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Ser hombre o macho; trabajando masculinidades en Xico, Veracruz

Eliana Gilet

Xico Hermoso y Sustentable es un colectivo fundado tres años atrás por unos cuantos amigos frente a la llegada de Walmart al pueblo. Cheleando en un bar se empezaron a preguntar qué hacer. Enrique Vargas, “de deformación soy biólogo molecular pero eso no tiene nada que ver” era uno de esos amigos, que en estos días, durante el Congreso de Comunalidades que está llevándose a cabo en la ciudad de Puebla, desgranó el diagnóstico hecho entonces: el pueblo veracruzano tiene una red de economía local muy fuerte y vieron un desastre en ese desembarco. “Xico tiene tradiciones increíblemente ricas, hay fiestas patronales todo el año, hay un entramado comunitario muy fuerte, pero al mismo tiempo está siendo -como en toda Latinoamérica y más México que estamos junto a Estados Unidos- atacado frontalmente”.

Lo primero fue reunirse con los comerciantes locales, en dónde empezaron a trazar una cooperativa de consumo de alimentos “para unirnos entre la gente sencilla, juntar nuestros recursos y poder comprar colectivamente. Así podemos decidir el tipo de frijol o maíz que queremos y comprárselo directamente a los productores que se están muriendo de hambre, porque Walmart llega con su frijol traído de donde sea”.

Surgieron tantas ideas en áreas distintas que se les hizo necesario tener una casa en dónde poder funcionar. La llamaron “La casa de tod@s”, la rentan con el dinero que ponen los integrantes del colectivo, hicieron un huerto comunitario y un pequeño restaurant, empezaron a hacer fiestas, talleres. “Este fin de semana estamos preparando un gran festival de muertos, se han hecho catrinas. Lo que intentamos hacer es rescatar las tradiciones”, cuenta. De todas esas actividades hay una que resuena un poquito más fuerte: un taller de masculinidades al que concurren albañiles. Cuenta Enrique que se vinculó a proyectos de construcción con adobe, ladrillos de barro y a partir de eso fundaron una cooperativa con otros albañiles para hacer casas de barro. La llamaron Alma de Barro. “Evidentemente, cuando haces un grupo de construcción de hombres, las primeras cosas que surgen son el alcoholismo, la violencia, el machismo. Como también trabajo con círculos de diálogo, antes de trabajar cada jornada, nos sentábamos en círculo, prendíamos un fueguito y empezábamos a platicar. Un día empecé a hablar del machismo y de la violencia y de cómo ellos se sentían. Al principio tenía miedo de que lo rechazaran, pero ellos sí querían. Un día empezamos a abordar algunas problemáticas de la masculinidad”. ¿Qué significa trabajar en masculinidades? “Hay experiencias diversas, hay grupos de hombres renunciando a la violencia, otros que trabajan en torno a la ternura. ¿Los hombres no podemos ser tiernos? ¿Dónde está esa ternura? ¿Si acaricio a un amigo soy homosexual? Empiezas a pensar en qué significa ser hombre, en contrastar la imagen del macho que madrea a todos que nos da la televisión. Conversamos sobre eso, hacemos meditaciones. El solo hecho de guardar silencio te pone en contacto con otra dimensión de tu ser hombre. Nos miramos a los ojos tras la meditación y eso ya empieza a tender puentes que están rotos en nuestra sociedad. Eso es un trabajo de masculinidad, cuando empiezas a trabajar eso, sale todo lo demás”.

Por ejemplo, los efectos de esta práctica se vieron en la reducción de los accidentes: “La violencia que tú ejerces hacia afuera se expresa en tu propio cuerpo. El hombre macho está muy desconectado de su cuerpo, con esos ejercicios que hacemos para recuperar el cuerpo del hombre, ya no hay accidentes de trabajo, porque lo hacen con cuidado, cuidan de sí mismos”.

La transformación fue aún más lejos: “Ellos mismos se han empoderado. Ahora son ellos mismos quienes dan las charlas sobre las ventajas de una construcción natural, antes creían que yo era el único que podía hacerlo. Pasaron de que les dijeran que eran casi analfabetos a darse cuenta que tienen saberes que son valiosos socialmente sobre una manera diferente de construir. Imagínate que un albañil le esté dando un taller a un arquitecto”.

El grupo trabaja con unos 20 albañiles dependiendo de la cantidad de trabajo que tenga encargada la cooperativa de bioconstrucción.

