Sembrando vida, despojo y reordenamiento territorial

Eliceo Ek

Foto: Maya Goded / Hablan los pueblos

Canek dijo:

“Nosotros somos la tierra. En nosotros

Maduran las semillas, nosotros alimentamos

Las raíces. Bajo nuestras plantas caminan las aguas de los cenotes.

Nosotros somos la tierra”. Ellos son la sustentabilidad del despojo

(Canek. Ermilo Abreu Gómez)

Para entender la embestida neoliberal que se cocina en contra de los pueblos originarios, es necesario primero comprender cómo se ha dicho en múltiples ocasiones, cuál es la percepción Maya de TERRITORIO y la diferencia que existe en la percepción occidental del mismo. Así como la estrecha relación que estos han desarrollado con los elementos que convergen en el territorio que han habitado durante milenios.

Desde el plano occidental, territorio sería solo el resultado de apropiación y valorización del espacio, representado por el trabajo y una “producción”; caracterizado por un valor de cambio (Gilberto Gimenes, territorio; cultura e identidades)

Es pues, desde esta apreciación para los grandes poderes, el territorio solo un producto más o un artículo cuyo valor estriba en la cantidad de ganancias que puede o es capaz de generar, para ellos no existe un valor cosmológico o identitario, mucho menos un vínculo con el territorio, algo muy diferente a lo que ocurre con los pueblos originarios que mantienen una estrecha relación, casi una simbiosis con los elementos que componen el territorio (agua, aire, sol, tierra, selva, señores o cuidadores etc.)

Para los Mayas peninsulares, decir TERRITORIO, no solo es hablar de un artículo con signo de pesos, tampoco se limita a una porción de terreno o municipalidad según la apreciación de Edwuin Fernández Sarabia y Carla Zamora Lomelí en su artículo “territorialidad maya en los chenes”.

El territorio para los mayas encierra un entramado de relaciones, un conglomerado de mutua dependencia, “todo lugar es sagrado, todo lugar tiene su dueño, el monte y todo lugar vivo tiene su dueño” (Fanny, et al 2003:84). Al hablar de dueños se refiere sin duda alguna a los guardianes de los montes, selva, cenotes, lagunas, aire, ya que todo es sagrado dentro de nuestra cosmología y esto se extiende a nuestra visión de territorialidad. Cada uno de ellos inciden en los pueblos y tienen una gran influencia en la alimentación, la salud, las cosechas, para lo cual se le debe brindar ofrenda a cada uno de los guardianes a fin de que ellos estén fuertes y vigorosos para cumplir con su labor que es mantener el equilibrio en el territorio y al mismo tiempo, conforme ellos se encuentren contentos por las muestras de agradecimiento del pueblo tendremos mejores cosechas, menos desgracias y enfermedades.

Sin duda alguna, el vínculo y los lazos que existen entre los pueblos mayas y los elementos que componen el territorio, ha sido parte importante para mantenerlo saludable. Así pues; desde la cosmología de los pueblos mayas, el territorio es un sujeto en sí mismo, un sujeto que siente, sufre, vibra y responde a las muestras de agradecimiento de los hombres de maíz.

Lamentablemente, este vínculo se ve amenazado desde hace cientos de años con la llegada del hombre blanco que cada vez avanza más en la cosificación de la naturaleza a fin de explotar la riqueza que se encuentra en los territorios indígenas, es el caso de un programa asistencialista implementado por la actual administración cuyo objetivo real es seguramente el reordenamiento territorial, disminución de fronteras de cultivo a los pueblos indígenas y sin duda alguna el neoesclavismo al convertir en jornaleros a los campesinos(entiéndase por campesino a los pueblos indígenas). Programa por demás nocivo y lesivo ya que en sus mismos lineamientos se puede encontrar la pretensión real de dicho programa, donde podemos ver que, más allá de beneficiar y generar empleos pretende la implementación a gran escala de monocultivos de manera gradual y nos referimos al programa “sembrando vida”.

Analizando los lineamientos de dicho programa llegamos a la conclusión que no puede ser más racista y discriminatorio, a la vez que minimiza los saberes y conocimientos ancestrales.

