La situación es extrema. Córdoba atraviesa una de las crisis hídricas más graves de su historia. Incendios, desmonte, gran crecimiento demográfico de la mano del negocio inmobiliario desmedido. Todo conspira para que la falta de agua sea una triste realidad. Las políticas ambientales brillan por su ausencia. En esta nota, ahondamos en las causas de la sequía, el estado de situación del corredor Sierras Chicas e indagamos en posibles soluciones.
El río que lavó mis penas está seco. Ese que supo mis deseos más profundos, el que me vio saltar al vacío, confesar un amor, vomitar un enojo. El río está seco y mientras empiezo esta nota, con el ventilador volándome el flequillo, afuera hace 40 grados a la sombra. El agua no llega. El desmonte y los incendios se llevaron todo. Nos quedan las autovías y los megaproyectos inmobiliarios. Hay personas como yo que vuelan pa’ las sierras, es que acá, en esta ciudad de las campanas, no se respira.
Algo tienen en común todas las localidades de Sierras Chicas, la falta de agua para el consumo, ecosistemas completamente deteriorados y la pérdida de posibilidades económicas que habilitan los ríos como atractivos turísticos.
Desde La tinta, nos contactamos con vecinxs, referentes y especialistas para entender las causas de la sequía, conocer el estado de situación en el corredor Sierras Chicas e indagar en posibles soluciones.
Agua para vivir y disfrutar es lo que deseamos todxs, pero los ríos están secos y las lluvias son escasas.
Juan Smith es abogado ambientalista y activista, e integra la Asamblea Vecinos del Chavascate y la Asamblea Sierras Chicas Sin Canteras. “No es casual que todos o casi todos nuestros ríos estén secos”, detalla. Se refiere al maltrato a las cuencas hídricas y a la prefactibilidad del uso del suelo que se le dio a negocios inmobiliarios, canteras y emprendimientos públicos y privados.
Todos tuvieron lugar en el corredor Sierras Chicas, es una realidad. El crecimiento urbanístico desregulado y permitido durante tantos años, hoy, es imparable. Hace un par de meses, como ejemplo, La tinta dio a conocer la aprobación ilegal del primer barrio privado de Salsipuedes y la pérdida de monte, flora y fauna nativa ocasionada. Por otro lado, Smith apunta a la desinformación: “El gobierno provincial y los gobiernos municipales y comunales han cercenado de forma muy grave el derecho al acceso a la información pública ambiental. No solo negando la información cuando se solicita, sino también cuando, desde el Estado, se omite difundir con claridad, por ejemplo, que el agua en nuestras zonas surge de ese delgado equilibrio entre bosque nativo y escasas lluvias. No se abrieron canales de información certera, veraz, oportuna, completa sobre la composición de nuestros ecosistemas y cómo deben cuidarse”.
El abogado habla de las consecuencias de esta situación: “Hay que decirlo, esto afecta en forma directa tres derechos fundamentales: el derecho a la salud, el derecho a la vida y el derecho al ambiente sano. Nos llama poderosamente la atención que los sistemas de salud, tanto de la provincia como de municipios y comunas, no hayan comenzado a intervenir”, afirma contundentemente.
Juliana Enrico es doctora en Ciencias de la Educación y vecina de Salsipuedes. Es integrante de las Asambleas por El Monte Salsipuedes y Salsipuedes No Puede Dormir, que pertenecen al Asambleón de Sierras Chicas. Explica la tragedia que se vive por estos días en su zona: “Somos aproximadamente 1.700 familias las que dependemos de la provisión de camiones, seguimos pagando el agua de red y estamos dependiendo de la provisión por camiones”, dice y, en su voz, se siente la preocupación.
El agua no es solo un servicio público, es un derecho fundamental y, en este sentido, Juliana afirma que: “El Estado debe garantizar la provisión del servicio. No se puede negociar con un bien de la naturaleza. Toda la población debe acceder al agua en igualdad de condiciones”.
“Somos pueblos sin agua”, dice Enrico. Basta pasar por el puente de Salsipuedes para darse cuenta. Todos los ríos del corredor están secos y hay una explicación, una palabra que resuena: desmonte.
“La cuenca está seca justamente porque se ha permitido un desmonte desmedido en esta zona de sierras. El principal argumento para vender lotes en sierras chicas es el turístico: que hay monte, montaña y río. Pero acá no hay agua, no hay paisaje, no quedan montañas. No queda río y sufrimos. Venimos padeciendo el crecimiento de esta problemática desmedida año a año”, explica Enrico y apunta a que la causa tiene que ver con gobiernos que permiten el desmonte a favor de grandes negocios inmobiliarios, que no cuentan con autorizaciones ni, mucho menos, estudios serios de impacto ambiental, realizados por especialistas idóneos.
