Mi nombre es Pedro Hernández Verdejo. Tengo actualmente 20 años en el servicio a nivel telesecundaria. Soy maestro rural federalizado en la Sección 32 del SNTE Nacional (Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación). Trabajo en el sur de Veracruz en la zona de Los Tuxtlas, y de ahí soy originario.
Yo me uní al movimiento de resistencia a la reforma educativa porque, como estudiante de universidad, de una u otra forma me fui enterando de cómo están las propuestas con los compañeros maestros, con los propios catedráticos, y con los documentos; me abrieron un panorama distinto. Aparte, la situación política del país fue generando ese espacio.
Al incorporarme al movimiento, mi vida cambio de forma muy fuerte. Al final del mes de diciembre de 2013 me enfermé y retorné a la escuela así. Estoy en la escuela y me cuestiono: ¿que estoy haciendo acá?. Vengo al plantón y me digo, ¿qué estoy haciendo acá? Tendría que estar en la escuela. Ahorita tengo como tres meses de tarea de investigación que no he entregado en el doctorado, estoy súper atrasado. No sé cómo voy a resolverlo, pero tengo que hacerlo.
Estoy también en la coordinación de un nuevo modelo pedagógico para el estado de Veracruz. Va a ser muy bueno, y difícil, pero todos tenemos la idea de que debemos buscar la forma de transformar a ese Veracruz desde una postura pedagógica y cultural más amplia, con una filosofía más humanista, con una pedagógica crítica.
La educación, como una pequeña monarquía
Nosotros, como profesores de Veracruz, durante muchísimos años – y todavía – vivimos la represión de un grupo de individuos prácticamente ignorantes, pero represivos y políticamente fuertes.
En mi zona, tenemos un supervisor agresor y represor, a quien le encanta el dinero, la egolatría, y es el gato de un político. Ha sido presidente, diputado y no sé qué más. Tenemos como tres años con él ahí, y el sindicato lo protege aún con las pruebas que reunimos en su contra. De 170 personas en total, 110 o 120 lo acusamos. Como es tanta la protección del sindicato, vimos que la coyuntura política permitía decir: adiós sindicato, porque tú no estás haciendo lo que te corresponde.
Sí es cierto que el sindicato puede proteger a los compañeros, pero debe aprender a tener la razón. En la Sección 32 del sindicato está el gato del gato del gato, los cargamaletas, ocupando un espacio. En Veracruz decimos que son los cantantes de corridos. ¿Y por qué? Porque los corrieron por estafadores, por flojos, por lo que sea, el sindicato los absuelve y después de unos años ahí, tienen espacio político en el sindicato. Esos son los que nos dirigen. En mi zona escolar, las direcciones se le dieron a quien no tiene la capacidad teórica, de cultura, liderazgo, gestión y todo eso. Sigue el favoritismo.
La mayor parte de la gente que estamos en el movimiento nunca había faltado a la escuela, todo el tiempo estaba laborando, muchos están en niveles altos de carrera magisterial y otros tienen muy buen perfil académico. Y prácticamente todos nos quejamos exactamente de lo mismo.
En Veracruz, dentro de la educación se vive como una monarquía. Cada zona escolar es un feudo para un señor supervisor. Todos los sindicatos están controlados de la misma manera: todos le sirven al gobierno para las campañas políticas y posteriormente, todos se sirven de esos espacios. No hay un solo ayuntamiento del estado que no tenga integrado en sus filas, como ediles o consultores, a profesores salidos de la Sección 32 como pago del favoritismo. De 212 municipios, hay unos cien regidos por maestros, sobre todo del PRI (Partido Revolucionario Institucional); del resto de los partidos también hay. Cobran como servidores públicos y como maestros, y no hay algo que regule eso.
El modelo actual y el porqué de la disidencia a la reforma
La problemática que vemos en Veracruz sobre la reforma es que dicen que va a cambiar todo, que va a darle calidad a la educación, pero no es cierto. No cambian las figuras de dirección, sobre todo los directores y supervisores, que tienen hasta 40 años de servicio, y son las mismas prácticas.
¿Cómo va a ser posible que en algo tan medular como la educación, a estas alturas en que México presume de pertenecer al G20, tenga una dirigencia tan mediocre? Hablo de todos los aspectos: desde las partes de gobierno hasta las partes políticas. Se habla de una educación de calidad, pero es políticamente hablando nada más para taparle el ojo al macho.
La calidad tiene que estar en todo, no nada más en el buen comportamiento, sino que los contenidos de los libros tienen que estar muy amplios. La infraestructura también, y la visión de los propios programas, así como la metodología. El currículo también tiene que estar enfocado en eso.
La mayor parte de nuestro currículo está enfocado a que termine el chiquillo con cierta capacidad laboral, fabril, y que se pueda integrar a un puesto. No se hace para que cuestione, determine, tome acuerdos. No, se trata de que no haga nada más que eso, cuando lo que necesitamos en este México es otra situación.
Los libros de textos que tenemos, de historia o química, están totalmente vacíos. Te dan unos links a páginas de internet. Perfecto, pero ¿y dónde no tenemos internet? La única forma en mi escuela de consultarlo es que sales del salón, buscas la parte más alta, sacas el teléfono celular y pones la dirección. Si los chiquillos traen saldo, lo tienen que gastar consultando estas páginas.
Yo me preguntaba, mientras caminaba por todo Juárez para llegar acá al plantón, ¿qué sigue? Sí hay cansancio – en diciembre se dio mucho desgaste-, y actualmente estamos viviendo mucha represión. Pero entre más nos dan, más nos movilizamos. Somos más. Se hacen a un ladito los que no quieren estar, y los que sí queremos, aquí le seguimos.
De una u otra forma, la situación que se da en otros estados -como en Michoacán- es parte de un Estado fallido, de un país en plena crisis. Necesitamos como sociedad despertar. Aquí en el plantón ya cumplimos el año
¿Qué sigue? Mantener el plantón, porque entramos en el proceso de transformar la educación; los que sabemos de eso somos los maestros y queremos defenderla. Si logramos conjuntar en todos los estados un plan estratégico de transformación escolar, creo que no en tres años ni en cinco, pero sí en diez podemos cambiar totalmente lo que estamos viendo ahora.
06 de abril 2014