Semillas ancestrales: la apuesta de las comunidades zenúes contra el cambio climático en Colombia

Monica Pelliccia

“Mira las habitaciones de nuestra casa”, dice Remberto Gil, indígena zenú de 45 años, durante un sofocante día de septiembre. “En esta época del año, suelen estar rebosantes de maíz recién cosechado al punto tal de que solo tenemos espacio para dormir en hamacas colgadas sobre las mazorcas”.

Gil es agricultor y vive en la reserva zenú de San Andrés de Sotavento, un territorio de casi 10 000 hectáreas en el que habitan 33 000 personas en el noroeste de Colombia. “Ahora, todo está vacío”, añade. “Perdimos alrededor del 90 % de la primera cosecha por la sequía y el poco maíz que tenemos ahora es menor de lo habitual. No ha llovido en el último mes y ahora no podemos sembrar”.

En la reserva zenú, los problemas con el tiempo, el clima o el suelo se difunden de boca en boca entre los agricultores o en La Positiva 103.0, una emisora de radio comunitaria. Y lo que está en la mente de todos los agricultores es el calor y la sequía sin precedentes del 2022. Amb0s se debieron al doble impacto del cambio climático y a la aparición del fenómeno de El Niño, un período cálido natural que se presentó aquí por última vez en 2016, según los científicos del clima.

Expertos del Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales de Colombia afirman que los efectos de El Niño se sentirán en Colombia hasta abril de 2024, lo que aumenta la preocupación de los agricultores. Otros científicos pronostican que los meses de junio a agosto pueden ser, incluso, más calurosos que los de 2023 y que los próximos cinco años podrían colocarse como los más calurosos jamás registrados.

Remberto Gil is seed guardian and farmer who works at the Communitarian Seed House.
Remberto Gil es un guardián de semillas y agricultor que trabaja en la Casa Comunitaria de Semillas, donde la Asociación de Productores Agropecuarios Alternativos (ASPROAL) almacena 32 semillas de especies raras o casi extintas. Foto: Monica Pelliccia/Mongabay.

Frente a estos cambios, los agricultores zenúes tratan de recuperar prácticas agrícolas tradicionales como la conservación de semillas ancestrales y un sistema agroecológico único.

“El cambio climático asusta por la posible escasez de alimentos”, dice Rodrigo Hernández, autoridad local de la comunidad de Santa Isabel. “Nuestras semillas ancestrales ofrecen una solución (por ser) más resistentes al cambio climático”.

Basándose en sus experiencias, los agricultores zenúes sostienen que las variedades de semillas ancestrales que ellos utilizan son más resistentes a las altas temperaturas que las importadas. Las variedades ancestrales se han adaptado al ecosistema de la región y requieren menos agua, aseguraron a Mongabay.

Según un informe de la organización local Grupo Semillas y la fundación suiza para el desarrollo SWISSAID, la variedad autóctona de maíz “el blanquito” es más resistentes al calor, “el cariaco” tolera la sequía con facilidad y “el negrito” es muy resistente a las altas temperaturas.

La dieta de los zenúes todavía incorpora la diversidad tradicional de semillas, variedades vegetales y animales de la región: desde recetas de pescado a base de bocachico (Prochilodus magdalenae) y reptiles como la babilla o el caimán de anteojos (Caiman crocodilus), hasta distintas variedades de maíz que utilizan para preparar arepas (tortas de harina de maíz), licores, quesos y sopas.

“El reto más importante que tenemos ahora es salvar las especies ancestrales e involucrar a las nuevas generaciones en las prácticas ancestrales”, afirma Sonia Rocha Márquez, profesora de Ciencias Sociales de la Universidad del Sinú, en la ciudad de Montería, ubicada en la región del Caribe colombiano.

Remberto Gil's house is surrounded by terrasse with an agroforestry system where turkeys and other animals graze under fruit trees
La casa de Remberto Gil está rodeada de un sistema agroforestal donde los pavos y otros animales pastan bajo árboles frutales como el maracuyá (Passiflora edulis), la papaya (Carica papaya) y el plátano malayo (Musa acuminata colla) y hierbas medicinales, como el toronjil (Melissa officinalis) y las tres bolas (Leonotis nepetifolia). Arbustos, como el ají (Capsicum baccatum), el ñame y el frijol diablito, forman parte del sotobosque. Foto: Monica Pelliccia/Mongabay.