Algunos sectores del corredor de Sierras Chicas son zona roja. En los mismos, no se debería permitir ningún tipo de edificación. “Allí, solo se puede habitar para mantener el monte y esa es la forma de habitabilidad que está permitida por ley en zona roja. No se puede permitir otro tipo de construcción artificial”, cuenta Enrico. Pero ya sabemos que el negocio inmobiliario avanza igual. Ya no hay superficie viva que guarde el agua, solo monte nativo perdido. Para tener agua, hay que regenerar el monte y cuidar el que nos queda.
“La Granja pide SU agua”, dice un graffiti que circula en redes hace semanas.
“Por un lado, se anuncia una crisis hídrica, pero nada se nos informa del dique ilegal que, hace años, desvía nuestro río Tiú Mayú de su curso natural”, dicen desde el espacio colectivo de encuentro y trabajo La Granja Pueblo Monte. Piden que se resuelva de manera urgente el acuerdo firmado con la localidad de La Cumbre, en el que denuncian también corrupción e intereses económicos en desmedro del derecho natural al agua como bien público y ecosistémico.
Sergio Chiavassa, quien fuera docente e investigador en el departamento de Geografía de la Facultad de Filosofía y Humanidades, historiza la situación que frena el agua de La Granja; más allá del desmonte, el crecimiento urbanístico, la falta de lluvias, aquí el problema es otro. Se trata de un acuerdo entre La Granja y la localidad de La cumbre, que tiene años. La Cumbre está del otro lado de las sierras y, en 1942, generó una represa a la altura de la naciente del río Tiú Mayú.
“Para llenar el lago San Jerónimo, La Cumbre recurrió a este artilugio: tomar el agua en las nacientes del río Tiú Mayú. En 1942, esto parecía posible y no afectaba demasiado porque La Granja, en sí, no era más que un pequeño pueblito, pero, con el crecimiento poblacional, esto se tornó problemático”, explica Chiavassa. En 1980, realizan una nueva represa que toma toda el agua del río Tiú Mayú y la lleva hacia La Cumbre. “Aquí empieza un conflicto, la gente de La Granja comienza a tomar conciencia de lo que estaba pasando y, con el tiempo, se requiere una intervención de la Provincia. Se hace un acuerdo de que el agua va a ir 50 y 50 para cada uno de sus lados con unas compuertas, y la obra de 1980 se paraliza. La cuestión es que ese arreglo que se hace no tiene continuidad, directamente no se cumple. La Cumbre se sigue llevando el agua y La Granja cada vez tiene menos. Es tan así que, en 2011, se secó completamente por primera vez el río de La Granja. Hoy, es una cuestión anual, o sea, todos los años se sufre esa misma seca”, relata Chiavassa.
El pasado lunes 12 de diciembre por la mañana, hubo una reunión para constituir un comité de crisis integrado por la Municipalidad, Defensa Civil y las asambleas populares que trabajan continuamente en cuestiones ambientales y de preservación. Un Estado que convoca a los vecinos cuando la problemática ya es demasiado grande. Lo cierto es que, a la fecha, no hay agua o se distribuye en algunos horarios con cortes selectivos.
Para todo el corredor, las soluciones basadas en negocios millonarios no se hicieron esperar: la Provincia de Córdoba inició el Acueducto Sierras Chicas Norte.
A pesar de los esfuerzos realizados por las organizaciones ambientalistas de la zona, al momento, no se ha brindado información sobre este acueducto, no se sabe qué calidad tendrá el agua ni la cantidad que tiene esa fuente que viene del Paraje La Puerta. “No sabemos si la perforación se ha hecho sobre un acuífero libre o un acuífero confinado, no se sabe tampoco si se ha estudiado la cantidad con la que cuenta ese acuífero y cuál es su capacidad de recarga. El estudio de impacto ambiental no tiene esa información ni consulta el valor intergeneracional de este bien común, tampoco el derecho a la salud y a la vida, y, mucho menos, el cuidado de los ecosistemas que lo generan”, dice el abogado Juan Smith.
Por su parte, la Dra. Juliana Enrico cuenta en relación a esto que el agua vendría contaminada de glifosato y que implica un negocio millonario para traer agua de otro lugar. “Porque no han sabido o no han cumplido con su deber público de cuidar el monte, la cuenca, nuestra zona de reserva de agua. Por eso, ahora se está dependiendo de otras cuencas para proveer de agua a nuestra región. No cumplen con sus responsabilidades como Estado, incumplen todas las leyes de protección ambiental en plena vigencia. Habría agua si se hubiera cuidado el monte”.
Anoche llovió, mi escritorio está más fresco. Pero lo sabemos bien, ese poco de agua no resuelve nada. Hacen falta políticas estatales con perspectiva ambiental y de derechos, el agua es un derecho fundamental. Monte y agua para vivir y disfrutar.
Imagen de portada: Brigada Forestal Colibrí.
Publicado originalmente en La Tinta