las habitaciones vecinas, ellos lograron escuchar cuando llegó el presidente municipal y lo golpearon.
En medio de la golpiza se escuchó un balazo, afuera la población estaba asustada por ver gente encapuchada, se escondieron en sus casas. Después del balazo, relatan los testigos que estaban retenidos, que los sacaron y les dijeron apuntando con las armas “lárguense, y no los queremos ver por aquí”. Ellos se intimidaron y salieron corriendo, uno de ellos logró ver de reojo al presidente boca abajo.
Los que estuvieron ahí nunca se imaginaron que al presidente municipal lo habían ejecutado de balazo en la cabeza, algunos pensaron que era sólo para intimidar y causar miedo, negociar o una acción de presión para la obra pública.
Después de ello, se pidió la intervención de las autoridades regionales, pero ya era muy tarde y no pudieron hablar con alguna autoridad. El pueblo sabía lo que había pasado, estaba escondido.
Autoridades del municipio de Malinaltepec vinieron con nosotros para que pudiéramos ayudar. Nos comunicamos con autoridades del estado, pero las noticias no eran halagadoras, porque el Comisario de Bienes Comunales nos decía que al presidente si lo habían matado. Nos comunicamos con el gobierno del estado de Guerrero para pedir su presencia de manera urgente y que estuviera al tanto de la gravedad de la situación.
Al otro día fuimos a la comunidad para saber qué había pasado, pero no había nadie y estaba cerrado todo. Al mismo tiempo nos dijeron que fuéramos sobre la carretera, que estaba una camioneta.
Se realizó un operativo con Guardia Nacional, Secretaría de la Defensa Nacional y la policía estatal, se realizó un convoy. Llegando al lugar, resultó que era la camioneta del Ayuntamiento y al interior se encontraba el cuerpo del presidente municipal, se hizo el levantamiento.
Esta situación generó una indignación muy grande en la población de Malinaltepec, fue una ofensa y un cobarde asesinato, pues él se encontraba en un contexto de entregar obras públicas.
La violencia y la impunidad de grupos armados en la Montaña de Guerrero
El asesinato de varios actores sociales y políticos muestra que el contexto está impregnado de impunidad y violencia, y que los grupos armados se comienzan a multiplicar en comunidades indígenas eb Guerrero, Chiapas, Oaxaca y Puebla, explica Abel Barrera.
Son grupos armados que abiertamente controlan regiones y que actúan con mayor impunidad. Barrera relata que también existe una ausencia de las autoridades y que cuando actúan “lo realizan descoordinadamente. Muchos de estos grupos se están enquistando en los gobiernos municipales y controlando la policía municipal, y son ellos los que ponen el supuesto orden en las comunidades”. Son estos actores, acusa el activista, “los que dirimen conflictos y no autoridades civiles, y por ellos son brutales”.
En el estado de Guerrero, acentúa Barrera Hernández, “ya no hay costos, nadie se siente seguro, el clima de impunidad es normal”. Lo mismo pasa en Acapulco o Chilpancingo, en las zonas turísticas que antes se cuidaban mucho, pero ahí también perdieron el control las autoridades. Las regiones indígenas “están incivilizadas por la violencia, como el asesinato del presidente municipal, o bien el asesinato de un ingeniero que estaba realizando una obra en el municipio de Metlatonoc”, resalta.
Otro ejemplo de la violencia en La Montaña y Costa Chica es el asesinato de León Felipe Flores, consejero de la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias – Policía Comunitaria, en San Luis Acatlán, en la misma semana del asesinato del presidente municipal de Malinaltepec.
Haces cinco meses ejecutaron al ex presidente municipal de Atlixtac, con su esposa, que quería lanzarse de candidata a presidenta. “Ahí existe un juego de intereses, y asesinaron a los dos, y han sido más bien los grupos de la delincuencia”, señala el defensor, que añade que en Zapotitlán de las Tablas es peligroso, Copanatoyac es peligrosa, y que en Acatepec existen varios feminicidios.
“Existe un contexto de violencia de gente que está actuando en esos territorios y que no hay autoridad que esté por encima de estos grupos de la delincuencia, e incluso algunos están vinculados a autoridades municipales”, denuncia Barrera Hernández.
La resistencia y sus organizaciones
Son décadas de desigualdad estructural que se ha vivido en la región de La Montaña y Costa Chica, pues al rezago, la pobreza y la marginación, ahora se suma esta violencia de parte de grupos de la delincuencia organizada, de proyectos mineros y la amenaza de que estas mineras transnacionales entren a los territorios de los pueblos, coludidos con los gobiernos locales.
Las concesiones mineras se encuentran en muncipios como Malinaltepec, Acatepec y San Luis Acatlán, sin embargo, no son las únicas en La Montaña y Costa Chica. Ante esta situación, relata Abel Barrera, existe un fuerte movimiento de pueblos contra la entrada de las empresas mineras. Son comunidades que “se han declarado en sus estatutos comunales, y también en su forma de organización, como territorios libres de minería”.
Por ejemplo, existe la Coordinadora del Consejo Regional de Autoridades Comunitarias en la Defensa del Territorio, (CRADETT), donde se agrupan Comisariados de Bienes Comunales, reúne a las autoridades agrarias con sus consejos de vigilancia. Participan más de veinte núcleos agrarios y normalmente se reúnen cada uno o dos meses para analizar cómo está la situación de sus núcleos agrarios, los riesgos, las amenazas y los actores que tratan de agrietar la lucha de los pueblos, de fragmentarlos.