Vivir sobre un caimán dorado

Según las creencias tradicionales zenúes, la tierra donde se asienta la reserva zenú está protegida por un caimán dorado gigante enterrado bajo tierra, simbolizado hoy por los caimanes de anteojos que se encuentran en todo su territorio ancestral. Para proteger lo que legalmente sigue siendo su tierra, hoy rodeada de monocultivos, algodón en su mayoría, la reserva se convirtió en 2005 en el primer territorio colombiano declarado libre de organismos modificados genéticamente.

Los agricultores zenúes comentan que les preocupa que el uso de semillas modificadas genéticamente provoque el avance de modelos de agricultura industrial en sus tierras, destruya la biodiversidad y contamine las variedades ancestrales de semillas, en particular, el maíz.

En la reserva, los residentes afirman que los conflictos por la tierra con los propietarios de las plantaciones colindantes también están agravando los efectos de la crisis climática y del fenómeno de El Niño. Hasta finales de los años noventa, los campesinos zenúes mantenían violentas luchas con grupos paramilitares colombianos para recuperar las tierras que, en principio, les había reservado la Corona española. En la actualidad, mantienen disputas con agricultores industriales y ganaderos, que ahora poseen partes de sus tierras ancestrales alrededor de la reserva.

“Durante los años setenta, participé de manera activa en conflictos por la posesión de tierras entre campesinos y grandes terratenientes y grupos armados en la reserva zenú”, cuenta Víctor Negrete, profesor de la Universidad del Sinú. “Luchamos, pero no logramos conseguir una gran parte del territorio. Ahora, los desafíos siguen estando relacionados con la falta de tierra y de recursos hídricos, el narcotráfico, la presencia de grupos armados, el pastoreo extensivo, la contaminación y las plantaciones de monocultivos”.

Extensive genetically modified rice plantations and cattle grazing are common practices in the La Mojana.
Las extensas plantaciones de arroz modificado genéticamente y el pastoreo de ganado son prácticas habituales en La Mojana. Foto: Monica Pelliccia/Mongabay.

Sin embargo, a pesar de esta escasez de tierras, Negrete dice que las comunidades están desarrollando importantes proyectos para proteger sus sistemas alimentarios tradicionales. Los agricultores y los custodios de semillas, como Gil, trabajan con la Asociación de Productores Agropecuarios Alternativos (ASPROAL) y su Casa Comunitaria de Semillas Criollas y Nativas.

“Durante la guerra civil colombiana, las fuerzas de seguridad, sicarios y desplazados asesinaron a la gente y quemaron sus tierras. Perdimos muchos de nuestros conocimientos agrícolas y semillas en esa época”, cuenta Gil. ASPROAL nació como respuesta a esto, para preservar la riqueza de su cultura alimentaria, y la Casa Comunitaria de Semillas le siguió después de la sequía que llegó con el Fenómeno de El Niño de 2016.

Situado cerca de la casa de Gil, el banco de semillas alberga un arcoíris de 12 variedades de maíz con coloraciones que van del negro reluciente hasta el azul, pasando por el rosa claro, el morado e, incluso, el blanco. También hay frascos de semillas de variedades locales de frijoles, berenjenas, calabazas y hierbas aromáticas, algunas guardadas en refrigeradores. Todas son variedades antiguas compartidas entre las familias locales.

Afuera del banco de semillas, hay una terraza donde pastan gallinas y pavos bajo un sistema agroforestal para que los agricultores lo emulen: variedades locales de maracuyá, papaya y plátanos crecen por encima de arbustos de ajíes y frijoles. Hierbas medicinales tradicionales, como el toronjil o melisa (Melissa officinalis), forman parte del sotobosque.

Actualmente, 25 familias comparten, almacenan y comercializan las semillas de 32 variedades raras o casi extintas.

“Cuando era niña, mi padre me traía a la finca para participar en la recuperación de la tierra”, dice Nilvadys Arrieta, de 56 años, agricultora miembro de ASPROAL. “Ahora, sigo actuando con el mismo pensamiento colectivo que mueve lo que estamos haciendo”.

The Communitarian Seed House hosts twelve ancestral varieties of corn of different colors: black, blue, light pink, purple, and white.
La Casa Comunitaria de Semillas alberga 12 variedades ancestrales de maíz de diferentes colores que se almacenan en frascos y en dos refrigeradores. Foto: Monica Pelliccia/Mongabay.
Nilvadys Arrieta, 56, is a farmer part of the ASPROAL association and is works in the Communitarian Seed House.
Nilvadys Arrieta, agricultora de 56 años, forma parte de la asociación ASPROAL y trabaja en la Casa Comunitaria de Semillas. Foto: Monica Pelliccia/Mongabay.

