Roma y los recuerdos de El halconazo

El 2018 parece ser de Roma. Pocas películas mexicanas han podido generar un fenómeno similar con el público y la crítica especializada como el trabajo más reciente del cineasta Alfonso Cuarón detrás de la cámara. La cinta, protagonizada por la debutante oaxaqueña Yalitzia Aparicio, narra la vida de una familia de clase media a inicios de los 70 en la homónima colonia del título, ubicada en la Ciudad de México. En especial, el relato se centra en las experiencias de Cleo, la nana de la familia y su eje emocional.

El largometraje nominado a 3 Globos de Oro (Mejor Dirección, Mejor Guión, Mejor Película Extranjera) ofrece una recreación minuciosa de la Ciudad de México de aquellos años. El trabajo de Eugenio Caballero, encargado del Diseño de Producción, está lleno de detalles y símbolos propios de la época. Incluyendo, la recreación de la matanza de manifestantes ocurrida el 10 de junio de 1971, conocida coloquialmente como ‘El Halconazo’.

La secuencia involucra a la protagonista de Roma, Cleo, y a su principal interés sentimental dentro de la trama, Fermín (Jorge Antonio Guerrero), un joven amante de las artes marciales que resulta integrante del grupo conocido como “Los Halcones”. Las acciones transcurren sin mucho contexto frente al lente de la cámara, esto ha dejado a más de uno en México y el mundo preguntándose qué sucedió ese día.

Democratización

La Matanza del Jueves de Corpus, como también se le conoce, ocurrió hace poco más de 48 años cuando un grupo de estudiantes marcharon sobre la Calzada México Tacuba para luchar “por la democratización de las universidades”, apunta la doctora María Elvira Concheiro, investigadora del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades y que, además, fue partícipe de la marcha como parte del contingente de la Prepa 6.

“Las universidades se convirtieron en un refugio de un régimen capaz de cometer una atrocidad como esa (la matanza del 2 de octubre de 1968 en Tlatelolco), querían disolver el movimiento, una locura represiva, autoritaria, del gobierno mexicano. Los años siguientes al 68, donde se gestan ideas por la democracia y su lucha, es en las universidades. Comienza una lucha por la transformación interna de las universidades, esa energía estudiantil, esa frustración, lo recuerdo porque fui de las generaciones post-68, por no ser una generación que no estuviera a altura de nuestros compañeros del 68,” recuerda socióloga egresada de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.

La atmósfera que se vivió al interior de las facultades e instituciones educativas estaba permeado por el entusiasmo y la necesidad de mantener la lucha iniciada por el estudiantado unos años antes. “Esto habla mucho del ambiente que había dentro de la universidad: no olvidar lo ocurrido. Estar a la altura, nuestros compañeros habían hecho un esfuerzo muy grande, pagado con años de cárcel o la vida. Había núcleos dentro de las universidades que estaban rumiando el tema. Existía cierto malestar y eso era un reto. Esto se volcó a las universidades,“ rememora Concheiro Bórquez.

La marcha del 10 de junio se convoca después del choque entre estudiantes y autoridades en el Estado de Nuevo León, después de que los primeros exigieran la implementación de un gobierno universitario incluyente, donde el alumnado pudiera participar en las decisiones de su alma mater. Así “inicia la lucha en Nuevo León, querían cambiar la ley orgánica. Desde luego que en la movilización estudiantil y magisterial que se desarrolló allá, hubo actitudes represoras, les contesta de manera agresiva el gobierno,” comenta la doctora.

“Comienza un movimiento de solidaridad con la Universidad de Nuevo León, aquí había núcleos buscando una lucha similar. Estaba el proceso de democratización de la Facultad de Economía, buscaban un gobierno paritario entre estudiantes y académicos. Fue una experiencia muy rica de la Facultad de Economía, después pasó a Medicina y por su lado, también los de Arquitectura.

“Empezaban por lo más inmediato, tener una representación de estudiantes en los consejos técnicos. En ese ambiente de la Universidad, se hace la propuesta de salir y hacer una manifestación. Según lo recuerdo yo, fue un momento en que las izquierdas universitarias tomaron la decisión, y costó trabajo, hubo sectores de éstas que se negaron, no les gustó la propuesta, y otras con madurez y responsabilidad decían ‘a la democracia se le conquista’.”

