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Stickeros urbanos, de las calles a las escuelas y galerías de arte

Universidad Iberoamericana

El sticker urbano es un arte seductor, tanto así que algunos museos han visto al grafiti como una opción para sus salas. “Algunos ya toman en consideración al Street-art,  pero lo quieren domesticar y amaestrar, y eso es algo que no debe ser porque quieren invitar a los artistas urbanos a sus áreas de exposición bajo ciertas reglas. Por ejemplo, no pintar desnudos ni hablar de política; cuando el graffiti y el sticker surgieron como una necesidad de huir de las opciones del mercado del arte y del orden establecido”, aseguró Flavio Montessoro,  licenciado gráfico y maestro en artes visuales, además de stickero desde hace cuatro años.

Del encuentro con el grafiti y el sticker urbano (grafiti contemporáneo impreso en estampas adheribles) muchos adolescentes encontraron su vocación profesional por estudiar una licenciatura en lugares como La Esmeralda, la Escuela de Diseño del Instituto Nacional de Bellas Artes o la Facultad de Arte y Diseño de la UNAM, comenta Montessoro que es académico de la Licenciatura en Diseño Gráfico de la Ibero Ciudad de México.

La apropiación del Espacio Público

Si bien la Ley de Convivencia Cívica de la Ciudad de México prohíbe colgar, poner, superponer, pegar, instalar o clavar artículos al mobiliario público urbano, en la calle la gente aparta con cubetas lugares de estacionamiento, los que sueldan mofles cuelgan en los árboles esculturas hechas con tubos de escape o los creyentes ponen altares a las vírgenes y santos que creen aparecieron milagrosamente; pero a los stickeros no se les permite apropiarse del espacio público continúa diciendo el maestro en artes visuales.

Los llamados stickeros, Street arteros o grafiteros, son jóvenes perseguidos por pegar su arte en lugares públicos de la ciudad (vagones y estaciones del Metro, parabuses, señales de tránsito, postes de luz, botes de basura, etcétera), contrario a los políticos “que sí tienen el derecho y permiso a inundarnos con su basura electoral; o las empresas publicitarias, que pueden montar espectaculares o vallas en diversos lugares”, criticó Montessoro.

Hay otros casos excepcionales de reconocimiento a la calidad de la obra de los artistas urbanos, como la de Watchbato, quien empezó manifestándose con esténciles (plantillas que se usan para dibujar rápido al trazar la imagen cuando se pinta sobre los huecos del esténcil), y dejó de hacer el Street-art que le gustaba para diseñar publicidad para una reconocida marca de ropa. “Valdría la pena hacer un estudio sobre qué sucede con estos personajes que se alejan de sus intereses estéticos propios para satisfacer las necesidades estéticas del mercado”.

El sticker urbano, de la voz interna a la denuncia social

El sticker urbano surgió a finales de los años 70 del siglo XX a consecuencia de que muchos grafiteros eran detenidos -y multados- por la policía cuando tardaban en hacer sus pintas. Los Street arteros encontraron como alternativa diseñar y plasmar sus grafitis en pegatinas del tamaño de la palma de una mano, que hacen usualmente en tirajes de cien, las cuales pegan muy rápido en la calle o en otros lugares antes difíciles de intervenir, como un elevador.

Al igual que el grafiti, el sticker urbano tiene como característica principal diseminar por toda la ciudad la firma del autor, su alter ego (el otro yo, distinto de la personalidad normal). Para destacar de los demás stickeros, se busca pegar el mayor número de estampas; pero si no se quiere atascar a la ciudad, se pueden dejar los stickers en un lugares muy concurridos, como la estación Hidalgo del Metro, donde por la afluencia de miles de personas lo verá una mayor cantidad de gente, aunque sólo esté un día, antes de ser retirado por el servicio de limpieza.

Los stickeros empiezan en este arte urbano en su mayoría cuando son niños y adolescentes de 10 a 15 años, que pegan sus estampas por diversión, y quienes por estar cursando la primaria o secundaria usualmente carecen de las habilidades y competencias para crear sus propios diseños; y por eso se apropian de las imágenes de Bob Esponja, Cantinflas, El Santo, Marilyn Monroe, entre otras.

Al estar en una edad de búsqueda de la propia identidad sienten la necesidad de ser vistos y escuchados por la sociedad, a la que hacen el llamado de yo existo, éste es mi nombre, quiero que se me reconozca. También requieren verse a sí mismos, reflejados en su obra, mientras caminan por la calle, de su casa a la escuela o al trabajo, y viceversa.

En México el sticker urbano tiene sus principales representantes, que según Montessoro son Acamonchi, Une y York. Acamonchi, originario de Ensenada, Baja California, se distingue por su ironía, que muestra en dos de los más famosos y clásicos de sus esténciles, uno con la cara de Luis Donaldo Colosio y la palabra Volveré, y otro de Raúl Velasco en el que dice Tontos.

Une proviene de la vieja guardia del grafiti. En sus stickers plasma un discurso de crítica social a la monotonía de los seres humanos controlados por la televisión, el gobierno o el trabajo; por eso en sus pegatinas aparece mucho un control remoto, el que dirige a la sociedad.

York, “el más ruco de los tres”, tiene como principal aporte que al trazar sus letras, y sin despegar el instrumento, genera un dibujo; sea un pececito, una abeja o un helicóptero. Él menciona que tiene como cien diseños diferentes, y en todos dice York.

Todos estos stickeros consagrados, así como quienes van surgiendo, encuentran en las colonias Roma y Condesa el mejor lugar para manifestar su arte urbano, al ser puntos de moda; por sus tiendas de diseñadores, los cafecitos, bares y restaurantes; y por la gran afluencia de gente –algunos de ellos intelectuales- que aprecia ese tipo de manifestaciones artísticas.

Stickers DF, un estudio académico

Flavio Montessoro Pérez es licenciado gráfico y maestro en artes visuales. Su posgrado lo cursó en la Facultad de Artes y Diseño de la Academia de San Carlos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Consciente de la necesidad de expresión que tienen todo tipo de artistas, está interesado en darle validez y reconocimiento a lo que hace la gente en la calle: “Porque no se necesita un título para poder expresarse. Entre la obra de grafiteros y stickeros hay diseños muy destacados de gente con mucha intuición y talento innato, a partir de las cuales desarrollan conceptos gráficos interesantes”.

Por tal motivo publicó el libro Stickers DF, que es su tesis de maestría, editada por la Dirección de Publicaciones de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México, en el que trata de destacar las obras más representativas (por su originalidad, forma y personajes creados) de los últimos diez años, de los principales artistas urbanos de la Ciudad de México, desde Coyoacán hasta Azcapotzalco, pasando por el Centro Histórico.

En el texto hace un reconocimiento al trabajo de stickeros como Acamonchi, Une, York Stash, Stuart y otros anónimos a los que nunca conoció, “porque mi función como investigador es mostrar su trabajo, a pesar de que yo no conozca a los autores”.

Flavio, quien desde el año 2012 pega estampas, ha sido invitado como stickero a montar exposiciones de arte urbano en el Museo de la Ciudad de México, Casa Vecina y Casa Galería. Asimismo, la delegación Iztapalapa lo invitó a vivir en una casa de la cultura durante un mes, tiempo en el cual junto con otros colegas grafiteros generó talleres de Street-art, además de plasmar sus obras en las paredes.

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foto: Universidad Iberoamericana

Universidad Iberoamericana /stickers

Texto y fotos de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México 

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