“Trabajar juntos nos ayuda a ahorrar, compartir más semillas y vender a un precio justo [al tiempo que] evitamos intermediarios y aumentamos los ingresos de las familias”, comenta Gil. “El año pasado, vendimos ocho millones de semillas a restaurantes orgánicos de Bogotá y Medellín”.

Hasta ahora, el 80 % de las familias de agricultores que viven en la reserva zenú participan tanto en el proyecto de agroecología como en el de recuperación de semillas, añade.

Estas semillas dan vida a recetas tradicionales zenúes, como el desayuno diario de Gil a base de arepas con una bebida achocolatada hecha de maíz, patacones (plátano verde aplastado y frito), huevos con espinacas y suero, una salsa láctea fermentada. Durante su entrevista con Mongabay, comparte el desayuno con Andrea Wilches, de 31 años, a cargo de la escuela indígena comunitaria que promueve un plan de estudios en agroecología.

Las mujeres también participan en la conservación del sistema alimentario zenú, mediante la asociación de cocineras AMECTZenú, creada por Petrona Inés Rosario, de 53 años, durante la pandemia de COVID-19. Rosario y las otras 23 mujeres del grupo producen videos cortos sobre 150 platos típicos zenúes, como el revoltillo de membrillo y el mote de gallinazo que, en el caso de Rosario, aprendió de su abuela.

A pesar de estos esfuerzos, las autoridades zenúes afirman que la reserva necesita más apoyo para adaptarse al cambio climático. Una de sus esperanzas depende de la promesa de redistribución de tierras del presidente Petro. De acuerdo con un comunicado del Ministerio de Agricultura, la administración planea comprar tres millones de hectáreas de tierra a los ganaderos con el fin de redistribuirlas entre los campesinos que carecen de ella. Con esta promesa, se cumpliría uno de los puntos del acuerdo de paz que el gobierno firmó con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en 2016 para poner fin a la guerra civil colombiana.

“Tenemos esperanzas en la reforma agraria de Petro, para recuperar el acceso a más tierras y recibir ayuda para mejores sistemas de riego”, dice la autoridad local zenú, Rodrigo Hernández.

Soluciones ante las inundaciones

Mientras las comunidades de la reserva zenú se enfrentan a la sequía, otras comunidades zenúes han sufrido inundaciones.

En La Mojana, a dos horas en automóvil de la reserva, las comunidades están rodeadas de humedales, cursos de agua y ciénagas que forman un complejo ecosistema que alberga más de 300 especies de aves. Los residentes viven a orillas de los cursos de agua, algunos en casas sobre pilotes, y se desplazan en moto o en bote para pescar y visitar a las familias cercanas.

Se ganan la vida entre la tierra y el agua: pescan durante la estación de lluvias, cuando el nivel del agua es alto, y cultivan durante la estación seca en los fértiles suelos que deja el agua al retroceder. Los residentes también cultivan en terrazas elevadas, mientras maniobran entre ellas en barcas para pescar. Esta práctica agroecológica de 2 000 años de antigüedad se conoce como sistema hidráulico de agricultura anfibia, exclusivo del pueblo zenú. Aquí, la gente es tanto agricultora como pescadora.

En estas terrazas elevadas, que pueden ser huertos de patio, practican la agrosilvicultura. Sus terrazas combinan árboles frutales y madereros con cultivos hortícolas como calabazas, plátanos, yuca y hierbas medicinales.

Aunque los residentes intentan aferrarse a su tradición agrícola, otros factores —como los cambios a gran escala de las tierras por pastos para el ganado y plantaciones de monocultivos de arroz en las cercanías— han hecho que las comunidades sean cada vez más vulnerables a los efectos del cambio climático, según dicen los expertos.

“Debido a la crisis climática, hay más inundaciones en La Mojana”, dice Carlos González, biólogo de la Universidad de Córdoba, en Montería, quien trabaja en agroecología en la zona de humedales de La Mojana. “El antiguo sistema hidráulico anfibio tampoco está funcionando bien debido al monocultivo extensivo y a los pastos, que no retienen el agua en el suelo”.