En la comunidad de San Miguel del Progreso (Júba Wajiín), integrantes del CRADETT “ganaron amparos contra empresas mineras, que les dieron el reconocimiento como titulares de derechos y también como un pueblo indígena. Fue un logro que sirvió para impulsar una organización de base”, recalca Barrera, quien destaca que “ahora son los pueblos los que están con sus autoridades monitoreando la entrada de agentes externos ajenos a sus comunidades”.
En medios de los bastos kilómetros donde se encuentra la CRADETT y la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias- Policía Comunitaria, con sus 29 años de experiencia, hace algunos meses nació un nuevo aparato comunitario en la comunidad de Tilapa, en el municipio de Malinaltepec: el Sistema de Justicia Seguridad de Resguardo Territorial Indígena (SERTI).
“Es la otra justicia la Justicia de las Comunidades Indígenas, una justicia gratuita, expedita, multilingüe y que además está en un nivel de horizontalidad a la hora de aplicarla y operar los diferentes mecanismos para proteger los derechos de la población. Existe la CRAC-PC y también ahora ya hay una guardia comunitaria”, puntualiza el también antropólogo Abel Barrera.
En este análisis sobre la violencia las comunidades y sus autoridades agrarias detectaron los impactos en el clima de convivencia comunitaria y sobre todo de la niñez y a la juventud de La Montaña, pues por ejemplo, “son las autoridades quienes, a través de algunos vendedores de muebles y otro tipo de ventas, están vendiendo el cristal y el fentanilo, por lo que ha incrementado la muerte y suicidios entre jóvenes”.
La Guardia Comunitaria en la comunidad de Tilapa, que forma parte del Sistema de Justicia Seguridad de Resguardo Territorial Indígena, está expresamente formada para realizar operativos que detengan la entrada de estas sustancias que dañan la salud de los niños y jóvenes de La Montaña. Lo que estamos viendo, expone el activista, “es entonces una reacción de las comunidades, una protección, una defensa de su territorio y de la vida comunitaria. Eso es muy importante ahora para poner claves y poder entender el acuerpamiento de estos pueblos”.
Abel Barrera Hernández también recuerda cuando ejecutaron al defensor comunitario Arnulfo Cerón Soriano, de la organización Frente Popular de la Montaña y del Movimiento por la Libertad de los Presos Políticos, en Tlapa, en el año 2019. A Arnulfo Cerón Soriano, dijo, “ya lo traían en jaque, porque ya había hecho varios bloqueos en las entradas de Tlapa, exigiendo a la autoridad municipal que transparentara los recursos y otorgara presupuesto que se había autorizado para su organización”, menciona Abel. “Eran motivos políticos y económicos frente al Ayuntamiento, pero lo ejecutó un grupo de la delincuencia organizada”, explica.
Arnulfo primero fue desparecido y después enterrado en terrenos lotificados, donde una máquina rascó más de tres metros dentro para sepultarlo. Se aprisionó la tierra y quedó trazada una calle. “Nunca íbamos a dar con Arnulfo”, refiere.
“Con la presión nacional e internacional logramos saber de su desaparición, costó mucho trabajo, pero al final lo encontramos. El crimen organizado está muy bien compactado en términos de sus acciones criminales, muy bien vinculado con las autoridades y empresarios, tanto como para usar una máquina para enterrar un cuerpo de un defensor. Esto habla del tamaño de la organización, de la criminalidad y de la persistencia de la impunidad”, concluye Abel Barrera.
La mirada desde los pueblos indígenas
Este valor de la resistencia de Guerrero, entre múltiples y variadas formas de violencia, ha generado una agenda nacional, desde la Independencia a la Revolución. “Los hombres y mujeres de esta Montaña y de la Costa Chica nacieron en una tierra sagrada, y sus hijos e hijas son precisamente la esencia de cada pueblo, hijos e hijas del fuego, de la lluvia, del agua. Son culturas forjadas en esta riqueza natural y cultural; son hijos también de este relámpago, de la centella”, explica Barrera Hernández, de Tlachinollan.
Sus sabios y sabias son precisamente los hombres y mujeres de la palabra florida, también de la palabra de fuego, de la palabra comunitaria, y esa cosmovisión tiene que ver con el núcleo de su corazón comunitario: la Asamblea Comunitaria, ahí se forja la civilización de los pueblos.
Barrera explica que vienen de lejos, de lo alto de la montaña, donde está el cosmos que le da sentido a su vida porque ahí se encuentra el rayo con la nube, se encuentra el viento con el relámpago, se funde la nube con la lluvia, el viento que nutre a los pueblos y comunidades, por eso ello siempre estará en la cima de los cerros, como pasó desde antes de la conquista, para poder vigilar su territorio.
Se han colocado en regiones, en lugares estratégicos, porque desde ahí vigilan y también contemplan las fuerzas sagradas y desde esta cima es como luchan. “No fue gratuito que Vicente Guerrero se fue a la montaña y resistió allá en el cerro de La Purísima y esperó el momento para salir y vencer. El cerro fue la resistencia y allá en el cerro la comunidad le dio las campanas, para que fundiera el plomo que necesitaba”, añade el activista.
Barrera reconoce que las comunidades de La Montaña “siempre están acechados por enemigos. Pero las grandes enseñanzas vienen desde lejos, sus códices plasman esas batallas. Es toda una filosofía de lo que es la cultura comunitaria, de estos pueblos que resisten, que son realmente baluarte para lograr una nueva civilización, basada en lo que ellos han llamado la Asamblea, como el lugar donde está el pensamiento común y donde está la casa común”, finaliza.
A pesar del crimen organizado los pueblos siguen en resistencia, configurando su asamblea comunitaria y más atentos que nunca ante intervenciones externas que vulneran su libre determinación y su autonomía. Una apuesta contra un enemigo gigante.