El rostro de los refugiados

L'Ombelico del Mondo

Es viernes 3 de agosto de 2018 y dos jóvenes inmigrantes africanos se aprestan a ofrecer una conferencia a la prensa española en Palma de Mallorca, dispuesta por el gobierno de las Islas Baleares. Sentados detrás de una mesa de madera con varios micrófonos, el corpulento Japhet Ntouba le da un empujón hacia delante al más delgado Omran Osman, quien sostiene unos papeles que leerá a continuación. A su lado, una intérprete traducirá a Occidente el periplo de alrededor de cuatro mil kilómetros que en dos tortuosos años lo llevó a tierra europea. Primero, Omran agradecerá a España haberlo acogido: “Sin vosotros estaría en el fondo del mar”. Ese es el primer título que divulgará la prensa. El otro será: “En Libia me obligaron a violar menores y corderos”. Omran y Ntouba son dos de las 630 personas que fueron rescatadas una noche de mediados de junio por el Aquarius, el barco de las ONG Médicos Sin Fronteras y SOS Mediterranée que el nuevo presidente español Pedro Sánchez decidió recibir en Valencia tras la negativa del gobierno italiano.

Omran y Ntouba le ponen cara a las 44.400 personas al día que se ven obligadas a huir de sus hogares debido a conflictos y persecuciones en todo el mundo. Son parte de ese Sur que se traslada hacia el Norte en pos de un futuro mejor. El 85 por ciento de los desplazados provienen de países en desarrollo, indica el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). Alrededor de 68,5 millones de personas se desplazaron el año pasado, es decir, una Argentina y media. La cuestión de los desplazados se erige así como una de las problemáticas más importantes y crueles de la actualidad, que de tanto en tanto sacude las aguas impávidas de la indiferencia internacional para poner la fotografía de un niño sirio ahogado en las costas turcas en todas las portadas de los diarios, o para ofrecer una explicación a los brotes de xenofobia de los países centrales.

En abril de 2016, Omran, de 28 años, partió de Sudán, su lugar de origen, luego de que organizaciones armadas matasen a su padre. Según contó a la prensa española, junto a otras 56 personas recorrió el Sahara durante casi dos semanas sin beber ni comer hasta arribar a Libia, donde fue detenido y encarcelado. “De las 56 personas que éramos, 17 murieron en la cárcel. No teníamos prácticamente comida y el agua estaba contaminada. Para salir, tuve que pagar 14.000 dinares que me mandó mi familia, después de vender su casa”, relató. Una vez en libertad –escribe la periodista española María Antonia Cantallops, que accedió a una entrevista con los dos refugiados y dialogó con L’Ombelico del Mondo–, Osman trabajó unos cuatro meses en unos campos de Trípoli, donde el dueño lo trataba como esclavo. Fue allí donde lo “obligaron a violar menores y corderos” hasta que nuevamente lo regresaron a la cárcel. Para obtener su libertad le obligaban a pagar otra gran suma de dinero, imposible para Osman, por lo cual tomó la determinación de escaparse. Desde la ciudad de Zuara partió en una pequeña barcaza junto a 119 personas, con destino a suelo europeo. Apenas pasadas las trece horas de naufragio, la barca quedó sin combustible. Quedaron a la deriva hasta que una embarcación de bandera libia los recogió, con el objetivo de devolverlos a donde habían partido; por lo cual, Osman y otros 12 compañeros se lanzaron al mar. Más tarde, fueron recogidos por unas lanchas italianas que los transportaron al Aquarius.

Africa refugiados la-tinta

Por su parte, Japhet Ntouba, de 26 años, partió hace un año de Camerún en busca de una mejora socioeconómica. Con dos hijos pequeños a cargo, decidió ir a buscar trabajo a Argelia, para lo cual cruzó Nigeria y, luego, Níger, donde una mafia, en vez de trasladarlo a Argelia, lo terminó por llevar a Libia. Según reproduce Cantallops para el diario El Mundo, Japhet contó: “Nos metieron a 24 personas en un vehículo 4×4. Cuando llevábamos cuatro días de viaje por el desierto, pregunté dónde nos llevaban y empezaron a pegarme y a decirme que me callara si no quería morir. No teníamos agua ni comida y una persona falleció en el camino. Al llegar a Libia, nos metieron en la cárcel”. Al igual que Osman, debió recurrir a su familia para pagar el precio de su libertad, dictaminado autoritariamente por las mafias libias. Una vez libre, trabajó ocho meses para conseguir el dinero para pagar su viaje a Europa. Junto a otras 117 personas, zarpó en una barcaza que al poco tiempo se quedó sin combustible. En medio del Mediterráneo, sin agua para beber, la barca comenzó a hundirse. Empezaron a achicar la barcaza a medida que la desesperación les invadía. Hasta que un helicóptero los divisó y les alertó de que un barco iría a rescatarlos. Cuando llegó el rescate, la desesperación era tal que provocaron el vuelco de la barca y cinco personas terminaron ahogándose. Japhet, al igual que Osman, alcanzó a incluirse dentro de los 630 integrantes del Aquarius.


