Misiones está protagonizando una lucha sostenida por mejores salarios. En una unidad impensable entre maestros, trabajadores de salud y policías. Las protestas crecen y tienen una dimensión inédita que merece ser leída y analizada en profundidad. ¿Se sostendrá en el tiempo o derivará en acuerdos sectoriales que en breve dividirán las aguas?
Las calles misioneras se tiñeron de un tinte inusual. Nadie puede asegurar por estos días qué significado tendrá a futuro ese paisaje en el que se entremezclan hombres y mujeres de guardapolvos blancos con policías retirados y activos que marchan o cortan calles junto a guardaparques y trabajadores de la Salud. Con asambleas de colonos yerbateros que iniciaron un 2024 enardecidos por una realidad económica que los acosa y que les ata las manos. Y que se profundizó con el debilitamiento del Instituto Nacional de la Yerba Mate que puso en marcha en diciembre el nuevo gobierno nacional.
Es desde una provincia del norte profundo por donde parecen brotar hoy los reclamos de una dignidad que busca romper con la desigualdad obscena que se viene construyendo desde hace décadas. Pero agravada en este presente que fundó sus bases sobre privilegios obscenos y con la economía manejada desde un Excel sin el menor viso de humanidad. ¿Es la muestra fotográfica de un porvenir exacerbado por las llamas de una rebeldía insurgente? ¿O tan solo la imagen de una realidad provincial con principio y final en su territorio aislado?
Hace apenas un par de meses una treintena escasa de policías retirados inició un reclamo por aumento de salarios. Hoy, confluyen en la protesta unificada que tiene en vilo al gobierno de Misiones con trabajadores estatales de todos los sectores. Y algunos de esos policías retirados tienen un protagonismo inédito para un país en el que la agremiación en el sector es ilegal. Nadie puede poner las manos en el fuego para asegurar cómo concluirá esta movida que ocupa amplios espacios en los medios periodísticos de todo el país. Los líderes policiales proclaman que van a forzar un piso de aumentos para todos los sectores. Si sostuvieran esa bandera, otra sería la historia. Lejana a la que se ha construido en protestas y rebeldías de otros tiempos.
Hay antecedentes en la crónica nacional que, al menos, hacen dudar de afirmaciones de ese tipo. Corría diciembre de 2013 cuando comenzaron en Córdoba protestas policiales que, con el paso de los días, se extendieron a todo el país. Saqueos, muertes y una pulseada con tintes desestabilizadores fue atravesando a las distintas provincias hasta que, apenas unos días más tarde, todo fue retornando a una rara normalidad. En Tucumán, sin embargo, los acuerdos demoraron algo más que en el resto de las geografías. Y exactamente en la noche del 11 de diciembre, tras consensuar un 35 % de suba, los policías se calzaron los trajes securitarios y, pertrechados hasta los dientes, salieron a la plaza a reprimir a los hombres y mujeres que –tras la intensidad de los saqueos de los días previos- clamaban por seguridad. “La protesta derivó en un enfrentamiento con la Policía, que disparó balas de goma y gases contra los manifestantes. En un momento, la Gendarmería intervino para evitar que la situación empeorara”, se lee en Clarín del día siguiente.
¿Qué destino futuro tendrá esta insurgencia misionera? ¿Hasta cuándo podrá sostenerse este clima de unidad insurrecta cuando una de las patas de la protesta es encabezada por quienes usualmente cargan las armas que –más tarde o más temprano- se utilizan para reprimir a trabajadores que salen a las calles?
Tal vez el detalle a desmenuzar en la mesa de análisis es la calidad o no de trabajadores de quienes integran las fuerzas de seguridad. Esta vez, la amenaza represiva debió llegar de las fuerzas federales: un gendarme (de los enviados por el ministerio de Seguridad nacional como parte del Comité de Crisis) les advirtió a los maestros que “lo que yo no quiero es sacar la escopeta y tirarle a un docente”. En un gesto que retrotrajo en instantes a la memoria la figura del maestro Carlos Fuentealba, ejecutado durante una protesta hace 17 años.
Una década atrás, en una tarde misionera de marzo con más de 35 grados de temperatura el frente unificado no tuvo la misma integración que en estos días. De un lado, trabajadores municipales, docentes, desocupados, jubilados entonaban el himno sobre la ruta nacional 12. Del otro, la gendarmería y policías provinciales de diferentes áreas arremetieron contra mujeres y niños que corrían hacia un arroyo cercano para protegerse mientras se llevaron detenidos a una veintena de trabajadores. Los policías provinciales que actuaron en esa ocasión habían logrado un aumento del 35 por ciento tres meses antes.
¿Cómo será en esta oportunidad? ¿Habrán sido parte de esa represión algunos o todos los líderes policiales retirados que en este 2024 están al frente de las protestas?
Ayer se sumaron al acampe frente al Comando Radioeléctrico los integrantes del Grupo de Intervención Rápida (GIR) bajo el precepto de que “desde el día uno estamos con ustedes y en ningún momento les íbamos a abandonar, porque todos en tenemos claro acá que policías contra policías no, ese no es problema”.
En la noche del martes, la ministra de Seguridad definió en tono de advertencia que la policía “no puede ser piquetera”. Las fuerzas federales que ella ya envió a Misiones están esperando la decisión del gobierno provincial para intervenir.
La temperatura política tiene consonancia con la climática que hoy promete casi rozar los 30º. Se juega, una vez más en la historia, una pulseada de insondable final. Rutas nacionales y provinciales amanecieron cortadas una vez más. Con poblaciones como Posadas, Colonia Victoria, Pozo Azul, Salto Encantado o Iguazú, entre tantas, movilizadas.
En tiempos de desencanto y quietud, las señales que llegan desde la tierra roja pueden leerse como las semillas de una esperanza que comienza a germinar. En la calle. En medio del sufrimiento profundo. Desde los rincones desoídos de un país que suele moverse al ritmo de las calles porteñas. Hoy las miradas están puestas en Misiones. Donde tal vez se estén encendiendo las chispas de un nuevo amanecer.
Publicado originalmente en Pelota de Trapo