Rosa Nelly, la madre de las madres centroamericanas

César Contreras León*

De nuevo sonó su voz en la noche
[…]

–¿Me quieres?

–Hasta más allá de la muerte

(El vampiro, Froylán Turcios)

Te fuiste el 28 de marzo. La noticia llegó como relámpago, pero tu partida ha sido más bien un trueno que no ha dejado de ser ensordecedor. ¡Ay, Rosa Nelly! ¿Qué vamos a hacer sin ti? Es como perder el norte. ¿Para dónde le damos, si siempre nos supiste guiar?

De pronto ha sido insuficiente ver la esquela con tu foto en blanco y negro, soltarte una lágrima y subirnos al mundo que nos exige seguir y enfocarnos como caballo en carreras. La violencia y el horror nos hacen formar un callo respecto de la muerte, pero hay que resistirse a esas armaduras falsas (y tú nos enseñaste a resistir). Las pausas son necesarias. Por eso, vale la pena recordarte y dejar que nos duelas.

He escuchado todas las leyendas de cómo fundaste en 1999 con otras mujeres valientes el COFAMIPRO (Comité de Familiares de Migrantes Desaparecidos de El Progreso, Yoro, Honduras) y todavía no dimensiono todo lo que implicó para ustedes poner los cimientos de esa gran organización. A través de la antiquísima Radio Progreso “la voz que está con vos”, empezaron los esfuerzos por difundir la búsqueda de las y los migrantes: esa  bola de nieve que luego fue imparable. La fuerza y organización necesarias para coordinar esa primera caravana de familiares de migrantes [1] me parece inconcebible por titánica, pero como bien lo decías: “nada es imposible para un comité que nació del llanto y la esperanza”. Buscabas desde el siglo pasado a tu sobrino, lo encontraste después de años, pero eso jamás te detuvo para buscar a todas y todos. Este año, COFAMIPRO cumple 25 años y está fuerte, porque la verdadera organización –y tu apuesta– no fue depender de la eternizada gerencia unipersonal, sino de los procesos de involucramiento y distribución del trabajo colectivo.

Cuando en México comenzó la estrategia de seguridad militarizada contra el narcotráfico en 2006, el COFAMIPRO tenía años ya de experiencia en organización. De esa experiencia –junto con la del Comité Eureka y la de otros tantos de diferentes países latinoamericanos–, abrevaron los nacientes colectivos mexicanos, que adoptaron las capacidades organizativas para coordinar brigadas de búsqueda, generar canales de interlocución con autoridades y repartir labores en la conducción de los colectivos. También incorporaron el análisis profundo de la realidad: “¿Por qué desaparecen a los nuestros?”. Rosa Nelly Santos, tú podías hablar horas del sistema económico, patriarcal, colonial y de macrocriminalidad, sin pretensiones, sin palabras de oropel, con la claridad que no tiene la academia, pero con la profundidad de alguien que lleva toda una vida entendiendo lo incomprensible de la violencia.

Denunciaste y jamás callaste sobre el fraude presidencial de Juan Orlando Hernández[2]. Organizaste colectas de víveres e hiciste de todo para acuerpar a los migrantes en los éxodos centroamericanos, protestaste frente a las embajadas de varios países, pero particularmente de la Embajada de Estados Unidos. Y todo esto lo hiciste desde Honduras, desde el Triángulo del Norte, una esquina del mundo, un rinconcito sagrado, desde donde los clamores de justicia se pierden en la angostura centroamericana.

Busqué en mis fotos y, por suerte, te encontré. Siempre con tu bastón inconfundible, que usabas para dar énfasis en algún largo discurso. En la mayoría de las fotos, al lado de madres buscadoras centroamericanas sobándoles la mano con complicidad amorosa. En otras, con las más altas autoridades de México, como con el ex-procurador Raúl Cervantes Andrade, que se puso nervioso cuando le dijiste que fuera a Honduras a conocer a tus compañeras y ser testigo de su lucha. Luego vi un video de la marcha del 10 de mayo de 2018, donde desde el Ángel de la Independencia, tomaste la palabra e hiciste apología a la solidaridad entre los colectivos de buscadoras de México y los comités de madres centroamericanas en búsqueda. La lucidez y dignidad de tu palabra tocó todas las puertas y alcanzó a abrir cientos de corazones.

