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Rodolfo Serrano: la poesía tan cotidiana como el pan de cada día

Mario Bravo Soria

Camina pausado por sobre las calles del Centro Histórico de la Ciudad de México; lleva puesto un sombrero como los usados por Humphrey Bogart en Casablanca. Enciende un cigarrillo y mira reflexivamente, como quien ha vivido mucho y sabe cuál es el final del cuento. Durante sus intervenciones en la Feria del Libro del Zócalo, fue presentado como un periodista español, ex colaborador del diario El País y autor del libro Un oficio de fracasados. Casi en ninguna de las actividades dentro de la Feria se hizo mención de su otra faceta, una especie de vida e identidad paralela al periodismo: Rodolfo Serrano también es un poeta y uno de los mejores en la actualidad dentro del circuito latinoamericano y español.

Autor de varios poemarios, este hombre de setenta años, caminante, lector-devorador de periódicos, amante del tango y enamorado de Julia –su compañera de vida-, transita por las calles de este antiguo lago, hoy convertido en una urbe monstruosa y recolecta estímulos a su paso: una mirada; el olor del café recién hecho; la sonrisa de un niño; la conversación telefónica de un desconocido que habla más fuerte de lo normal o el relato crudo, hiriente y verdadero –demasiado verdadero- de un colega suyo, quien narra cómo el periodismo resulta ser un oficio de alto riesgo en América Latina.

Rodolfo Serrano: un hombre aparentemente como cualquiera pero que, si nos detenemos un poco a mirarle, irremediablemente uno se dará cuenta de que estamos en presencia de un ser humano buscador de poesía y belleza en la vida misma. Serrano es un hombre que encuentra, admira y cuida una flor en medio del gris asfalto; estamos ante un Principito urbano, cuidador no de rosas literalmente hablando, sino de rosas ataviadas de poemas; poemas escritos no siempre sobre un papel sino poesía redactada en los cuerpos, en las calles y en la vida.

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Foto: Mario Bravo

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ESTOS DÍAS AZULES Y ESTE SOL DE LA INFANCIA

Mario Bravo: Usted nació en Villamanta, un municipio de Madrid.

Rodolfo Serrano: Villamanta es un pueblito pequeño de la provincia de Madrid, está a 40 kilómetros de la capital. Ahí nací y pasé mi infancia; en aquellos años 50’ y 60’ hubo una gran migración de los pueblos a la capital para buscar trabajo. Entonces mis padres se fueron a la capital; siempre ha habido esa conexión con el pueblo de origen pero viví en Madrid a partir de entonces.

MB: Nació en el año de 1947…

RS: Nací en el 47’ y con 10 o 12 años me trasladé a Madrid con la familia.

MB: Hay una frase que se dice fue encontrada a Antonio Machado en un papelito dentro del bolsillo de su abrigo, esto al morir. Seguramente fue su último verso escrito: “Estos días azules y este sol de la infancia…”. ¿Usted cómo recuerda esa infancia durante el franquismo? ¿Cuáles recuerdos le marcaron?

RS: Sí, ya era el franquismo puro y duro. Pues hay muchos recuerdos, mi infancia no fue fácil porque era hijo de un albañil represaliado por ser de ideología roja; entonces recuerdo los esfuerzos de mi padre por darnos a todos de comer, porque era muy difícil el esfuerzo que debía hacer para encontrar trabajo y todos esos acontecimientos afortunadamente han quedado muy dentro de mí. Recuerdo esos años de miseria y esa España gris, desagradable, en donde las clases estaban muy marcadas, de alguna manera eso también me ha conformado el carácter: el saber que pertenezco a una clase social, la clase trabajadora. Y en mi manera de vivir y escribir ha influido mucho esa infancia y esa juventud.

MB: Padre republicano y estigmatizado. No sé si se lo escuché a usted o a Ismael (Serrano) [1]: el padre de usted debía recorrer en bicicleta varios kilómetros porque en el poblado en donde vivían no le daban trabajo por ser rojo (republicano).

RS: Efectivamente, mi padre tenía que hacerse 40 kilómetros para ir a trabajar a Madrid y otros 40 para volver en bicicleta. Estuvo así una temporada, no pudo soportar mucho tiempo eso y al final todos terminamos marchándonos a la capital, en donde mi padre sí encontró trabajo (era un buen albañil).

MB: Para el niño que usted fue, ya había ejemplos de dignidad en lo cotidiano.