Giancarlo Munibe, Aricesar Munibe and Jairo Munibe are fishers and farmers living on the shores of Karate swamp.
Giancarlo Munibe, Aricesar Munibe y Jairo Munibe son pescadores y agricultores que viven a orillas de la ciénaga Carate. Foto: Monica Pelliccia/Mongabay.

Los residentes también dicen que han visto un aumento de las inundaciones en la última década. “Estamos perdiendo cosechas porque se pudren y siempre tenemos un retraso en las siembras”, dice la agricultora Marta Primera Acevedo. Los residentes no pueden sembrar otros cultivos como maíz y frijoles hasta que el agua retrocede. “No tenemos reservas de alimentos y todo es caro debido a la inflación”.

La crisis climática le ha dado un nuevo significado al sistema alimentario tradicional. “Para nosotros, recuperar nuestro sistema ancestral es una urgencia en este momento”, dice Daniela Miranda, de 25 años, residente y estudiante de ingeniería agrícola. Su familia participa en un proyecto agroforestal para plantar 18 hectáreas de tierra con especies autóctonas para regenerar el suelo de La Mojana.

Los recursos hídricos también están contaminados por el mercurio utilizado en las minas de oro cercanas, en zonas del vecino departamento de Antioquia. El impacto de la contaminación por mercurio en esta zona ha sido estudiado durante años por investigadores de la Universidad de Córdoba, pero los pescadores locales dicen que tienen miedo de hacer una denuncia pública. Los residentes cuentan que han observado menos peces, algunos de los cuales mueren en el agua contaminada por el complejo procesamiento de gas de Canacol Energy en el cercano pueblo de El Jobo.

“Lo que amenaza a la reserva zenú es una realidad en La Mojana, como el acaparamiento de tierras para monocultivos y pastos, la contaminación del agua por las minas de oro y las empresas de gas”, afirma González.

Kevin, que pidió no compartir su nombre completo por miedo a hablar, sigue pescando cerca de la ciénaga Carate, a pesar de compartir su preocupación por la contaminación del agua, pero dice que no siempre consigue pescar. Lo mismo le ocurre a Ana Jiménez, de 74 años, pescadora desde hace 65 y madre de once hijos.

Kevin, 26, fishing close to the Karate swamp in La Mojana.
Kevin, de 26 años, pescando cerca de la ciénaga Carate, en La Mojana. Pesca aquí todos los días a pesar de su preocupación por la contaminación del agua. Foto: Monica Pelliccia/Mongabay.
Wilson Pastrana, an ecologist and a farmer, working on a project for ecosystem restoration in La Mojana.
Wilson Pastrana, ecologista y agricultor, trabajando en un proyecto de restauración del ecosistema en La Mojana. Foto: Monica Pelliccia/Mongabay.

“Es difícil seguir utilizando nuestros sistemas tradicionales; estamos rodeados de plantaciones de arroz modificado genéticamente que utilizan pesticidas”, dice Wilson Pastrana, de 45 años, mientras conduce su moto.

Ecologista y agricultor, Pastrana trabaja en un proyecto de restauración del ecosistema en La Mojana. Durante la última década, con el apoyo de autoridades gubernamentales y del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), han replantado variedades antiguas de árboles como el inga (Inga edulis) y el roble (Tabebuia rosea) en 70 hectáreas de terreno para regenerar los nutrientes del suelo reducidos por el monocultivo.

A pesar de los desafíos, Miranda afirma que los agricultores siempre encontrarán formas de adaptarse al cambio climático: “Utilizar semillas ancestrales significa adaptarnos a nuestra tierra específica o a las condiciones climáticas. Volver a ellas es una necesidad urgente”.

* Imagen principal: Remberto Gil muestra tres variedades de maíz almacenadas en la Casa Comunitaria de Semillas, gestionada por la asociación ASPROAL. Foto: Monica Pelliccia/Mongabay.

Referencias:

Galeano-Páez, C., Espitia-Pérez, P., Jimenez-Vidal, L., Pastor-Sierra, K., Salcedo-Arteaga, S., Hoyos-Giraldo, L. S., … Espitia-Pérez, L. (2021). Dietary exposure to mercury and its relation to cytogenetic instability in populations from “La Mojana” region, northern Colombia. Chemosphere265, 129066. doi:10.1016/j.chemosphere.2020.129066

Historia original publicada en inglés: https://news.mongabay.com/2024/02/indigenous-zenu-turn-to-ancestral-seeds-agroecology-to-climate-proof-their-farming/

Publicado originalmente en Mongabay Latam

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