Antes de poder dar una explicación sobre cualquier forma de violencia de género “sentimos dolor, pena, rabia, vergüenza e incluso culpa. Luego la experimentamos, la resistimos, la luchamos y después viene una serie de prácticas que ayudan a visibilizarla, lo cual supone entrar de lleno en la vivencia y en su dimensión sensorial y afectiva, señalaron las doctoras Paula Soto Villagrán y Olga Sabido Ramos, investigadoras de las Unidades Iztapalapa y Azcapotzalco, respectivamente, quienes coordinan la exposición Siento, luego resisto. Paisajes transensoriales de la violencia de género.
Con el auspicio de la Universidad Autónoma Metropolitana y de la Universidad de Brighton, Inglaterra, la muestra, que estará en exhibición hasta el 12 de abril en la Galería del Tiempo de la Unidad Azcapotzalco, presenta los trabajos de 20 artistas mexicanas e inglesas, que fueron invitadas por las profesoras de la UAM, así como por las doctoras Lesley Murray y Jess Moriarty, de la institución británica, a inspirarse en historias de violencia de género situadas en ambos países y a recrearlas a través de narrativas transensoriales.
De acuerdo con las académicas de los Departamentos de Antropología de la Unidad Iztapalapa y de Sociología de la Unidad Azcapotzalco, la propuesta artística reúne una serie de obras que plasman desde la no literalidad el sentido experiencial de la violencia y, en ese sentido, cada una de las artistas se reapropió imaginaria, afectiva y colectivamente de estos testimonios que invitan a compartir sentires y activar escuchas feministas que ayuden a atribuirles otros significados desde las resistencias y los cuidados colectivos, así como desde la demanda, la movilización y exigencia política por espacios libres de intimidación.
Las doctoras explicaron en entrevista que el objetivo de la propuesta es plantear otras formas de sensibilizar sobre este fenómeno, y por ello “buscamos trabajar con artistas para llegar a un público más amplio y encontrar registros más emocionales, corporales y sensoriales de la violencia, dado que los datos duros ya no movilizan ni sensibilizan a la población”.
La violencia tiene múltiples registros y “creemos que la mejor manera de entenderla es como una experiencia encarnada en el cuerpo, y aunque muchas veces no somos víctimas directas de un ataque feminicida, cuando escuchamos la historia de una mujer buscadora que en ese proceso es asesinada, no hay otra forma de sentir tal vivencia que no sea a través del cuerpo”.
Por ello, “decimos que antes que pensar sobre ella, la violencia se siente, se experimenta, luego se resiste, se lucha y después se visibiliza, pero el primer registro es corporal, sensorial y quisimos apelar a eso”.
Añadieron que a partir de esta forma de registro las mujeres o cuerpos feminizados que acuden a la exposición refieren frecuentemente la “metáfora de sentirse tocadas”, y esto es así “porque compartimos desde los más tempranos procesos de socialización estas condiciones de violencia de género”.
Por tanto, la idea de hablar de “tocar” tiene que ver con la piel y el contacto con los demás y “pensamos que era importante poner en el registro de las narrativas estas vivencias que generan sufrimiento individual, pero que también son compartidas, pues todas las féminas de todos los estratos y todas las edades han pasado alguna vez por episodios del tipo en la calle, el trabajo y la casa.
La exhibición recoge experiencias de violencia, tanto del primer mundo como de “nuestra Latinoamérica devastada por los feminicidios y la agresión en general; las mujeres nos encontramos en el universo en una situación tan dolorosa que no respeta territorios, edades, ciclos de vida ni espacialidades.
La muestra colectiva inicia con una instalación colectiva de cerámica y elementos naturales, denominada Corpocartografías en movimiento. Tensiones, fragmentos y emociones, en la que “convergen diversas narrativas, sentipensares y miradas críticas ante la violencia de género, y que “muestra la dificultad de tejer juntas contra las estructuras patriarcales”.
Le siguen otras como Mujeres desde la periferia, fotografías digitales de Sonia Madrigal, que buscan reflexionar sobre el desplazamiento de mujeres en el transporte público y “sobre lo que implica poner el cuerpo en el espacio público, cuando no se nos ha dado el derecho de ocuparlo”.
Otra es Walking Home, ilustración en la que Jemma Treweek habla de su deseo de “caminar a casa de noche, sola y no sentir miedo de los hombres, pero no creo que eso llegue a ocurrir nunca”.
La exposición es resultado del trabajo interinstitucional entre la Universidad de Brighton y la UAM mediante el proyecto “Transformar los paisajes trasnacionales de la violencia de género a través de relatos transensoriales”, que financia el Consejo de Investigación y Humanidades del Reino Unido.