En la introducción de dichos lineamientos se puede leer: “la riqueza se concentra en las zonas rurales, allí se encuentran la mayor cantidad de recursos forestales, también allí se asientan los pueblos originarios que han causado la degradación de los suelos”(lineamientos del programa sembrando vida, introducción) analicemos primeramente este párrafo tendencioso y con un mensaje entre líneas que quizás los hermanos que optan por acceder al programa no pueden comprender bien sea porque no somos dados a leer y analizar o porque no se les explica la realidad que se encuentra detrás de los “programas asistencialistas” (que esto último es el motivo real, ya que se aprovechan de la ignorancia e ingenuidad de los pueblos)

Si bien es cierto que los pueblos indígenas poseen una quinta parte del territorio nacional y un 60% de la riqueza forestal, mineral e hidráulica se encuentra en esos territorios que se encuentran bajo custodia de los pueblos originarios, tampoco es menos que cierto que, de existir una degradación o deforestación, esto no puede ser atribuible en manera alguna a los mismos ya que, si de buscar culpables se trata. Entonces él o los únicos culpables son el gobierno coludido con los empresarios y grandes empresas transnacionales para la distribución de agroquímicos que empobrece, erosionan la tierra, contaminan los acuíferos y dañan considerablemente la flora y fauna de estos territorios. Acerca de la sobreexplotación que refiere es precisamente causada por la ambición de los mismos empresarios y en gran medida del crimen organizado que ha encontrado en el contrabando de especies forestales un buen ingreso económico, solapado también por las mismas autoridades.

Continúa mencionando los lineamientos que, los “SA”, ¿NO cuentan con el conocimiento y recursos necesarios para generar alimentos y “ellos representan una gran oportunidad”? aquí cabe preguntar, oportunidad ¿para quién o quiénes? Ya que al continuar el análisis de dichos lineamientos podemos entender que la esencia principal es la implementación a futuro de los monocultivos a gran escala, al fomentar el desarraigo, al introducir “nuevas formas de trabajar la tierra”, efectivamente se va perdiendo el conocimiento y manejo ancestral que los abuelos nos legaron acerca de la forma en la cual debíamos coexistir con la naturaleza y producir alimento para nosotros, para los dioses o guardianes y para la tierra misma, conservándola y logrando su regeneración mediante el proceso cíclico de cultivo que tradicionalmente practican los pueblos indígenas. Otro factor muy interesante y digno de recordarle a quienes elaboran los lineamientos y reglas de operación de dichos programas es que el conocimiento que hoy día esgrimen y se jactan de poseer es CONOCIMIENTO INDIGENA, conocimiento arrancado a las comunidades mediante el llamado extractivismo que aun hoy día continua mediante las llamadas residencias, tesis, trabajos de investigación que desempeñan psicólogos, agroecólogos, antropólogos con excepciones, al servicio del gran aparato del Estado, entonces podemos decir que efectivamente existe pobreza y/o falta de recursos para producir alimentos pero, también justo es decir que es motivado por el saqueo y despojo cultural, de saberes o extractivismo de conocimiento que se realiza a la par del despojo territorial.

El neoesclavismo que se pretende impulsar desde las altas esferas gubernamentales al fomentar aún más la dependencia total hacia los programas solo nos enseñan sin lugar a dudas la punta del iceberg, ya que paulatinamente se irá desplazando el cultivo de temporal para dar paso a monocultivos o semillas modificadas que puedan coexistir con dichos monocultivos, propiciando así el exterminio de la agricultura tradicional y formas de vida de los pueblos indígenas, principio de ello es el cambio drástico que se está llevando a cabo en las formas de organización comunitaria donde no se toman en cuenta las asambleas comunitarias y solo en un reducido grupo de beneficiarios se toman las decisiones que competen a la totalidad de los ejidatarios y la comunidad.

También tenemos el hecho de que el programa en sí mismo impulsa la deforestación para que los candidatos puedan acceder al programa, ya que es notoria la tala de monte alto con este objetivo, pero más preocupante aún son los problemas de fondo que está presentando y que da lugar a la ruptura del tejido social con estallidos violentos incluso como el acaecido en Tahdziu, municipio de Yucatán recientemente donde el programa invadió áreas de trabajo de otros ejidatarios que no se encuentran en el programa, con el consentimiento del comisario ejidal, en quien recaen los errores ¿involuntarios? como la falta de una asamblea para informar en su momento de la implementación del programa en la comunidad y la complicidad del técnico en jefe quien por comodidad nunca quiso darse por enterado o no quiso por conveniencia sencillamente, aplicar los lineamientos tal cual, es pues entonces el programa “sembrando vida” el caballo de Troya que se está introduciendo en las comunidades como una fase experimental para dar paso al agro cultivo.