Japhet y Osman tuvieron, sin embargo, algo de suerte. No por el periplo por el continente africano, sino por haber alcanzado al Aquarius, un buque que desde su primera misión en febrero de 2016 ya ha rescatado a 30 mil vidas; mientras que, solo en lo que va de 2018, 1.600 personas han muerto en el mar Mediterráneo. Un nuevo informe de la ACNUR indicó que este es uno de los años más mortíferos para quienes quieren cruzar el Mediterráneo: 1 de cada 42 personas que llegan a Europa por esta ruta perece en el intento.


Ahora, ambos residen junto a otros 14 inmigrantes provenientes del Aquarius en un refugio de acogida dispuesto por el gobierno, a la espera de saber si le conceden el estatus de refugiados. Este se encuentra regulado en el derecho internacional por la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951, cuya supervisión corre por parte de ACNUR, y establece el principio por el cual los refugiados no deben ser expulsados o devueltos a situaciones donde su vida o su libertad estén bajo amenaza.

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Sin una política común europea que trabaje fuertemente en pos de resolver la situación de los refugiados, son las ONG las que vienen paliando esta crisis. Una de ellas es la ONG española Proemaid. Se trata de un equipo de bomberos, buceadores, nadadores de rescate y profesionales sanitarios rotativos que ayudan de forma voluntaria en el sureste de la isla griega de Lesbos desde 2015 y, desde septiembre de 2017, también en el Mediterráneo Central.

María Antonia Cantallops participó en algunos de los proyectos de la ONG en la isla de Lesbos, que relató a L’Ombelico del Mondo: “Habíamos organizado el envío de 11 contenedores de ayuda humanitaria, cuatro a Grecia y el resto a Siria; por lo que fuimos a allí para ver que la ayuda haya llegado a buen término”. Además de la ayuda humanitaria, buscaron poner en marcha el proyecto Agua, que busca trabajar con niños el trauma que tienen luego de haber pasado por una travesía por el mar. Participaron niños de los campamentos de refugiados Pikba, ya que en los campamentos de Moria y Taratete no los dejaron ingresar. “Entonces (en junio), la situación en esos momentos no era tan grave como la de ahora –explica Cantallops–. Moria, que es donde se está peor, es un campo de refugiados que está concebido para unas tres mil personas y actualmente alberga a casi ocho mil”. Y agrega: “Hay muchísimos niños que prácticamente no tienen sus necesidades básicas cubiertas: van vestidos en harapos, no tienen acceso a duchas y la comida, pues, no es digna y mucho menos para un menor”.

Desde el estallido de la guerra en Siria en 2011, y tras el cierre de la ruta de los Balcanes, la isla de Lesbos pasó de ser un paraíso turístico a uno de los lugares de acogida de refugiados y migrantes más grandes. A sus costas llegaron los cadáveres de quienes perdían la vida entre Grecia y Turquía. Allí, en el campo de Moria, otro voluntario cocinero español ha montado un contenedor marítimo que transformó en cocina para ofrecerle comida a entre 200 y 300 personas, “para dignificar un poco la situación de estas personas migradas que, en algunos casos, llevan más de dos años en Moria sin saber cuál va a ser su futuro”.

Grecia refugiados isla de Lesbos la-tinta

La inmigración ha vuelto al puesto número uno de las preocupaciones de los europeos, por encima del terrorismo y el empleo. Sin embargo, son pocas las políticas que se vienen adoptando al respecto, a la vez que se refuerzan los sentimientos xenófobos y las políticas antinmigración y racistas como las que encabeza el ministro de Interior italiano, Matteo Salvini. Por ello, Cantallops afirma: “Es Europa quien debe marcar la pauta. En cuanto las reacciones de gente que está en contra, efectivamente es así; de ahí la importancia de sensibilizar sobre este tema, de entender que muchísimas personas se dejan la vida a diario en el Mediterráneo buscando un futuro mejor. Y ahí está el click: ver que se trata de una cuestión de vida o muerte y que hay que aunar esfuerzos, consensuar de manera conjunta todos los países de la Unión Europea porque hoy vienen refugiados de Siria, de África. ¿Quién nos dice que mañana no tengamos que ser nosotros los que tengamos que irnos a otros sitios? Y de esto tenemos precedentes en este sentido”.

Publicado originalmente en L’Ombelico del Mondo

Fotografías de La Tinta

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