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“Si no hay guerra, a nadie le preocupa lo que ocurra con el pueblo saharaui”

Gorka Andraka Ibargaray

“El proceso de paz en el Sáhara Occidental se encuentra en una coyuntura crucial”, advierte el Frente Polisario en el comunicado dirigido a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) tras el último, y enésimo, aplazamiento de su referéndum de autodeterminación saharaui. Un contundente mensaje que sin duda marcará el 15º Congreso del Frente Polisario, que se va a celebrar del 19 al 23 de diciembre, y en el que “todas las opciones estarán sobre la mesa”, como reconoce Mohamad Elouali Akeik (El Aaiún, 1950), primer ministro de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD). Akeik ha participado en la 44 Conferencia Internacional de Apoyo y Solidaridad con el Pueblo Saharaui que ha reunido a cerca de 400 personas en Vitoria-Gasteiz.

—Tras aprobarse en octubre una nueva resolución de la ONU sin ninguna acción concreta para avanzar en el proceso de paz del Sáhara Occidental, el Frente Polisario ha señalado en un comunicado que “no le queda otra opción que reconsiderar su participación en el proceso de paz en su conjunto”. ¿Qué supone esta decisión?

La opción principal, la que siempre hemos defendido y está sobre la mesa, es la de una solución pacífica, a través de un referéndum de autodeterminación del pueblo saharaui reconocido desde hace muchos años por la comunidad internacional, y reconocido y firmado también por el propio invasor marroquí bajo los auspicios de la ONU. Sin embargo, la aplicación de este plan no se ha llevado a cabo hasta el momento. Llevamos 29 años esperando, y esa sigue siendo nuestra primera opción a pesar de que en los últimos años se ha dado un retroceso en ese sentido. Eso sí, como dijimos en nuestra respuesta a la última resolución del Consejo de Seguridad, al Frente Polisario no le queda otra alternativa que revisar su participación en ese plan de paz para ver si la comunidad internacional es capaz de llevarlo a cabo y terminar así con el sufrimiento de todo un pueblo a lo largo de 45 años. Y si esto no es posible, al pueblo saharaui no le quedará otro remedio que elegir otra fórmula para seguir su lucha. Y ahí no se descarta la lucha armada.

—¿La guerra?

—Todas las opciones están sobre la mesa. Por supuesto, no deseamos la guerra porque la conocemos y sabemos lo que significa para este pueblo. Tenemos esa experiencia amarga. Pero tampoco permitiremos que nos humillen, que nos exterminen de una manera u otra. A veces es mejor morir con una bomba que cae de un avión que de una forma humillante, inhumana. Es mejor morir con orgullo, defendiendo lo que es nuestro. Y el pueblo saharaui está determinado a hacerlo, sea cual sea el precio que tenga que pagar. Nadie aceptará continuar así si no hay una perspectiva seria.

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Imagen: Mohamad Elouali Akeik, primer ministro saharaui / El Salto Diario

—Marruecos es la segunda potencia militar de África y la vigesimotercera del mundo.

—Sí. Marruecos es una de las mayores potencias armadas de la región y detrás de ella están también sus aliados, muy poderosos. Pero esto no es nuevo. En 1975, Marruecos ya tenía un gran ejército, con experiencia, y también a la OTAN de su lado, con todo su armamento y medios económicos para cubrir la guerra. Pero hay que tener en cuenta también el factor de la voluntad, de la motivación que tiene un soldado marroquí si lo comparamos con un combatiente y militante saharaui, convencido y voluntario.

—Los campamentos de refugiados saharauis dependen para su supervivencia de la ayuda internacional. Esos apoyos podrían dejar de llegar si apuestan por la guerra.


—El arma de la ayuda internacional, de dejarnos hambrientos, se ha intentado utilizar muchas veces. Han presionado al Frente Polisario disminuyendo la ayuda humanitaria y haciéndonos pasar hambre para que aceptáramos lo inaceptable, una autonomía o algo semejante dentro de Marruecos. Pueden volver a utilizar esa arma, como ya han hecho antes, y también seguir dejándonos morir lentamente, como han hecho a lo largo de estos 30 años en los que les hemos dado la oportunidad de encontrar una solución pacífica.


—La Misión de Naciones Unidas para el Referendo en el Sahara Occidental (MINURSO) se creó para la celebración de un referéndum de autodeterminación libre y justo. Y no lo ha logrado.