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Junto a Enrique está Eréndira Morán de 24 años, que tras su estancia como estudiante en Xalapa, recaló en Xico, donde conoció el trabajo del grupo. “Quería realizar algo comunitario referente al arte y ahí encontré un espacio que ya tenía un acercamiento con la comunidad”. Empezaron a realizar murales. “Ha sido una experiencia muy chingona porque es una forma de conocer a la gente, donde te cuentan sus leyendas, como era antes el pueblo, lo que les gustaría cambiar. A partir de eso, se generan imágenes, se convoca gente y se pinta. Es una herramienta para generar comunidad muy poderosa porque la gente empieza a darse cuenta de que puede embellecer el lugar en dónde vive y transmitir mensajes de lo que piensa a través de las paredes, comunicarlo con los vecinos”. Eréndira lo explica de manera sencilla: “Unifica”. Hasta la fecha han hecho tres murales: el primero realizado por artistas como disparador, el segundo fue hecho en Abasolo, un barrio periférico del pueblo, referido a las leyendas, cultura y tradiciones de Xico y el tercero, con motivo del día de los muertos, hecho totalmente por niños.

María Inés Medina tiene 67 años y es fundadora del grupo. Cuenta que “tuvo la suerte” de haber trabajado – ya está jubilada – como secretaria del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, “tenía un puesto privilegiado no por la categoría sino por el contacto con muchos tipos de vivencias y conocimientos, pero he aprendido mucho más en el grupo. Esto ya es mío, es mi vivencia, de mi cuerpo, ver a la gente a la cara, involucrarme realmente y aprender”. María Inés hace gala de lo aprendido en esa épocas y se pone el traje de antropóloga para explicar el contexto en dónde trabajan: “El pueblo originariamente es náhuatl y totonaco y donde está ahorita Xico es dónde construyeron los españoles. Es un pueblo que se sincretizó de tal manera con su nueva religión que cada barrio tiene su propio patrón. La del pueblo es María Magdalena y una de las dos imágenes de ella que están en el templo principal del pueblo es muy bonita, es una Magdalena muy sensual, está acostadita con el hombro descubierto, en contraposición a la imagen llorosa. Es otra imagen de mujer”. Cuenta que la gente es muy desprendida, que en cada fiesta del pueblo, que son muchas según relatan, hay encargados que cocinan para todos los que vayan. Gratis. “Lo más impresionante para mí del pueblo es haber descubierto la solidaridad de las personas cuando alguien necesita algo”. María Inés se encarga de un grupo de mujeres mayores que se reúnen a tejer, hacer lecturas, comentarlas. “Mi intención con esta tarea es que las mujeres tengan un espacio en que podamos encontrarnos. En Xico me ha costado trabajo lo de las lecturas, porque no están muy acostumbradas a leer. Son mujeres de mucho trabajo y que reconocen que tienen muy poco tiempo para ellas. La mayoría ya son abuelas pero siguen cuidando de sus nietos. Se dan cuenta que su vida no les ha pertenecido nunca, pero no te creas que eso les hace sufrir tanto, es lo que tenían, estar encargadas del cuidado”.

¿Qué piensas de la tarea del grupo de masculinidades? “Siento que es darle la oportunidad a los hombres de conocerse realmente, de saber cómo son y descubrir su sensibilidad y su feminidad. Porque todos los hombres y mujeres tenemos parte del otro. Cuando nos engendran somos una cosa y cuando nos desarrollamos, conservamos la parte masculina también. Si no aprendemos a reconocer y a aceptar esa parte de nosotros mismos, no podemos reconciliarnos con el otro”. La conversación deriva necesariamente en el feminismo: “Conozco el feminismo a través de mujeres que están muy enojadas con los hombres y yo no considero que eso sea un feminismo sano. Considero que somos nosotras muchas veces las generadoras de ese comportamiento a través de un control patriarcal de siglos, que ha hecho que nosotras mismas nos volvamos machistas, que nosotras mismas nos volvamos patriarcales”.

Tanto Enrique, como Eréndira, como María Inés relatan una forma de trabajar que los aúna y que parece ser el secreto de la adhesión que han cosechado entre los vecinos de Xico: “Nosotros no decimos qué hay que hacer, establecemos relación y ayudamos en la medida que podemos”. La clave fue no llegar a imponer sino generar diálogo y tejer el entramado que levante la distancia entre los de afuera y los de adentro. “De hecho lo que queremos es diluirnos y a dos años y medio es lo que está empezando a ocurrir”. A aquella pregunta que se plantearon al inicio le han encontrado una respuesta: “Estamos haciendo comunidad”.

Fotos y video: Fran Richart

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