RS: Sí, sin duda. La madre de mi padre fue una mujer republicana (hay un poema en mi último libro –Fábricas abandonadas en donde cuento su historia) y a las republicanas en el pueblo les cortaban el pelo al cero para señalarlas como mujeres marcadas y les daban a beber aceite de ricino. ¿Sí sabéis los efectos que produce…?

MB: Es una purga.

RS: Es una purga. Entonces la azotaban por el pueblo de esa manera. Y mi abuela se mantuvo con mucha dignidad y jamás se arrepintió de eso. Era una mujer muy fuerte y valiente. Ella fue a buscar a su hijo que había muerto, lo fue a buscar a otro pueblo muy lejano y se trajo los huesos para enterrarlos en el pueblo. Si tienes el libro Tu nombre estaba en todas las ciudades está todo reflejado ahí.

MB: Años difíciles. Recuerdo cierta historia que usted ha narrado acerca de que su padre recolectaba pajarillos en los tejados de las casas en donde trabajaba, esto para llevárselos a su familia y tuvieran qué comer.

RS: Sí, los pájaros destrozan los tejados entonces le decían a mi padre que limpiara los tejados a cambio de quedarse con los pajarillos que encontraba. Durante la posguerra se comían muchos pájaros fritos porque era un producto barato, entonces mi padre venía a casa con un saco de pájaros fritos y allí les quitábamos las plumas, los limpiábamos y comíamos. Cenábamos muchas veces pájaros fritos y lo recuerdo con mucho cariño, es un plato exquisito.

MB: En la austeridad había amor. Su padre en esos gestos estaba lleno de amor.

RS: Sí, sin duda. Mi padre era una persona extraordinaria en todos los sentidos.

Recuerdo esos años de miseria y esa España gris, desagradable, en donde las clases estaban muy marcadas, de alguna manera eso también me ha conformado el carácter: el saber que pertenezco a una clase social, la clase trabajadora. Y en mi manera de vivir y escribir ha influido mucho esa infancia y esa juventud”.

UNA POESÍA CARGADA DE NOSTALGIA

MB: Y en ese sol de la infancia como Machado decía; ¿esos años cómo prefiguraron al poeta que usted después sería?

RS: Empecé a leer poesía en la escuela del pueblo. En las escuelas de los pueblos estábamos los chicos y las chicas, entonces ahí leíamos mucha poesía de Lope de Vega, Quevedo, y eso pues me fue haciendo crecer el gusto por la poesía. Y luego a partir de ahí empecé a escribir imitando esa manera de escribir. Después comencé con el periodismo; a mí me gustaba el periodismo literario entonces escribí más desde el periodismo pero sin renunciar a la literatura.

MB: la poesía durante una dictadura, ¿qué función tiene?

RS: Pues mira, nosotros hacíamos unos recitales con cantautores de entonces; nos reuníamos en unos pequeños espacios (a lo mejor iban 100 personas) a escuchar canciones y versos prohibidos. Ahí leíamos poesías muy combatientes, muy de lucha, en contra de Franco. Eran recitales de poesía que muchas veces no podíamos acabarlos porque venía la policía y teníamos que salir corriendo y marcharnos, porque si no te cogían porque eso estaba prohibido. La primera poesía mía es muy combativa, al estilo de Miguel Hernández.

MB: Un poema no cambia al mundo…

RS: Un poema no cambia al mundo ni una canción, como dice Ismael, pero ayuda a que el mundo sea más soportable por lo menos, y a que tú te des cuenta de que haces algo por cambiar las cosas.

MB: ¿qué poema le ayudó a sujetarse del mástil como a Ulises y no oír el canto de las sirenas propias del franquismo?

RS: Leía mucha poesía prohibida que venía de México, de Editorial Losada; eran libros que estaban prohibidos pero se vendían bajo cuerda en algunas librerías; entonces sabíamos que ahí habían esas poesías e íbamos a buscar a Miguel Hernández, García Lorca, Neruda y Machado. Ahí fue en donde realmente empezó mi gusto por la poesía más Moderna.

MB: No sé si coincida. Desde la lectura de sus poemas, a mí me da la impresión de estar frente a un hombre como cualquiera: es decir, un hombre que está pensando en pagar las deudas cotidianas; un hombre preocupado en reabastecer la despensa; que ya olvidó las llaves de la casa; un hombre buscando monedas en el bolsillo del pantalón para comprar cigarrillos pero a la vez, un hombre que parece estar sintiendo como si fuera mil hombres a la vez. Encuentro en usted una virtud: es capaz de ser ese hombre como cualquiera pero halla la belleza en donde los demás quizás verían asfalto gris y automóviles. ¿Es así o cómo se considera Rodolfo Serrano?