—La MINURSO nació para llevar a cabo el plan de paz de Naciones Unidas aceptado por ambas partes y bien detallado. Sólo tenía que aplicarlo, nada más. Pero desde el principio, las etapas del plan fueron obstaculizadas, una tras otra, por Marruecos. Hoy en día, la MINURSO ya no cumple su misión. El gobierno de Francia, y también el de España, ha intentado que su labor se limite a controlar al pueblo saharaui, a que no haya guerra.

—De organizar un referéndum a vigilar al pueblo saharaui hay mucho camino.

—Claro. Y ya solamente es eso, un policía, no tiene otra misión. Desde que se anunció el censo de votantes en el referéndum, en 1999, Marruecos dejó claro que no iba a participar porque iba a perder. En este sentido, desde entonces, ¿qué está haciendo la MINURSO si Marruecos no avanza en ese plan? Sólo le está protegiendo. No tiene sentido su presencia. La MINURSO se ha visto inutilizada, congelada, para llevar a cabo su labor. Y se ha visto convertida en un gendarme para prolongar la situación catastrófica de las miles de familias que aguardan en los campamentos de refugiados saharauis, y para proteger la invasión marroquí del Sáhara Occidental y permitir el saqueo de sus riquezas naturales y las masacres que se están llevando a cabo en los territorios ocupados.

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—En cuanto a España, ¿puede cambiar su posición respecto al Sáhara Occidental si entran nuevos partidos en el futuro gobierno?

—España debe hacer un gesto después de más de 40 años y corregir su error. Debe jugar un papel importante, de intermediario, para finalizar todo este proceso de descolonización que dejó en manos de Marruecos.

—En este sentido, ¿mejor un gobierno de izquierdas, progresista como lo llaman ahora, que de derechas?

—Hasta este momento todos han sido iguales. En España han gobernado partidos de izquierdas y de derechas, y han continuado siempre la misma política de Estado. En el caso del Sáhara, la influencia de esos partidos, de esos gobiernos, ha sido insignificante. Es como si ahí hubiera una barrera en el Palacio Real o donde sea. Pero la verdad es que la opinión pública española no juega ningún papel a la hora de influir en estas decisiones.

—España, que alardea de ser un ejemplo de democracia.

—Ser una democracia y no considerar la opinión pública de tus ciudadanos… no sé qué tipo de democracia es esa.

—¿Y si el nuevo presidente español se reuniera con el presidente de la RASD?

—Ya ha ocurrido algunas veces. Han recibido a nuestro presidente como secretario general del Frente Polisario, y no como presidente de la RASD. Aun así, si eso ocurriera, sería un paso positivo en el momento actual para calmar la desconfianza que siente la sociedad saharaui respecto a la comunidad internacional. Sería un buen gesto.

—Marruecos es el primer exportador de pescado para España con más de 100.000 toneladas anuales, la mitad de las cuales son pulpos saharauis que luego se venden, por ejemplo, en Mercadona, El Corte Inglés o Eroski.


—Aquí está muy clara la resolución del Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE), que reconoce al pueblo saharaui como el único dueño de las riquezas del Sáhara Occidental. Por lo tanto, la pesca en nuestras costas es un saqueo ilegal. Y las naciones y empresas que la están llevando a cabo ya lo saben. Desde un principio pero más aún si cabe desde el dictamen del TJUE. Y todos los que tienen relación con esas riquezas, sean pescados, fosfatos, cultivos… están cometiendo crímenes contra el pueblo saharaui y deben saberlo. Y respetar esa ley propia europea.


—Al igual que sucedió en Sudáfrica durante el apartheid, en Palestina desde hace varios años está en marcha una campaña internacional de boicot, desinversiones y sanciones contra Israel. ¿Han valorado hacer algo similar con Marruecos?

—Sí, se ha hecho. Y lo estamos haciendo. Estamos intentando visibilizar este tema lo más posible, sobre todo a nivel europeo, porque es ahí a donde va todo. A través de los europarlamentarios, de los parlamentos, de las ONG, de los partidos políticos y los movimientos solidarios que nos apoyan, estamos trabajando para que nuestra denuncia tenga cada vez más efecto.

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—¿El gobierno saharaui apoyaría una campaña internacional de boicot y sanciones contra las empresas que tengan negocios en el Sáhara Occidental?

