Sâo Paulo, donde la periferia sigue sangrando

 Carolina Teixeira

«Suburbana aprendí a renunciar de la luna llena

Quien me ilumina: esa luz fría, un balazo, el freno del autobús

Relleno y me deslizo por las mareas de la ciudad»

ÚteroUrbe

(Útero abierto urgente ancestral poético rojo violento callejero enraizado político delicado)

Un día, cuando grafiteaba un útero en un muro del barrio donde vivo, una mujer se me acercó. Estaba un poco alcoholizada y me veía atentamente, inclinada un poco hacia un lado. Me preguntó por lo que estaba dibujando y le respondí que era eso que imaginaba, aquel órgano que toda mujer tiene. Se sentó y con un verdadero compadecimiento me vio y dijo: «¡órale! tú debes ser alguien triste… traumatizada. Desembucha ¿perdiste un hijo, que te pasó?”.

Hace aproximadamente tres años he perseguido y encontrado, dejado escapar y perseguido nuevamente el territorio-útero. Lo llamo territorio porque estoy enfrentando el útero como lugar de disputa en la sociedad, un espacio alienado del cuerpo femenino y diezmado del imaginario social. De tan potente se transformó en tierra seca. Infertilidad. Aborto. Creo que todo ser viviente tiene un útero alienado, no solo nosotros, mujeres. Pero aquí, desde adentro de este cuerpo busco la recuperación de ese territorio – dentro de mi vientre y en cada callejón que paso.

Caminé por algunas ciudades persiguiendo el útero en un proceso que llamé de resistencia artística (en alusión a la expresión artística), encontrando a otras mujeres, maricas, hombres, transexuales, lésbicas, niños y viejos, y entendí que cada vez está más lejos pensar que somos mujeres por un don divino o porque así no hizo la naturaleza. Más allá de nuestra profunda identidad, somos diversas, tenemos historias y pieles de colores diferentes y no siempre el mismo número de hoyos en la cabeza. Estas personas que conocí contaron las memorias de su cuerpo, al mismo tiempo que iban mapeando escalinatas y avenidas, los lugares prohibidos para descansar y andar por la noche. Mucho silencio y mucho grafiti apareció. Hijas de otras calles. En los encuentros, creamos la cartografía poco a poco revelaba todo el racimo de relaciones que iba de la uña del píe a la calle de la infancia, de la violencia escolar al sudor del cuerpo. Violaciones, muchas violaciones y prohibiciones. Despojos y privatizaciones. Dentro del cuerpo la ciudad se abre y en toda esquina el cuerpo se rehace. En el proceso de acabar el silencio y la vergüenza sale la voz y, en el encuentro con otras mujeres, se hace público. La voz femenina en el espacio público inventa otro cuerpo para nosotras. Otra ciudad. Mira la revolución.

Periferia sur de San Paulo, 6 de marzo de 2016.

Decenas de mujeres caminan por la calles de Parque Ibirapuera en un encuentro que llamamos de Periferia Sigue Sangrando, el cual ya va para su segundo año. Al mismo tiempo en que leemos el manifiesto con la ayuda de un megáfono, los vecinos salen a las ventanas, las motos hacen ruido con el carburador, la iglesia evangélica siempre llena. El contingente que toca maractu es ruidoso y alegre, atrás de nosotros un rastro de pintura roja marca todos los lugares por los que pasamos. En la parada de autobuses, grande, en letra de forma, una mujer negra deja una pinta con que va marcando su territorio: ¡NEGRA, TU PELO ES HERMOSO!

