Se recrudece el fuego en la Ucrania congelada

Iñigo Saenz de Ugarte/ El Diario Foto: Sodel Vlad

La crisis de Ucrania ha tenido la habilidad de dejar obsoletos los análisis no ya en cuestión de días, sino de horas. En 24 horas, Gobierno y oposición han firmado el acuerdo de reparto del poder que le estaba reclamando la Unión Europea, el presidente ha abandonado de forma sorprendente la capital, la policía ha desaparecido de las calles de Kiev, la oposición ha tomado el poder en el Parlamento, destituido a Yanukóvich y liberado a la ex primera ministra Timoshenko, y Yanukóvich ha denunciado un golpe de Estado.

Como en toda situación revolucionaria, las decisiones tomadas en los despachos han sido superadas por los acontecimientos de la calle. El viaje (¿o huida?) del presidente ha creado un vacío de poder que la oposición ha ocupado rápidamente. Las votaciones han sustituido a cualquier consideración sobre la ley o los acuerdos del viernes. ¿En qué estaba pensando Yanukóvich cuando cogió el avión? ¿Sabía ya que las fuerzas de seguridad iban a retirar a los policías de la calle y que el jefe del Ejército iba a confirmar que nadie podía contar con su intervención? No lo sabemos.

Lo que sí es un hecho es que varios millonarios (Ucrania también tiene sus oligarcas) que habían apoyado a Yanukóvich durante años ahora se habían distanciado de él. Por ejemplo, Rinat Akhmetov, el hombre más rico del país y procedente de la zona industrial del este. En un comunicado, dijo: “Mi posición sigue siendo la misma. Apoyo una Ucrania unida, independiente y fuerte. Hoy hago un énfasis especial en la palabra ‘unida’, porque nunca ha sido eso tan importante como ahora”.

Diputados de la oposición han señalado que Akhmetov no era el único oligarca que había abandonado al presidente, y que este era consciente de eso el viernes cuando dejó la capital. Sin apoyos políticos y económicos, prefirió esperar acontecimientos fuera de Kiev, y eso fue su perdición.

El Parlamento ha puesto en marcha y ejecutado el proceso de destitución más rápido de la historia. No ha intervenido el Tribunal Constitucional como marca la ley, a menos que su presidente haya dado su visto bueno de forma verbal, lo que tampoco sería muy presentable. El asunto se ha presentado a la Cámara y se ha votado en cuestión de minutos.

Ha salido aprobado por unanimidad, pero la mayoría de los diputados del partido de Yanukóvich no estaban presentes. Es probable que unos 20 o 30 de ellos se hayan pasado a las filas de la oposición. Tampoco nadie estaba en condiciones de garantizar la seguridad de sus partidarios. Y mucho menos con activistas de los grupos ultranacionalistas haciendo guardia en la entrada del Parlamento.

El resto del país permanecía expectante pero en Jarkov los políticos del Partido de las Regiones, el de Yanukóvich, ya se habían movilizado, aunque a la defensiva. Allí estaba anunciada para el sábado una asamblea de dirigentes de las regiones del este y sur del país, la mayoría del partido del presidente, para analizar los acontecimientos.

Según algunas informaciones, el gobernador de la región de Jarkov, Mijaíl Dobkin, estaba dispuesto a promover una declaración separatista para impedir la toma del poder en Kiev por la oposición. De ahí que se dijera el viernes por la noche que Yanukóvich se dirigía allí para contener a los grupos más radicales del este.

La asamblea, a la que han asistido unas 3.000 personas según sus organizadores, ha terminado con un comunicado en el que no reconoce las decisiones tomadas por el Parlamento, y eso antes de que este destituyera al presidente. Ha convocado a todas las regiones a que asuman el control de la Administración en sus zonas, sin reconocer la autoridad de Kiev, e incluso ha recomendado la formación de milicias locales para que garanticen la seguridad.

La resolución acusaba a la oposición de no cumplir los acuerdos firmados el viernes, porque los edificios oficiales continuaban ocupados y nadie había entregado las armas. Las decisiones del Parlamento eran calificadas de “ilegítimas” porque habían sido tomadas “en condiciones de terror y entre amenazas de muerte”.

A esa asamblea asistieron como observadores varios políticos rusos, como el presidente de la Comisión de Exteriores de la Duma y gobernadores de las regiones rusas limítrofes con Ucrania.

La agencia ucraniana Interfax, no confundir con la agencia rusa del mismo nombre, ha informado que Dobkin y el alcalde de Jarkov han huido a Rusia. Quizá la fuente sea partidista, pero el portavoz del servicio de fronteras ha confirmado la noticia a AP. Si fuera cierto, sería el fin de las aspiraciones de Yanukóvich, que no el fin de la crisis.

El control de la situación política por las nuevas autoridades de Kiev, si se confirma en las próximas horas, alejaría el riesgo de una partición del país o, en el peor de los casos, de una guerra civil.

Sin embargo, la revuelta de Kiev no ha cambiado la estructura política, social y económica del país. Ucrania sigue siendo un país dividido en dos comunidades con intereses y lealtades históricas diferentes. Timoshenko, la exprimera ministra excarcelada, no cuenta con muchos partidarios en las regiones de Ucrania que hasta ahora eran fieles al partido de Yanukóvich.

Dentro de unos minutos, se espera que Timoshenko se presente en la Plaza Maidán. Es la figura más carismática de la oposición, pero tan polémica y cuestionada como Yanukóvich.

Sus dos etapas de gobierno, la segunda entre 2007 y 2010, estuvieron repletas de problemas económicos, relaciones difíciles con Moscú, de quien depende el suministro de la mayor parte del gas que consume Ucrania, y de denuncias de corrupción. No hay que olvidar que, junto a su marido, fundó una compañía petrolera que unos años después se convirtió en la más poderosa del país, y que comenzó su carrera política en el Ministerio de Energía. Sus intereses políticos y empresariales estaban muy confundidos en esos años hasta el punto de que su familia se convirtió en una de las mayores fortunas del país.

Pronto le asignaron el apodo de la Dama de Hierro de Ucrania. Su admiración por Margaret Thatcher no conoce límites (o por Evita Perón), como demuestra este artículo suyo. Tenía un temperamento tan autoritario como el de Thatcher, pero en su caso no había en el partido nadie que se atreviera a llevarle la contraria y mucho menos a relevarla del poder.

Perdió las últimas elecciones ante Yanukóvich por 900.000 votos y un año después acabó en prisión, condenada a siete años, por un caso que sus partidarios definieron como una venganza política. Ahora sale rodeada por un halo de martirio, pero la victoria, cuando se consigue por la fuerza, tiene muchos padres.

Los grupos ultranacionalistas y ultraderechistas, que casi no tenían representación parlamentaria cuando Timoshenko estaba en el poder, ahora cuentan con al menos el 10% de los votos a nivel nacional y querrán su parte del botín. Alemania ya eligió a su político favorito de la oposición (el ex boxeador Vitali Klitschko), mientras EEUU prefiere a otro líder por creer que a Klitschko le falta experiencia. Para Rusia, todo esto es un golpe de Estado. Cuando se acaben los JJOO de Sochi, seguro que Putin tiene algo que decir al respecto.

24 de febrero 2014

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