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Rondas campesinas del Perú; una resistencia contra el Estado y Sendero Luminoso

Fran Richart

“Cuando vinieron los de Sendero Luminoso, a diferencia de los de Tupac Amaru que llegaron  a comunidades pero respetaron a los campesinos, se comportaron igual que el Ejército. Fue una estupidez de su parte, siendo un movimiento que lucha por los derechos de los campesinos se hicieron más odiados que los soldados y por eso fundaron una nueva versión de la ronda campesina, conocida como Comités de Autodefensa”.  Así explica el profesor danés Leif Korsbaek Frederiksen, uno de los capítulos cruciales de la historia peruana en los años ochenta, en la guerra que el estado emprendió contra la guerrilla maoísta liderada por el catedrático de filosofía Abimael Guzmán.

Estos días, Leif ha asistido al Primer Congreso de Comunalidades en Puebla, para hablar de justicia comunitaria y sobre las rondas campesinas peruanas y su coexistencia con el derecho constitucional. Docente a tiempo completo en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), explica que el origen de las rondas no nace precisamente como grupo paramilitar contra Sendero sino contra el propio gobierno, allá por 1976. Fue en el pueblo de Cuyamalpa, distrito de Chota, región de Cajamarca. Originalmente conocidas como “rondas nocturnas”, los habitantes del lugar se auto organizaron contra el abigeato. Muchos de los ladrones de ganado eran cómplices con las autoridades y los campesinos y granjeros decidieron crear su propio sistema de seguridad.

Ya han pasado más de 30 años de esa primera ronda, y actualmente este sistema ha calado en el país andino con más de dos millones de ronderos en las 24 regiones peruanas, que albergan a 28 millones de personas, explica Korsbaek. El danés conoce bien el proceso. Desde 2007, ha viajado varias veces a Perú para conocer su estructura y orígenes, donde ha realizado varias etnografías entre las que cuentan las poblaciones del norte Jaén y La Toma, y Carvallo, sur de Perú. Y es que ni todas las rondas son iguales ni nacieron de la misma forma, ya que las violencias que padecieron las comunidades en su conformación fue diferente.

El académico distingue cuatro tipos de estas. Primero, habla de la “ronda clásica”, que nace en varios puntos de Cajamarca, en el norte. Como explica Korsbaek, este tipo de ronda nace en un contexto donde la tenencia de la tierra no es comunal.  No había organización y los pequeños campesinos, que se beneficiaron de la reforma agraria en 1969 del gobierno militar de Velasco Alvarado, vieron en las rondas una estructura política de facto en la comunidad. Un hueco organizativo y de cohesión que dejó la violencia durante esos años. “Ante esta situación, la ronda se constituye como una asamblea, un gobierno, con estructura política dentro de la comunidad que aún perdura”.

“Acusaban a las ronda de secuestro. Era un estira y afloja con el gobierno, donde detenían a los ladrones, frecuentemente amigos de las autoridades y quedaban libres”. Otro tipo de ronda, es la que surge en este contexto, pero en territorios  donde sí había un gobierno comunal, debido a la tenencia de los ejidatarios de la tierra, como en el caso de Piura, en la zona occidental norte del Perú. Aquí, las rondas responden como un órgano auxiliar a la estructura política del lugar,.

A estas, hay que sumar un tercer tipo. Las rondas en la selva Amazónica en la provincia de Bagua, cuyo protagonismo se conoció a raíz de un enfrentamiento con el ejército, que dejó 33 muertos en 2009. Estos grupos están constituidos por indígenas amazónicos, en una ausencia total de estado, donde tienen que lidiar con el crímen organizado y las actividades ilícitas de quienes explotan su territorio.

Y por último, Leif habla de las rondas reconvertidas en autodefensas, conocidas por ser los grupos de choque y paramilitares, que armó el gobierno peruano para combatir Sendero Luminoso. Eran conocidas como Rondas Campesinas Antisubversivas o Comités de Autodefensa (CAD), creadas por los presidentes Alberto Fujimori y Alan García.

“Cada tipo de rondas tiene su propia dinámica, una cosa es la selva y otra cosa el eje de la violencia. Hay muchas diferencias en la violencia. Como en Pumo, donde los  reconvertidos comités de autodefensa, redujeron el poder del gobierno y en muchos casos estos comités llegaron a ser aceptados y formaron parte de la comunidad como si fueran rondas campesinas”, dice el académico. De luchar contra el terror de Sendero a convertirse en un estamento de la comunidad. Y es que en esa época de matanzas indiscriminadas del ejército y adoctrinamiento a base machetazos y coches bomba de los senderistas, según datos oficiales, más de 69 mil personas fueron asesinadas y miles más desaparecidas.

En ese punto, donde el gobierno había entregado armas a miles de campesinos para luchar contra los maoístas de Abimael Guzmán, hubo un momento, “según los cambios de mando y de humor”, que el gobierno quería arrebatárselas. Algo que no pudo ejecutar, dejando un poso organizativo, que en algunos casos, se reconvertiría en ronda campesina con la legitimidad de las comunidades. “Suena a cochinada pero no significa que sea siempre una cochinada”.

Ante el panorama explicativo presentado por Korsbaek, no se pueden evitar las similitudes con los casos de las Policías Comunitarias surgidas en Guerrero a mediados de los 90 y con el fenómeno de las autodefensas que nacieron en Michoacán en 2014, contra el cartel de Los Caballeros Templarios.

“El sistema de justicia propio de usos y costumbre se ha hecho con bastante más solidez que en México. En Perú existe un sistema. Allá se habla de derecho comunitario, justicia comunitaria. En México, de derecho consuetudinario, de derecho indígena”.

El profesor añade: “En México, este convenio ha causado dos modificaciones constitucionales en 1991, se modificó el artículo cuarto y unos 11 años después, se modificó el artículo segundo constitucional. Lo notable, en ninguno de los casos se ha hecho una ley reglamentaria. Se tiene que tomar en cuenta los valores indígenas.  Está legalizado que los indígenas tiene los derechos pero no existe una ley reglamentaria para definir  de qué manera”.

El danés explica un encuentro entra la Policía Comunitaria y las rondas en Perú, en 2011 en Lima: “trajeron a dos líderes de la PC-CRAC a un reunión donde participaron muchos ronderos. Los peruanos dijeron que ellos querían el poder. Tengo la sensación que la CRAC salió de ese diálogo más consciente de su nivel de poder”.

Para Korsbaek, ha habido un conflicto permanente entre la justicia comunitaria por la ronda campesina y la justicia constitucional, que definitivamente no defiende ni a los campesinos ni a los indígenas, y ha habido diversos intentos por crear una legislación que combine lo comunitario con lo constitucional, lo cual a veces resulta exitoso, pero también se confronta.

Para el especialista, lo que define estos grupos va más allá y es más profundo de lo que parece. “En Perú, aunque la burguesía es más blanqueada que en México, tiene que echar mano a la historia indígena para legitimar su historia política. En México, esa conciencia está asociada a la independencia criolla”. Aquí encontramos la conexión con otro campo de investigación de Korsbaek, el sistema de cargos indígenas, ya que estas organizaciones “no nacen de lunes a martes y lo hacen sobre instituciones existentes”.

No obstante, las rondas han representado una fórmula que ha cuajado en Perú, para mantener una organización y un entendimiento, que muchas veces, ha frenado los intereses neoliberales y capitalistas que deshilachan y desunen a las comunidades a su interés.

 

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