Era común que Jesús Escamilla y yo no nos encontráramos por el Centro, pues los dos lo hemos habitado por muchos años. El Centro Histórico es nuestra casa. La última vez fue a inicios de la pandemia, previo a que se cerraran todos los negocios y antes del llamado a estar en casa. Nos tomamos las últimas cervezas antes de enclaustrarnos y prometimos volver a vernos lo más pronto posible, pues entre cervezas y botanas surgieron varios proyectos que teníamos que llevar a cabo. Jesús fue el pilar fundamental que soportó al Movimiento de Solidaridad con Cuba desde hace muchos años. Por él, por Tamara Barra y por Irene Franco, fue posible que realizar un viaje a Cuba, para donar al Centro de Estudios Martianos una copia del busto de Cintio Vitier, una deuda moral que yo tenía con la Isla, y que fue posible, porque el Movimiento se entusiasmó, pagó su fundición y también hizo todo los tramites logísticos y aduanales con el embajada de Cuba en México. Ese día celebramos el gusto de vernos y recordamos con alegría, haber podido instalar los bustos de Villa, Zapata, y el de Tina Modotti en un modesto jardincito de la hoy Alcaldía de Azcapotzalco. Esto fue posible porque tanto Escamilla, Pablo Moctezuma Barragán que era el Delegado en ese momento, y yo, la admiramos mucho, y a ratos parecíamos disputarla como unos eternos enamorados. Jesús me contó que el año pasado, ya fuera de la administración actual de esa demarcación, fue a llevarle flores. Estaba muy contento con la escultura. “La única escultura en todo el mundo a Tina, ni en Italia” me decía mientras chocábamos los tarros. Ese domingo estuvimos toda la tarde y la noche hasta que cerraron el bar. Me contó de cuando militaba en el Partido Comunista y su viaje a Rusia. De cuando la militancia era de otra manera, más comprometida, con más mística. Escamilla era claro y hablaba de frente cuando veía que algo no estaba funcionando, y muchas cosas de lo que veía en Morena y el gobierno no le gustaban, pero aún con eso pensaba que algo se había avanzado. Sin embargo su tema era otro. Él estaba concentrado en mantener el núcleo de apoyo incondicional a la solidaridad con Cuba. Esa misma noche, muy a su pesar y contra su voluntad, hizo unas llamadas para cancelar el Encuentro Nacional de Solidaridad, que se llevaría a cabo este año, pues la emergencia sanitaria se venía sería y grave. Estaba molesto porque hace años, habíamos proyectado una placa conmemorativa en la casa de la calle Emparan 49, en la Tabacalera, donde en los años 50´s se conocieron Fidel y el Che. El Movimiento me había invitado a diseñar una digna placa en bronce que pondríamos junto con la Embajada de Cuba, pero la Delegación Cuauhtémoc se enteró, se nos adelantó y puso una porquería que no estaba a la altura del acontecimiento histórico. Me preguntó si podíamos volver a retomar el tema y le dije que sí, que en cuanto acabará la emergencia sanitaria, yo le presentaría un diseño. Salimos a la calle. Esa noche nos despedimos en medio de una brisa ligera. Le alcancé a gritar que no se me olvidaba que teníamos otro pendiente de hace años, y que de cumplirlo, haría muy feliz a Aleida Guevara, la hija del Che. Jesús Escamilla se sonrió a lo lejos y gritó: “Ni me digas, que me da pena con Aleida. Pero primero la placa porque es más fácil, y luego lo otro, de neta.” Hoy Jesús Escamilla murió por Covid hace unas horas, como han muerto miles en México. Esa maldita pandemia nos está arrancando de manera sorpresiva a los nuestros, a la gente buena, a la que queremos. Se la está llevando de la manera más brutal, sin oportunidad de despedirnos, y nos está también dejando cada vez más solos.
Seguiremos con Cuba, Jesús. Buen viaje.
Alfredo López Casanova
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