Hoy más que nunca los grandes problemas estructurales de México, del modelo político y económico imperante, muestran que “la sociedad requiere nuevas formas de organización y de ejercicio del poder, desde la solidaridad y la cooperación”, consideró la licenciada Dulce Cerecedo Beltrán, alumna distinguida de la Generación 2019 del Diplomado Acompañamiento a víctimas de violencias y catástrofes, impartido por la Dirección de Educación Continua (DEC) de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México.
Al hablar en nombre de sus compañeros(as) durante la clausura de las generaciones 2019 y 2020 del diplomado, Cerecedo dijo que son tiempos muy difíciles a nivel mundial y más aún para México, porque a los más de 83 mil desaparecidos(as) se suman las casi 170 mil personas fallecidas por la pandemia de COVID-19, que ha exacerbado las condiciones de pobreza, desempleo, orfandad, endeudamiento y violencia en contra de las mujeres y los niños y niñas.
Además, la mayoría de la población mexicana no tiene garantizado el derecho fundamental a la vida, “con un sistema de salud colapsado, un sistema de justicia paralizado e insuficiente, que no permite hacer valer el ejercicio de otros derechos”.
Cerecedo opinó que las instituciones están detenidas y la sociedad dividida entre el miedo al contagio de COVID-19 y la indiferencia ante las injusticias sufridas por miles de personas. Por ello, el Diplomado Acompañamiento a víctimas de violencias y catástrofes se inserta en un espacio de visibilización de la realidad nacional, al reflexionar sobre “una de las grandes tragedias que nos aquejan”; la violencia.
Este diplomado, que inicialmente representó para quienes lo cursaron una plataforma multidisciplinaria para adquirir conocimientos novedosos y alternos para su desarrollo profesional, en el camino fue más allá, al constituirse “en una herramienta personal que nos interpeló todo el tiempo, desde una posición ética sobre nuestros valores y la manera en cómo desarrollamos nuestro quehacer cotidiano en el acompañamiento que brindamos a las personas, colectivos y pueblos víctimas de violencias. Sin duda alguna, ahora somos mejores acompañantes, porque somos más solidarios, más humanos”.
Todo el tiempo el diplomado fue un espacio de diálogo y reflexión, que de ese modo permitió al alumnado lograr comprender las causas y contextos de las violencias y las estructuras que permiten su perduración. Además, les hizo conectar con el sufrimiento humano de personas reales, con nombre y apellido, que han perdido sus proyectos de vida y, pese a lo sucedido, se siguen enfrentando a una sociedad indiferente y a una autoridad indolente, incapaz e insensible al dolor humano.
La perspectiva psicosocial en la cual se basó el diplomado les permitió darse cuenta de los contextos políticos y culturales bajo los cuales ocurren las experiencias traumáticas de las víctimas y sus familiares, y también resaltó la fortaleza y los mecanismos de afrontamiento que surgen de las víctimas “para hacer frente a todo un sistema depredador. Hoy en día no podríamos tener ni entender la legislación amplia y diversa en materia de derechos humanos que permea en nuestros sistema jurídico sin el trabajo y movimiento político de las víctimas, colectivos y organizaciones. Ahora nos toca operarla y exigir su cumplimiento”.
Cerecedo dijo que en clases enfrentaron con gran pesar el hecho de que las siete letras de la palabra víctima representan más y más sufrimiento, impunidad y corrupción, falta de investigación, violaciones al debido proceso, ocultamiento de la verdad, desplazamiento, estigma social, criminalización, enfermedad y muerte. Pero a la vez, también representan mucha dignidad, empatía, compasión, ruptura del silencio, defensa de derechos, redes de apoyo, resiliencia, autocuidado y fuertes recursos de afrontamiento ante la adversidad.
Con fuerza, coraje y determinación, e incluso con todo su dolor, las personas que directa o indirectamente son víctimas de grandes violaciones en México “apuestan todos los días a la construcción de un mejor país para todos nosotros, aunque en el camino vayan recibiendo más y más sufrimiento ante la cadena de agravios recibida en un Estado con instituciones y estructuras sistémicas tan violentas”.