RS: Bueno, me gusta que lo digas. Me considero un hombre normal, es decir, con los mismos problemas que tiene cualquier persona de mi edad, con mis enfermedades, mis dificultades cotidianas, mis facturas. Al mismo tiempo trato de buscar esa belleza en lo que me rodea, en eso que está siempre en todo; hasta en los bares más sórdidos y más oscuros siempre hay una belleza. No hablo de una mujer sino de la belleza propia de la oscuridad o la sordidez, eso es lo que trato de reflejar, esa belleza oculta que está en todo: en un hombre que te pide dinero por la calle o en una chica que te cede el asiento en el metro o estás tomando un café con alguien y de pronto oyes una conversación al lado o esa mujer que te cuenta su historia pegada a la barra. Esos son siempre momentos de belleza si la sabes encontrar. Ese es mi personaje, efectivamente. Pero creo que esa es la obligación del poeta, encontrar la belleza en lo cotidiano, en lo que aparentemente no la tiene.

MB: El poeta español Luis Rius decía que no se puede vivir como si la belleza no existiera.

RS: No conocía la cita…

MB: Cuando hallé esa cita la relacioné con los poetas que me gustan y usted aparecía en esa imagen: escribir acerca de lo cotidiano pero hallando y cuidando una flor en medio del asfalto.

RS: Yo nunca he estado de acuerdo con la poesía bella en sí misma, con la capacidad que una palabra sugiera. La poesía es más, tiene que ser un estado vital, una situación que tú vives de una manera distinta a como la puede vivir otra persona. El poeta creo que encuentra cosas que un hombre normal no ve. Te decía: la mujer que está en la barra contándote su vida, pues para una persona normal ella es una pesada; y para ti es estar descubriendo el alma de esa mujer. El alma es bella siempre, tiene siempre un destello de belleza. Un destello de felicidad, como diría Ismael en una de sus canciones.

Creo que esa es la obligación del poeta, encontrar la belleza en lo cotidiano, en lo que aparentemente no la tiene”.

GRITO VIVIR, VIVIR COMO SI NADA

MB: En La blancura de la ballena (2010) y en los textos de su blog en internet, ubico que hay un tema recurrente: la heroicidad de seguir vivos. A pesar de todo, hay un acto de heroísmo en seguir aquí y seguir juntos.

RS: Sin duda, el vivir ya es un acto heroico porque vivir es muy difícil. Blas de Otero lo decía ya en uno de sus poemas: “Porque vivir se ha puesto por las nubes: grito vivir, vivir como si nada”. Cuanto más difícil es la vida, más hay que buscar esa poesía de la vida.

MB: Pareciera hasta aquí muy esperanzadora la poesía de Serrano; pero rescato también una frase suya que me gusta mucho: “Y sabe la nostalgia a cuaderno y colegio”. También hay una mirada hacia atrás; no de aquel que mira hacia atrás y se queda fijado al pasado pero sí hay un espejo retrovisor que usted constantemente está revisando.

RS: Sin duda, hay un poeta que dice que le gusto mucho por esa capacidad nostálgica. Y no es una nostalgia amarga o triste sino es una nostalgia de recuperar el pasado, de hacer que el pasado viva y hacer que el pasado conforme al futuro y al presente. El futuro creo que ya está: hay poco futuro, sin embargo hay mucho pasado detrás que conformará a ese presente. En mis poemas lo has visto –efectivamente-, hay mucho deseo de pasado, hay una mirada cómplice con el pasado que te sirve como excusa para escribir del presente, es decir, tus experiencias son las que te hacen ser como eres; también esto te lo da la edad: cuando tienes cierta edad te interesa mucho el pasado; a vosotros les interesará mucho el futuro porque sois más jóvenes y tenéis todo el futuro por delante; pero la gente de mi edad lo que tiene fundamentalmente es el pasado como gran propiedad, es lo que realmente sí tengo y eso nadie me lo pude arrebatar.

Con los errores que he cometido y los aciertos que he logrado; el pasado es fundamental para gente de mi edad; porque te hace mejor ser humano y puedes analizar las cosas de otra manera, sobre todo porque la edad te permite volver a otra etapa que a lo mejor era más desgraciada económica y socialmente pero que era muy feliz, a pesar de todo.