Estamos intentando hacer un seguimiento a todas las empresas del mundo que invierten o hagan contratos con productos saharauis para poder llevarlos ante los tribunales. Ya hubo un caso en 2018, cuando las autoridades sudafricanas retuvieron en Port Elizabeth a un buque mercante que transportaba 55.000 toneladas de fosfatos saharauis para una cooperativa agrícola en Nueva Zelanda, y el Tribunal Supremo de Sudáfrica impidió la exportación de ese cargamento al considerar que pertenecía al pueblo saharaui y no a la compañía estatal de fosfatos marroquí. La carga del buque fue confiscada gracias a esa campaña.

—Del 19 al 23 de diciembre celebrarán en Tifariti, en los Territorios Liberados del Sáhara Occidental, un nuevo congreso en el que se debatirá, entre otros temas, sobre el cese del alto el fuego. ¿Qué responsabilidad tiene el Frente Polisario en el fracaso del plan de paz de la ONU?


—Hemos tenido y tenemos nuestras críticas internas. Y no son pocas. La primera es haber aceptado el alto el fuego sin tener ninguna garantía, haber aceptado el plan de paz basándonos sólo en la confianza. Y al final se ha visto que no teníamos mucha experiencia en esto, porque las Naciones Unidas no garantizan nada. Entonces, de ahí sale esa primera crítica. No teníamos que haber aceptado el cese el fuego, tenían que haber continuado las negociaciones con la guerra hasta que se hubiera llegado a un acuerdo, y cumplido, entre ambas partes. Hoy en día, se le sigue planteando al Frente Polisario que la situación actual es consecuencia de nuestra decisión de aceptar lo que aún no se había determinado ni garantizado públicamente.


Por otro lado, también se nos critica la tan larga espera de algo que ya en un principio se vio que no avanzaba ni avanzaría. Nos lo critican año tras año. Nos recuerdan que a la MINURSO, al Consejo de Seguridad y a la comunidad internacional, no les interesa una solución. Y esto está claro. Año tras año se prorroga el plan de paz, pero sin límite porque no hay nada que moleste ni a la ONU ni a Marruecos. Mientras tanto, al pueblo saharaui se le mantiene ahí con una ración de pan diaria y a Marruecos se le protege para que esté tranquilo y callado, saqueando las riquezas del Sáhara y esperando mejores momentos para terminar con este conflicto a su favor. Por eso nos critican desde hace tiempo, porque no terminamos con esta situación y volvemos a la guerra. Es la presión a la que nos hemos enfrentado a lo largo de los 15 o 20 últimos años. Y nos costaba mucho convencer en los congresos, que es donde se decide la política y se toman las decisiones, para que no se pusiera fecha y hora al regreso de la guerra. En los últimos dos o tres congresos nos ha costado mucho que nos den otra oportunidad para lograr una solución pacífica al conflicto.

—También critican a los dirigentes históricos que no dejen las riendas del gobierno en manos de la juventud.

—Sí. Se ha levantado esa voz en los últimos años. Esa crítica, que la misma generación que ha comenzado esto es la que sigue ahí. Entendemos bien este mensaje y nuestra intención es hacer gradualmente que gente joven llegue a la cúpula de la dirección política, según sus experiencias y capacidades. De golpe no puede ser porque se necesita también la experiencia. A nivel de la dirección política todos somos favorables a que haya esa transición, ese avance, ese cambio en la dirección, tanto con jóvenes como con más mujeres. Pero, al mismo tiempo, somos democráticos, demasiado, y al ir a las urnas sólo nos votan a los veteranos, aunque no queramos. Y en nuestras constituciones no nos permiten dimitir. Y luego, al salir elegidos de nuevo en las urnas, nos critican.

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—Los jóvenes dicen que para qué van a presentarse si no hay posibilidades de que les elijan.

—Ese es el reto, cómo crear esas posibilidades. No es que no haya voluntad. Te aseguro que hay mucha voluntad de que participen y den una nueva dinámica y energía a nuestra política. Deseamos de todo corazón que en este congreso haya un buen cambio, un buen porcentaje, y trabajaremos para ello. Pero el problema es que los que han estado ahí son los más conocidos y la gente, al ir a las urnas, dice que a este no le conozco, que no sé qué podrá hacer… y le entra un poco de timidez para dejar el futuro en nuevas manos. Yo ya no puedo resistir lo que resistía hace 30 años. Entonces era joven, fuerte, podía estar las 24 horas sin descansar, pero hoy en día tengo menos fuerzas y capacidades.