Ya que las atrocidades están siendo cometidas por humanos, Dulce Cerecedo mencionó que para emprender acciones colectivas más efectivas, las preguntas que se deben ir resolviendo son: ¿qué estamos haciendo como padres, hijos, pareja, amigos, ciudadanos, vecinos, empresarios y servidores públicos, para que la violencia en todas sus formas se siga normalizando y generalizando; cuáles son todos los privilegios con los que contamos que disminuyen los derechos de otros; qué papel estamos jugando diariamente para visibilizar las injusticias de las que somos testigos y también víctimas; realmente acompañamos desde la igualdad, la cooperación y la solidaridad?
Es así que entre los retos que dejó el diplomado están: mirar la resolución de los casos emblemáticos; dar voz de manera activa y comprometida a todos aquellos que siguen en el absoluto silencio y abandono, ante la precariedad y nulo ejercicio de sus derechos más elementales; y mirar nuevas formas de organización y participación ciudadana, como muestran desde hace mucho tiempo aquellas familias, colectivos y pueblos que cada día aportan un grano de arena a la reconstrucción del tejido social.
Acompañamiento a víctimas de violencias y catástrofes también dejó en el horizonte de sus egresadas(os) el repensar la manera en cómo son víctimas y victimarios, ya sea al generar la violencia o al aceptarla, normalizarla e invisibilizarla, “haciendo que la lucha contra el delito y la impunidad no sea real”, finalizó Cerecedo Beltrán.
Aprendimos a humanizar nuestras profesiones
La licenciada Claudia Selena Talamantes Carrillo, alumna distinguida de la generación 2020 del diplomado, mencionó que lo compartido en éste les permitió crecer y ser mejores personas, y algunas(os) “aprendimos a humanizar nuestras profesiones y, sobre todo, las actividades que realizamos día con día”. Aprendieron además a reconocer y comprender los contextos en que se desarrollan las violencias a derechos humanos, a integrar dichos contextos de violencia y a analizar los impactos psicosociales causados a las personas víctimas.
Igualmente aprendieron a no “patologizar” lo que las personas han enfrentado, visibilizando y fortaleciendo los recursos de afrontamiento. Al leer sus realidades y las de otras personas, las y los estudiantes pudieron entender que deben incorporar una perspectiva psicosocial, de género, intercultural e interseccional para poder entender los impactos diferenciados que enfrentan las víctimas.
Entendieron que ser neutral no es carecer de postura, “es más bien ser parte de la horda de cómplices de las violencias estructurales cometidas por un estado fallido, que se encuentra muy lejos de proteger, respetar y garantizar los derechos humanos de las víctimas”.
Por lo anterior, este diplomado les permitió reflexionar, deconstruirse y reaprender. Les invitó a ser sujetos de cambio y a reconocer que dentro de ellas(os) hay muchas construcciones sociales que deben cuestionar y transformar. “Ir de a poco cambiando nuestro sentipensar, para luego materializarlo en nuestra vida diaria dentro de nuestra familia, colectivos y círculos sociales, es más de lo que parece, porque el cambio vendrá como efecto dominó, quizás lento, pero cada día más fuerte”.
“Segura estoy que este diplomado es formación indispensable para las diversas actividades que realizamos en nuestras labores; sin embargo, se vuelve más útil y necesario en la situación que actualmente enfrentamos con la pandemia, ante el dolor y las pérdidas que ha producido dicha catástrofe”.
La Clausura de las generaciones 2019 y 2020 del Diplomado Acompañamiento a víctimas de violencias y catástrofes fue presidida por el Dr. Saúl Cuautle Quechol, S. J., Rector de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México; y la Dra. Mily Cohen, Presidenta delMuseo Memoria y Tolerancia. También estuvieron presentes la Mtra. Valeria Moscoso, coordinadora del Diplomado; el Mtro. Randolfo González de la Mora, Director de Educación Continua de la IBERO; y el Ing. Iván Blanco Esteban, Director del Centro Educativo Truper del Museo Memoria y Tolerancia.
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