MB: Soy un profesor universitario, psicólogo social y a veces mis referencias pasan por teóricos que han escrito desde las Ciencias Sociales: hubo un alemán, Walter Benjamin, quien se suicidó en la frontera entre España y Francia en el año de 1940. Y él tenía una reflexión acerca del pasado: “Incluso los muertos no estarán a salvo si el enemigo vence. Y el enemigo sigue venciendo”. Mirar al pasado incluso para rescatar a nuestros muertos: rescatar al padre que era albañil y fue represaliado por ser rojo.

RS: Hacer que vivan, que sigan vivos en el recuerdo; los amores que sigan vivos. Hay una canción de un cantautor argentino que se llama León Gieco, quien habla de los viejos amores. Le dedico un poema a esa canción porque los viejos amores están ahí siempre, latiendo. Los viejos amores nunca mueren, siempre se pueden traer al presente y hacerlos vivir; el viejo amor hay que seguirlo viviendo.

MB: En estos temas del pasado, de la poesía cargada de nostalgia pero también de justicia, ¿podría haber un puente entre lo que usted escribe y otros poetas como Luís García Montero, Joan Margarit…?

RS: Sí, son poetas de la nostalgia. Margarit es de mis poetas preferidos, por encima de García Montero que me gusta mucho. Creo que Margarit en este momento es el mejor poeta que hay; esa capacidad que tiene para hablarnos de su vida y creemos que nos ha contado todo y no, todavía hay más cosas que nos cuenta: la casa en donde vivió; la hija Joana que murió (es un poemario precioso con esa dulzura de la que habla de una tragedia tan grande, como lo es la pérdida de una hija, quien además era una chica que no podía caminar). Ya me gustaría parecerme a Margarit.

MB: Es otro hombre que pareciera normal…creo que es arquitecto.

RS: Es arquitecto. Lo conozco y de hecho casi todos sus libros tienen títulos de Arquitectura. He hablado con él varias veces, siempre desde el respeto. La última vez que estuve con él, me atreví y le di un libro mío para que él supiera lo que yo hago; es una persona que a mí me ha influido mucho en la manera de escribir y a la cual admiro muchísimo. Es un hombre muy normal. Tú hablas con él y es un hombre muy agradable de trato, muy cariñoso, habla de todo menos de poesía; quiero decir que a él de lo que le gusta hablar es de la vida.

MB: Es cierta peculiaridad que he visto en las grandes mujeres y en los grandes hombres: son sabios, geniales pero son cualquiera (volvemos a la imagen).

RS: Eso creo que es lo que vale, cuando una persona es capaz de dar la sensación de que nada le distingue de los demás y sin embargo tiene una vida y unos sentimientos que lo distinguen absolutamente de todo. Pero que no se ve, lo notas cuando empiezas a hablar con ellos y te das cuenta de la grandeza, de la humildad: son gente muy humilde, no hablan nunca de sí mismos, no hablan de su poesía, prefieren hablar de otros.

MB: A Margarit, a pesar de lo que él ha vivido en cuestiones negativas, le alcanza para decir que la vida es hermosa siempre que viva ella.

RS: Los poemas que tiene a su mujer son poemas de vejez muy bonitos.

El vivir ya es un acto heroico porque vivir es muy difícil. Blas de Otero lo decía ya en uno de sus poemas: ‘Porque vivir se ha puesto por las nubes: grito vivir, vivir como si nada”. Cuanto más difícil es la vida, más hay que buscar esa poesía de la vida’ ”.

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Fotografía extraída del perfil de Facebook de Rodolfo Serrano

UN POETA EN LATINOAMÉRICA

MB: Veo en usted a un poeta que perfectamente podría ser latinoamericano; los versos que miro en sus libros podrían estar escritos en Montevideo, Buenos Aires o Ciudad de México.

RS: Tengo mucha influencia de los poetas latinoamericanos, sobre todo de Pablo Neruda, Nicanor Parra y todos ellos. Tengo mucha influencia que se nota en canciones latinoamericanas: “El payador perseguido” de Atahualpa Yupanqui; las milongas; las décimas…

MB: Pareciera que en la familia Serrano Morón hay una obsesión por cruzar el Atlántico y arribar a Latinoamérica, ya sea a Buenos Aires o Ciudad de México. En el caso puntual de la capital de Argentina, en donde usted estuvo hace un año o dos, ¿Qué significa Buenos Aires?

