Desde hace ya 9 días que una de las comunidades rarámuri de la sierra Tarahumara, “clausuró” simbólicamente el aeropuerto Barrancas del Cobre que el gobierno del estado de Chihuahua construyó en Creel, municipio de Bocoyna, sin consultar previamente a la población originaria, como lo establece la legislación mexicana y la internacional que el país ha ratificado.
Desde el corte, Luis Pérez, vocero de la comunidad, relató a Desinformémonos que el plantón continuará hasta que las autoridades del estado no den una respuesta a la sentencia de un juicio de amparo, que los obligó a resarcir a la comunidad de la Sierra por los daños causados por el desembarco de la obra en medio de sus territorios.
Hasta el momento, según las propias palabras de la Comunidad Bosques San Elías Repechique, el gobierno ha estado “simulando” el cumplimiento de la sentencia de amparo que ordenó la reparación de los daños materiales e inmateriales causados con la construcción del aeropuerto. El juicio de amparo fue ganado por los comunitarios hace más de año y medio, el 27 de noviembre de 2014.
De los materiales a repararse se cuenta la destrucción de las veredas peatonales, el daño a los ojos de agua que la comunidad utiliza para consumo doméstico y animal, la destrucción del bosque y la remoción de miles de toneladas de tierras. Los inmateriales, explica Luis, “son imposibles de pagar”.
Por lo pronto, la comunidad entregó una propuesta al ejecutivo estatal en la que estimaron que el costo de la reparación material para toda la comunidad asciende a unos 93 millones de pesos, para la que esperaban, en el correr de la tarde de este jueves 21 y viernes 22, una respuesta.
“En las reuniones mantenidas con el gobierno del estado se han mostrado dispuestos a pagar los daños, ahora esperamos”, explicó.
Sin embargo, la construcción a prepo del aeropuerto ha significado un cambio total en la cultura del pueblo. “Lo inmaterial es imposible de pagar – insiste – la comunidad ha vivido mucho tiempo bajo sus formas tradicionales, sin manejar casi dinero, funcionando de otra manera. Con su propia forma de organización en la que la asamblea los elige. A veces puede ser un proceso de dos o tres meses. Este conflicto, que ya lleva un buen tiempo, es totalmente ajeno a la vida cotidiana de la comunidad. Hemos tenido que recurrir a las leyes nacionales e internacionales para que se respeten nuestros derechos como pueblo, pero también hemos recibido el apoyo de muchas organizaciones civiles de la zona.”
Activistas de la ciudad y de la sierra han cerrado filas en torno a la lucha de la comunidad Bosques San Elías Repechique, que se han acercado y han funcionado como observadores del proceso. No sólo, sino que también lo han hecho otras comunidades locales, así como parroquias de la sierra Tarahumara. No estar solos también los alienta a continuar en la pelea.
“Es un conflicto al que la comunidad ha sabido vivir, a pesar de venir de una cultura totalmente diferente. Sólo estando cerca a diario se puede entender lo que significa este proceso. Por lo pronto, lo único que esperamos es que el gobierno se haga cargo de los daños causados.”
Fotos: Comunarr