Apenas en enero falleció doña Clementina Murcia, también del COFAMIPRO, una mujer de extraordinaria fuerza que encontró en 2017 a uno de sus dos hijos desaparecidos. Lo localizó en Guadalajara, llegó en la caravana y lo abrazó después de 16 años en uno de los reencuentros más conmovedores que se hayan visto. Ahí conoció a su nieta de 15 años. Doña Clementina y la Fundación para la Justicia llevaron a la Suprema Corte la exigencia de que pudieran revisar los expedientes de búsqueda de los migrantes desde sus países de origen; ella falleció sin saber el paradero de su otro hijo desaparecido, a quien buscó hasta el último aliento.

Doña Clementina tenía diabetes, como tantas madres más del COFAMIPRO y de todos los colectivos. Es tremendo cómo tantas buscadoras han perdido la vida por la violencia o por las afecciones que ocasiona la desaparición. Recuerdo cuando una representante de la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV) explicaba de manera condescendiente que no se podía encontrar el nexo causal entre la diabetes y la desaparición y que, por ello, la CEAV no se podía hacer responsable de esos temas de salud, pero que seguramente era cuestión de mejorar la alimentación y bajar de peso. “¡Mírenos, todas tenemos diabetes e hipertensión! ¡Está viendo a los ojos las pruebas que busca!”, dijiste señalando a tus compañeras con el bastón y se hizo el silencio. Entiendo que es una deuda pendiente el que lleguen las medidas de ayuda, asistencia y reparación a Centroamérica, de esas batallas que empezaste y tocará seguir. 

Ahora que tanto se habla de los recintos diplomáticos, vale la pena recordar que luchaste por años para que las embajadas y consulados se convirtieran en la puerta de entrada para la justicia: “Si el crimen cruza fronteras, la justicia también debe hacerlo”. Así interpelaste a los más indiferentes representantes de las cancillerías, que no querían abrir las puertas de sus pulcras instalaciones diplomáticas a mujeres cargando sus lonches del Pollo Campero (conocida cadena de comida rápida en Centroamérica) después de un largo trayecto para denunciar la desaparición de los suyos.

Pero nada de esto lo hiciste sola, siempre buscaste sumar. Ya sea con la Fundación para la Justicia, con su fundadora, Ana Lorena Delgadillo y con Tirza Flores, la gran abogada hondureña, con quienes impulsaste la Comisión Forense para la identificación de los restos de las masacres en San Fernando y Cadereyta y el Mecanismo de Apoyo Exterior, para poder denunciar y dar seguimiento a las investigaciones desde otros países. Recuerdo perfecto tu mirada ilusionada después de ingresar la primera denuncia de una persona migrante hondureña desaparecida, desde Tegucigalpa, en 2017, en la embajada mexicana. Antes de eso, todas las denuncias se recibían en la Cancillería de Honduras y simplemente se archivaban.

No se puede dejar de mencionar el lazo que entablaste con el Equipo Argentino de Antropología Forense, en el marco del Proyecto Frontera, para la construcción del banco forense de Honduras, con miras al cruce de información genética entre los países de la región. Admirable la labor para la identificación humana y repatriación de migrantes asesinados en masacres en su tránsito hacia los Estados Unidos.  

Otra organización siempre cercana con tu digno trabajo en el COFAMIPRO ha sido el Comité Internacional de la Cruz Roja, que ahora más que nunca está desempeñando un papel importante en lograr vincular las luchas de los comités del triángulo norte.

Con muchísimas aliadas, pero tampoco eras una persona que regalara su confianza. Mirabas de lado a las personas recién las conocías, como haciendo un escaneo de sinceridad y observando el carácter y el talante. Grande, Rosa Nelly; otras grandes mujeres ahora siguen con esa misma lucha desde el Istmo de América Central: Glenda en AFAMIDEG (Asociación de Familiares de Migrantes Desaparecidos de Guatemala), Lolo en COFAMICENH (Comité de Familiares de Migrantes Desaparecidos del Centro de Honduras), Anita Zelaya con Doña Bertila en el COFAMIDE (Comité de Familiares de Migrares Fallecidos y Desaparecidos de El Salvador), entre otros.