El plan de los estudiantes involucrado era marchar de la Normal, ubicada cerca de San Cosme, en la zona centro del entonces Distrito Federal, hasta la plancha del Zócalo. Sin embargo, el grupo no pudo cumplir con su objetivo. La vanguardia acababa de salir cuando fueron interrumpidos por la fuerza represora del Estado.

Las autoridades reaccionan a la manifestación

El gobierno negó “haber tenido algo que ver en la Plaza de Tlatelolco, ‘eran los estudiantes, eran francotiradores’, dijeron. Ellos no aceptaron y no podían aplicar la misma estrategia en el 71, en este país de impunidad siguen sin castigo los responsables del plan de formar un grupo especial para reprimir la manifestación organizada por los estudiantes,” manifiesta la también articulista y ensayista. Los integrantes de Los Halcones fueron identificados porque cargaban varas de bambú el día de la manifestación y, posteriormente, armas de fuego que les fueron proporcionadas por los cuerpos policiacos, éstas servirían para rematar horas después a los sobrevivientes del choque y amedrentar al cuerpo médico del Hospital Rubén Leñero.

“Lo hicieron, además, para que lucieran como estudiantes (Los Halcones). A mí me pasó. Yo iba con mi contingente de la preparatoria y los vimos venir. Pensamos que eran de la preparatoria popular. Venían gritando el grito de la prepa popular. Nos detuvimos para dejarlos entrar, estábamos en la Avenida de los Maestros, apenas saliendo. La cabeza de la marcha estaba en San Cosme. Veníamos, los de la preparatorias atrás cuando nos alcanzaron, supongo a otros contingentes también porque resultó ser una manifestación enorme.

“Éramos muchos, nos sorprendimos de la cantidad de compañeros que juntamos. Cuando nos detuvimos, permitimos la llegada de los golpeadores. Fue una cobardía, es una manera de reprimir indigna, mostraron el tamaño que tenían esos gobernantes. Eran unos vulgares represores y cobardes, engañar así a los estudiantes…”, la doctora María Elvira Concheiro hace una pausa y su voz de carga de sentimiento, continúa: “todavía lo pienso y me enoja. ¿Cómo puede alguien hacer una cosa de esta naturaleza?”

Otro de los participantes de esa marcha, el ex líder estudiantil Joel Ortega, alguna vez llamó a lo sucedido el 10 de junio de 1971 “el patito feo” de los movimientos estudiantiles, porque, desde su percepción, éste y sus consecuencias habían terminado por ser eclipsados por el 2 de octubre de 1968. Para Concheiro Bórquez “la dimensión (del suceso) marca la diferencia”, a lo que añade: “el 2 de octubre hubo un trabajo del gobierno frente al mundo de que no había pasado nada. De alguna manera esa tarea de impedir que quedara en la historia, que quedara la idea de que aquí no había pasado nada fue mucho más fuerte que el 10 de junio, donde ya no se ocultó nada. No se negó, ni tuvo las dimensiones de tantos muertos. Esto se enlazó con otras luchas, algunas venían en curso y siguieron. De ahí nace la transformación de la universidad de Sinaloa, Puebla, Morelos.”

La investigadora social apunta que lo más valioso del movimiento estudiantil de 1971 tiene que ver con la exigencia de la ciudadanía, a través de los estudiantes, por recuperar el espacio público y el derecho a la manifestación: “es una lucha valiosísima. Es una lucha que tenemos que recuperar en todo su valor. Efectivamente fue el hecho práctico que rompió el cerco impuesto el 2 de octubre. Nos costó 2, 3 años de lucha para animarnos a salir a las calles y desde entonces no hemos dejado de salir. Es algo que le costó mucho al país, su derecho a la protesta, a la manifestación, a la libre circulación de las ideas. Si tenemos que ver un momento cuando inicia esto, es el 10 de junio. La siguiente manifestación fue al año siguiente en solidaridad con Vietnam, muchos de izquierda nos llamaron provocadores porque convocamos a dicha manifestación. Había miedo, pero ya no se atrevieron a reprimir y en adelante hemos seguido, aun cuando el régimen encuentra o busca la manera de reprimir otra vez. Ya no puedan abiertamente hacer eso, conquistamos nuestros derechos.”

“Creo que es un momento clave del país, parte de un mismo ciclo junto con el 68. Es interesante cómo el movimiento del 68 está volcado hacia afuera, y el 71 es uno que va hacia adentro. Eso nos transformó,” y agrega, “en el país no había derecho a la manifestación o a la protesta. Había que ganarlo”.