—No pueden dimitir pero si pueden no presentarse.

—No. Tampoco. Tú no te presentas, te presentan. En el congreso se elige un comité de elección de unas 100 personas, que es el que presenta una lista de candidatos. En esa lista aparecen los que ya estaban, se añaden dos tercios más y también se deja la puerta abierta para que quien quiera presentarse como candidato pueda hacerlo. Pero no se te da la oportunidad de borrar tu nombre de las listas.

—A las puertas de este congreso, ¿es la vez que más cerca ha estado el Frente Polisario de volver a las armas? Ya lo han dicho muchas otras veces antes.

—Ese es el problema.

—¿Será otra advertencia más?

—Ese es el problema, como en la fábula, que el pastor avisaba de que venía el lobo y como nunca llegaba, luego ya nadie le creía y cuando el lobo apareció de verdad… entonces exterminó a todo el rebaño. A ver si la comunidad internacional se va a pensar que con el Sáhara Occidental pasa como con esta fábula, y al final se llega a un punto en el que ya no hay vuelta atrás. Creo que ya hemos estado antes, en uno o dos momentos, más cerca de la guerra que de la paz. Pero hoy también lo estamos.

—¿Cuándo estuvo tan cerca la guerra?

La primera vez, durante la edición del Rally Paris-Dakar en la que los franceses, los marroquíes y algunos otros intentaron que pasará por el Sáhara sin el consentimiento de los saharauis. Y la MINURSO, con presencia en el Sáhara, no hacía nada. Y todos los informes decían que el Frente Polisario no tenía capacidad para atacar y volver a la guerra. Pero según avanzaba el rally, según se acercaba a la frontera, el Polisario hizo un comunicado en el que advertía de que la entrada del Paris-Dakar dentro de la frontera saharaui supondría la ruptura del plan de paz y la MINURSO tendría que retirarse. Entonces, llegaron nuevos informes sobre que las filas militares saharauis estaban aumentando con voluntarios, que se estaban movilizando los medios militares y que esto iba muy serio. Y al final se vieron obligados a ir corriendo de inmediato, más rápido que el rayo, para contactar con el Frente Polisario y solicitar ese paso de forma legal. Y, al final, aceptamos que ese no fuera el pretexto para volver a la guerra. Luego, la segunda vez fue por Guerguerat, hace dos o tres años. Ahí también estuvo la guerra a punto de estallar. Los marroquíes salen del muro, empiezan a hacer una carretera hacia Mauritania y los saharauis nos ponemos enfrente para que no pasen. La MINURSO, el Consejo de Seguridad, todo el mundo se movió para que la guerra no volviera. El Frente Polisario estaba dispuesto. Pero obligaron a Marruecos a retirarse, a quedarse detrás del muro.

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—¿Y ahora?

—Hoy en día se dice que la comunidad internacional Sólo oye los ruidos de las balas, de las armas, no las voces de las víctimas. Si no hay guerra no le preocupa a nadie lo que ocurra con el Sáhara Occidental ni con el pueblo saharaui. Pero, si hay guerra, incumbe a todo el mundo, porque la guerra amenaza los intereses de mucha gente. Y la guerra empieza en un punto, en dos metros, pero termina en todo un continente, en varios. Y nadie sabe ya entonces hasta dónde llegan los intereses de cada quien para poder parar esa guerra. Por nuestra parte, si no hay más remedio que hacer ruido, que vuelva la guerra, si es lo que desean el Consejo de Seguridad de la ONU, España, la comunidad internacional… Si no nos dejan otra alternativa, volverá la guerra. Pero hoy en día todo el mundo puede participar para que eso no ocurra. Y no se trata de decirle al Frente Polisario que mantenga la calma, sino de pedirle al Consejo de Seguridad que haga gestos para que los saharauis puedan volver a creer que hay intención de resolver este conflicto. Pero dejarlo así, congelado, año tras año, no creo que eso garantice que el Frente Polisario continúe con el plan de paz. Quizás, incluso, saharauis de fuera del Frente Polisario, viendo lo que está ocurriendo en las zonas ocupadas, lo que están sufriendo en los campamentos, sabiendo que no hay perspectiva de que termine… Si no se nos ayuda, no sabemos cómo vamos a poder hacer para convencerlos, retenerlos.

Este material se comparte con autorización de El Salto Diario

Fotos tomadas de La Tinta

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