Aquí, en la zona sur, el feminismo tienes que hacer una curva y adentrarse en la  inmensa olla de complejidades que forman este espacio. Sabemos que cualquier feminismo cara paliada sería aquí un mero montaje o la reproducción de una discusión que desciende de otras matrices, otras realidades bastante diversas. Dentro del genocidio en curso en Brasil promovido por el Estado y que mata centenas de negros todos los años, la mujer de la periferia saben en el fondo de su útero que el próximo hijo asesinado puede ser el suyo. Se entiende acá, de este lado, que los hombres no son todos iguales, pues un hombre negro y de la periferia, indígena, de las favelas, no es el mismo hombre que frecuenta los grandes centros de la capital con acceso a todo. Sabemos que la violencia obstetricia mata y mutila a la mujer de piel negra, pues por aquí es parte de la cultura que esa mujer es del tipo que no se cae, mucho menos es frágil. Sabemos que abortar en la periferia tiene otras variables de quienes pueden pagar una clínica cara y que andar en las calles sin iluminación, crecer en familias destruidas por la falta de perspectiva o aprender en escuelas que son verdaderas prisiones, es un proceso arduo que mutila todos los días sistemáticamente los cuerpos. Violación. Aborto. Infertilidad.

Con el compromiso político de quien persigue su propia forma de conocer y actuar, y de quien no puede darse el lujo de separar la vida teórica de la vida cotidiana sin correr el inmenso riesgo de ser una baja más en la guerra que se lleva acabo en Brasil contra los pueblos de las periferias, buscamos hacer un camino inseparable entre nuestra subjetividad y nuestra acción estructural en este inmenso mundo. Un ojo al gato y otro al garabato. Si una de esas perspectivas se aleja, la otra queda coja. Entonces partimos de aquí, de la zona sur, de nuestra experiencia más subjetiva y corporal, más íntima y particular, contra el hecho consumado y frio de que cada cabeza de la periferia es un número en las estadísticas. Esto significa – ya que asumimos políticamente que existirnos – dejar salir la pus de la inflamación de golpes ancestrales, de las cicatrices que viene de la Casa Grande y de las memorias más profundas; dejar venir el autobús lleno, el desempleo, los golpes en la cara del hombre que amo o la pérdida del feto, dejarlo venir… para ver, iluminar, curar. Inventar nuevas subjetividades, atravesar abismos y cerrar círculos viciosos ha sido nuestra construcción de horizontes en el mapa de las relaciones que se establecen en el hacer y compartir historias con otras mujeres. Tejemos el mapa, en él nos inserimos y de esa colectividad brota algún tipo de fuerza o florecimiento, un retoño vulnerable y comunitario, a veces violento y desgarbado, para retomar nuestras vidas de una manera más integra y creativa. ¡Vaya! palabra difícil, creativa. Continuemos: poco a poco, un contraataque. Este contraataque toma forma y expresión en nuestra colectividad que busca transformar también nuestra vida pública. La calle ahora es nuestra casa, tardó y de ella también queremos respuestas. Pues, si nos comprometemos en trazar el camino de nuestras intimidades más silenciadas, hacer nuestra propia estrategia de luchar es asumir las consecuencias de estas trasformaciones en el día a día y en los espacios que frecuentamos en solidaridad con las otras hermanas.

El encuentro  Periferia Sigue Sangrando es de aquellas explosiones de sentido en que una cosa quiere decir dos cosas opuestas al mismo tiempo y ahora. Para nosotras, portadoras de un útero, no es ninguna novedad sentir alivio en sangrar todos los meses y odiar esa sangre que nos lastima. La periferia de San Paulo sigue sangrando por el genocidio que mata a tiros a nuestros adolescentes y, silenciosamente, roba nuestra merienda. Esa sangre no la queremos más. Sin embargo, desde lo alto da la recuperación del territorio de nuestros cuerpos y los tejidos de nuestra red de solidaridad, gritamos nuestra fertilidad y nuestros úteros vivos, esa sangre que es nuestra y trae salud y bendición para nosotros y las futuras generaciones: Periferia Sigue Sangrando y no para.

Traducción: Ernenek Mejía

foto: Marcelo Aguilar

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2 Respuestas a “Sâo Paulo, donde la periferia sigue sangrando”

  1. Daniel

    Perdoname loca! Pero las madres que sienten el el utero que pueden perder a sus hijos es porque no supieron educarlos como corresponde. Mi madre nunca tuvo este miedo justamente porque sabia la creanza que me habia brindado. Gente de bien, no es muerta por la polícia. Brasil es un gran país, y lamentablemente las noticias que salen de acá es sólo de crimenes, cuando esto no es la realidad. Vivo acá hace 34 años y nunca he sido robado. Camino al lado de gente decente.

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