Alma García, la extraordinaria defensora de derechos humanos que te conoció tan bien desde el FONAMIH (Foro Nacional para las Migraciones de Honduras) y la Fundación para la Justicia, nos avisó hace unos tres años que estabas enferma y se mantuvo al pendiente, tanto como pudo. No recuerdo dónde escuché esto, pero así sentí la noticia de tu fallecimiento: “es como si una fuerza imparable de pronto se desvaneciera”. Conozco apenas cachitos de ti, seguro tanta gente que te quiso podría decir mucho más. Por eso invito a que no dejemos de nombrarte, a que todo el afecto que te tenemos te lo podamos seguir enviando, a honrar tu memoria con compromiso. Gracias siempre por tu generosidad y por tu sonrisa como política de la resistencia.

Nos quedamos sin la mujer del bastón. Mucha fuerza para el COFAMIPRO y a los comités de Centroamérica. Vivan su lucha sostenida y sus enseñanzas para la humanidad. 

En las campanas viejas de las grandes iglesias de los pueblos suele haber una inscripción en latín que dice “vivos voco, mortuos plango, fulgura frango”, que significaría algo así como “llamo a los vivos, lloro a los muertos, destruyo los rayos”. Y sí, las campanas han servido para convocar a los vivos a los grandes eventos; también llama a los funerales y brinda sus servicios como pararrayos. Si la comunidad existe, la campana le congrega. Rosa Nelly, tú dedicaste tu vida a llamar a los vivos a la movilización, a la organización; lloraste también a los muertos y desaparecidos; y, por supuesto, destruiste rayos y venciste todos los obstáculos. Hasta pronto, mujer campana.

***

* César Contreras León es abogado y defensor de derechos humanos, con experiencia en el acompañamiento a familiares de personas desaparecidas en su búsqueda de verdad y justicia. Es Licenciado en Derecho por la UNAM y ha trabajado en diversas organizaciones de la sociedad civil, como la Fundación para la Justicia y el Estado Democrático de Derecho. Actualmente es colaborador en el área de defensa integral en el Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez (Centro Prodh), organización dedicada al acompañamiento y defensa de víctimas de graves violaciones a los derechos humanos.

El Grupo de Investigaciones en Antropología Social y Forense (GIASF) es un equipo interdisciplinario comprometido con la producción de conocimiento social y políticamente relevante en torno a la desaparición forzada de personas en México. En esta columna, Con-ciencia, participan integrantes del Comité Investigador y estudiantes asociados a los proyectos del Grupo (Ver más: www.giasf.org) así como personas columnistas invitadas.

La opinión vertida en esta columna es responsabilidad de quien la escribe. No necesariamente refleja la posición de adondevanlosdesaparecidos.org o de las personas que integran el GIASF.

Referencias:

[1] La primera caravana fue una decisión de las familias de tomar en sus propias manos la búsqueda de las personas migrantes, ante la indiferencia y el desdén de las autoridades de México, Guatemala, El Salvador y Honduras. Se llevó a cabo en 1999 y fue el hito fundacional del COFAMIPRO, lograron llegar a la frontera de México con Guatemala y lograron que se creara “un fondo especial para financiar la repatriación de cuerpos de migrantes fallecidos en su trayecto hacia los Estados Unidos”. Actualmente, la caravana de madres centroamericanas ha sido un esfuerzo consolidado de múltiples comités y actores.

[2]  Juan Orlando Hernández, mejor conocido como JOH, fue presidente de Honduras en el período de 2014 y hasta 2022. En 2017, su reelección fue particularmente controvertida y las protestas contra el fraude electoral fueron reprimidas. Un amplio sector de la población, que incluyó a Rosa Nelly, denunció la corrupción y las graves violaciones a derechos humanos cometidas durante ese período. 

*Foto de portada: archivo COFAMIPRO

Publicado originalmente en A dónde van los desaparecidos

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