Ahora, el tiempo nos da la razón a quienes, escépticos aseguramos en su momento, la inutilidad del programa; y que solo sería una plataforma más de corrupción, explotación y enriquecimiento de los responsables técnicos. Así como los servidores de la nación quienes con el pretexto de “no nos pagan los sueldos”, exigen a los sembradores cantidades que van desde 400 hasta 600 pesos semanales, más su alimentación. En caso de negarse los beneficiarios a sus deseos y caprichos, entonces amenazan con sacarlos del programa a pesar de ya tener una plantación en marcha, para ingresar a otro (a) en su lugar.

Con todo y los problemas organizativos, sociales e impactos culturales que este programa está generando en las comunidades. La situación que en la actualidad nos preocupa es precisamente lo que líneas arriba se ha mencionado y es que, en Tahdziu por ejemplo en el presente siclo; la disminución del cultivo de maíz ha sido drástico. Toda vez que a decir del C. Demetrio Valle “de 110 productores ingresados al programa sembrando vida, y quienes habitualmente sembraban los cultivos tradicionales como: maíz, chigua, frijol etc.; en esta ocasión solo 20 de ellos (los que tienen un poco más de solvencia económica y pueden pagar para que les ayuden con la tumba, limpieza y mantenimiento del cultivo) hicieron milpa”. Lo cual ha redundado en la escasez del grano para alimentar a sus familias, trayendo como consecuencia el aumento del precio hasta en un 70%. Lo trágico quizás de esto es, el hecho de que este maíz que ante la escasez y la alta demanda que se tiene, el gobierno Mexicano a través de SEGALMEX está importando maíz transgénico de EE. UU. principalmente para dotar a las comunidades a precios excesivos llegando a costar el bulto de 50 kg, de 480 a 530 pesos.

El panorama no es halagador para el campo mexicano, pues como se mencionó, estamos ante el intento de exterminio del maíz nativo y el cultivo tradicional para dar paso al cultivo agroindustrial donde las grandes corporaciones serán las encargadas de controlar la producción mundial de alimentos. A menos que el campesino tradicional recapacite y retorne al cultivo tradicional de maíz, el gobierno en complicidad con corporaciones como Bayer, Monsanto, Cargill etc. Habrían logrado su objetivo y se podría iniciar en México con la segunda fase que sería la distribución de semillas “terminator” en las comunidades para hacerlos dependientes y a un paso de legitimar las transnacionales que monopolizan los cultivos y métodos de alimentación.

Como dice santos vera castillo, comunero de tahdziu; “nos quitan nuestra agua, nuestra cultura para folclorizarla y hacer negocio, nos despojan de nuestras tierras y ahora con el programa sembrando vida que impide a los productores la posibilidad de sembrar nuestro maíz nativo, por el tiempo que exige el mismo. Nos pretenden quitar, exterminar el maíz que nos enseñaron a sembrar los abuelos durante miles de años; nuestra identidad, forma de vida y esto es porque desconocen la estrecha relación que hemos desarrollado con el maíz y la tierra. Nuestro maíz no solo es una cosa a la que le podamos poner signo de pesos, es parte de nosotros mismos, pues según el Popol vuj de él fuimos creados, es nuestra carne, nuestra fuerza, es alimento para nosotros y nuestros Yuumtsil”.

Y tiene razón, ya que como dice Silvia Ribeiro: “

El maíz no existe sin las comunidades que lo crearon. Defender el maíz. Es defender los derechos integrales de los pueblos indios y campesinos, no leyes para que los gobiernos los controlen mejor”.

Esto último, pasando sobre los derechos de los pueblos indígenas; es lo que parecen impulsar realmente los programas asistencialistas del actual gobierno mexicano. Para entregar el territorio a las trasnacionales.

Publicado originalmente en Múuch’ Xíinbal

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