RS: Una ciudad maravillosa, ¿no? Es una ciudad que a mí me encanta, me gustaría vivir ahí. Estoy feliz en Madrid pero si tuviera que elegir otro sitio seguramente me iría a Buenos Aires. Es una ciudad muy literaria; tiene el recuerdo de la música y la literatura la tiene por todos lados. Una ciudad que tiene una calle que no cierra de noche y está llena de librerías que cierran hasta las tres de la mañana, pues es una ciudad extraordinaria. [Poseen] Un amor por la lectura y son gente muy agradable y cariñosa con todos, te tratan como si vivieras allí siempre –por lo menos a mí me ha pasado. Es una ciudad hecha para el ser humano; una ciudad muy grande y sin embargo al mismo tiempo muy pequeña: enseguida encuentras tus rincones, tus cafés y tus bares. Encuentras tu gente.

MB: Una ciudad con memoria…

RS: Incluso los argentinos nos han dado una lección a muchos países en esa recuperación de la memoria, en esa exigencia acerca de no olvidar el sufrimiento que la dictadura causó. Y han sido capaces de recuperar a los desaparecidos, a los nietos perdidos de las madres y las abuelas de la Plaza de Mayo, entonces eso es un ejemplo por lo menos para España en donde todavía hay 100 mil personas en las cunetas sin que el gobierno se moleste en buscarlos. Eso es muy importante.

MB: Haciendo un guiño con la cuestión de Rodolfo Serrano como periodista, lo cual es el pretexto –al menos, pretexto oficial- que le ha traído en esta ocasión a la Ciudad de México. Usted hace un rato durante la charla en la cual estuvo como ponente, dijo que el periodista es un hombre que sale a la calle, ve cosas y las cuenta.

RS: Nunca he creído en el periodista de título: o sea, el que asiste a una universidad. El periodista es el que sale a la calle, ve las cosas y las cuenta. Ese es el verdadero periodista. Creo que es la única función que tiene y también he dicho que un periodista debe ser honesto; no objetivo sino honesto, hacer su trabajo con honestidad y honradez. Miguel de Unamuno decía que el periodismo había que escribirlo en la calle, con el ruido de los carruajes y las voces de la gente. El verdadero periodismo no se puede hacer desde una oficina sino que se hace en la calle, viendo lo que pasa y contándolo.

La gente de mi edad lo que tiene fundamentalmente es el pasado como gran propiedad, es lo que realmente sí tengo y eso nadie me lo pude arrebatar”.

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Fotografía extraída del perfil de Facebook de Rodolfo Serrano

EL ÚLTIMO SORBO AL CAFÉ…

MB: Finalmente, supongo que México ya se merece un poema, ¿no? ¿Hay alguna imagen que ya le esté rondando? ¿Algo que le haya llamado la atención?

RS: Sí, me han llamado mucho la atención los grandes contrastes que hay, por ejemplo, durante el viaje a Ciudad Universitaria hemos visto casitas muy pequeñitas y muy pobres y al lado grandes edificios; luego esos oasis de paz que existen como puede ser Coyoacán o San Ángel. Pero también tienes la mendicidad en las calles; que a mí no me sorprende, porque en España es igual pero me duele lo mismo que allá cuando un niño se acerca y me pide dinero. Todo eso es lo que entra en un poema, sin duda. Y la ciudad como tal, tan monstruosa, tan grande y al mismo tiempo la alegría de la gente. Todo eso es objeto de un poema.

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El encuentro concluyó casi simultáneamente al último sorbo del café con leche que Serrano bebió durante esta entrevista. Antes de retirarnos de aquella cafetería ubicada en la peatonal Madero -dentro del Centro Histórico de la Ciudad de México-, solicité al poeta la lectura de uno de los textos incluidos en su libro “La blancura de la ballena”. Desafiando al murmullo de las conversaciones provenientes de los comensales, más la banda sonora propia de trastos y cubiertos, Rodolfo Serrano recitó “Un día aburrido”. Y así, el poeta hizo lo que más sabe realizar en la vida: hallar belleza en medio de la gris rutina. Y cuando lo bello se esconde o es ocultado por la barbarie, Serrano lo fabrica a través de un poema escrito o recitado por él; así entonces, la poesía se convierte en algo cotidiano y necesario, tanto como el pan en los labios.

Notas:

  1. Rodolfo Serrano es padre del cantautor madrileño Ismael Serrano, a quien muchos seguidores de la llamada canción de protesta le consideran como el sucesor del catalán Joan Manuel Serrat.

*Psicólogo Social mexicano y profesor universitario.

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