El cine mexicano y “El Halconazo”

“Lamento un poco que El Halconazo sea uno de los hechos menos representados en el cine mexicano. Probablemente eclipsado por los hechos del 68, éste se convirtió en un espacio arcádico, mítico, lo vimos este año con la celebración del 50 aniversario. Con el 71 no ha pasado lo mismo”, apunta Roberto Fiesco, conductor del programa Cinema 20.1 que se transmite en TV UNAM.

Con un presupuesto cercano a los 15 millones de dólares, según cifras del sitio Indiewire, Roma contiene, probablemente, la recreación más fiel que se ha hecho de la Matanza del Jueves de Corpus, aunque no es la única ocasión en que nuestra cinematografía ha decidido retratarla.

“Sin duda, uno de los momentos más importantes de Roma es ‘El Halconazo’. Mil extras, dos días de llamado, que es un montón de dinero, sobre San Cosme. Es una escena formidable y planteada de forma asombrosa. Este es uno de los ejes emocionales de Roma. Es muy inteligente que la película retrate un momento histórico preciso y nos encuadre ahí, además, a partir de una escena que es aparentemente muy fugaz y que, sin embargo, tiene al personaje, Fermín, el seductor de Cleo, que quizá sea el que tiene el arco dramático más preciso de toda la película. Sus cuatro apariciones nos cuentan qué está pasando y cierran cuando nos damos cuenta de que él es parte de este mecanismo represor estatal hacia los estudiantes que se estaban manifestando,” añadió Fiesco en entrevista.

El director del documental Quebranto, ganador del Ariel a Mejor Largometraje Documental, rememoró otras ocasiones en que el cine mexicano ha decidido abordar los hechos ocurridos el 10 de junio de 1971: “la más conocida por supuesto es con Gabriel Retes, en El Bulto. Una escena que se improvisó un poco en el rodaje, a la que el director llegó sin nada planeado. De pronto aparecieron unos palos y jalaron a gente de la calle para la secuencia, no obstante me parece que es un curiosísimo retrato muy fidedigno, también en blanco y negro, sobre un momento clave eclipsado por el 68.”

El olvido cinematográfico “ha sido muy curioso con el 71. Hay una película de Carlos Mendoza, Halcones. Terrorismo de estado, un documental fantástico que desmonta todas las claves para entender lo que pasó ese día. Entrevistó a gente que sobrevivió el episodio y a familiares de aquellos que fallecieron en ese momento, asimismo, recurre a una serie de filmaciones que hicieron unos ingleses en México, hasta ahí inéditas en el país. Nos permiten identificar de manera muy clara lo que ocurrió. Es uno de los referentes visuales de Roma,” puntualiza Fiesco y agrega que otra de las ficciones que aborda la tragedia es Francisca, ¿de qué lado estás?, dirigida por Eva López Sánchez, que enmarca su historia en esos días.

A diferencia de lo sucedido durante el aniversario de los 50 años de la Masacre de Tlatelolco, Fiesco no cree que dentro de dos años, cuando el Halconazo llegue a la misma edad, viva una revalorización por parte del cine mexicano.

“Al ser un evento mucho más pequeño y un poco más aislado, sin una historia de meses, como los tres o cuatro del 68, no va a recibir la misma atención. Estos ejemplos, Roma, El Bulto y el documental de Carlos Mendoza, son documento suficientes para tenerlo presente y pensar que estos crímenes represivos por parte del estado, esta impunidad y falta de aclaración tendrían que ser una referencia para lo que vivimos en estos tiempos. Ponerlo en la misma dimensión de lo que significa hoy Ayotzinapa y cualquier elemento en que el Estado esté en contra de la población civil”, concluyó.

Roma, la aclamada película de Alfonso Cuarón, egresado del CUEC, ganadora del León de Oro en el Festival de Venecia, también causó gran interés en la UNAM. Las funciones programadas en la Sala Julio Bracho del Centro Cultural Universitario y el Cinematógrafo del Chopo han lucido llenos totales desde el día de su estreno, con sus correspondientes filas tanto para adquirir boletos como para ingresar a las salas. Quedan pocas entradas disponibles para la última semana de proyecciones.

Roma se exhibe únicamente en un circuito de cines seleccionados. En la Sala Julio Bracho y en El Chopo habrá funciones hasta el sábado 15 de diciembre. Consulta horarios en www.filmoteca.unam.mx

 

Este material se comparte con autorización de UNAM Global

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