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Roberto Márquez de Illapu, una de las voces más combativas del arte chileno, habla de la rebelión de su pueblo contra el sistema

Oleg Yasinsky

Foto: Javier Vergara / Tomada de Facebook Illapu

Roberto Márquez Bugueño es un gran músico chileno, compositor, vocalista y director del grupo Illapu desde sus inicios en 1970. Illapu – rayo en aymara – fue y sigue siendo el más importante conjunto de folk-musik chileno de la generación posterior a Quilapayun e Inti Illimani. Todo Latinoamérica desde hace décadas canta su “Candombe a Negro Jose”, “Amigo” y “Lejos del amor”.

En el año 1981 después de una gira a Francia, los Illapu por un decreto especial de la dictadura de Pinochet fueron expulsados de Chile y pudieron volver al país solo con el retorno de la democracia. Una importante parte de su exilio pasó en Mexico, país que fue especialmente solidario con el pueblo chileno.

En Chile de hoy no hay grupo musical más comprometido con las causas sociales que los Illapu. Su música no deja de acompañar las múltiples luchas del pueblo chileno; desde los pueblos mineros del norte, hasta las comunidades mapuche y las caletas de pescadores del sur.

Aquí les presentamos una conversación de Desinformémonos con Roberto, artista ciudadano.

Oleg Yasinsky: ¿Qué está pasando en Chile y por qué?

Roberto Márquez: En el Chile de hoy, desde hace ya 50 días, hay una explosión social, un despertar que se siente, se vive en cada lugar, en cada espacio hay gente que se está juntando. Hoy día hay cabildos, hay asambleas donde la gente se empieza a relacionar de una manera distinta, en un Chile en el que yo muchas veces me soñé, pero que tenía muy pocas ilusiones de ver. Es un Chile donde no se acepta lo que han estructurado incluso después de la dictadura, porque esto tiene desde que llega la democracia en los 90.

Esto se va perfeccionando, los gobiernos que se van sucediendo son de tal forma que muchas de las cosas que podríamos soportar en dictadura, porque no había forma de oponerse, se hacen en democracia, con un pueblo que no reacciona frente a las desigualdades, al abuso, a un modelo que se va cada día ajustando más, mejorando, optimizando más. Se privatizan empresas del Estado, se privatiza el agua, se sigue con un modelo que se instituye bajo la bota militar, pero que en democracia se sigue actuando bajo la misma manera aparentemente con oposición, con un Congreso que funciona y con un pueblo que acepta todo lo que se le impone aparentemente de buena gana.

Supuestamente en Chile hay una gran clase media que tiene acceso a los medios, pero no se ve el fondo de eso. No hay salud, está el problema de la educación, la gente accede a los bienes de una manera tal que se endeuda ella y su familia, porque las deudas se mantienen aunque tú te mueras, y las seguirán pagando tus hijos y tus nietos. No hay pobreza aparentemente, pero hay una que es peor porque hay un conflicto de deuda, de gente que se mata todos los días trabajando, que amanece para ir a trabajar, llega para comer y se muere de sueño, que son padres que no se vinculan con sus hijos, que no tienen espacio para el ocio, para leer, para cultivarse.

Esta explosión es tal como se dice. No son 30 pesos, eso fue la gota que rebasó el vaso, el hecho de que en un momento haya habido alzas tan desmedidas y que además haya habido la burla. La burla colmó la paciencia y por fin apareció un pueblo, un pueblo que además se reconoce en los mapuche. No es por nada que estén las banderas mapuche en todas las manifestaciones, porque hay una identificación con un pueblo bravío que lo ha soportado durante siglos. El sometimiento y la militarización en el Wallmapu lo han vivido desde siempre. La identificación con el pueblo mapuche me parece maravillosa, esas banderas son eso, identificación.

Estoy muy pleno por un lado porque siento que estoy viviendo algo que pensé nunca viviría. El hecho de que estemos en Chile con nuestro grupo es nuestro oficio también, aportar en la construcción. Vivimos tantos años exiliados, supimos de las protestas de nuestro pueblo desde el exilio, pero hoy vemos ese espíritu que se vivió a partir del 86, cuando ese pueblo organizado empezó a protestar y a no soportar, y ese es el que reencuentro hoy día cuando estamos en la calle, cuando vamos a la Plaza de la Dignidad. Es el pueblo chileno que sacó lo mejor que tenemos.

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OY: Antes de que iniciara la revuelta habías dicho que mientras en Latinoamérica había muchas luchas, en Chile no pasaba nada, que estaba como dormido. ¿En qué momento sentiste que esto iba en serio?

RM: Cuando vino todo lo del metro fue una gran explosión. Yo sentí que esto iba en serio en el momento de la evasión de los estudiantes. Yo veía a los estudiantes y a la gente con una cara de sorpresa porque los chicos les abrían la entrada y los invitaban a pasar. En la cara de los más viejos había una suerte de no entender lo que estaba pasando, pero también había muchas sonrisas, mucha empatía con esos jóvenes que nos estaban mostrando que había una posibilidad de no aceptar, de decir no, que no es soportable. Se empezó a sentir desde ese momento y creció de formas muy fuertes.

Cuando salen los milicos a la calle y viene el estado de emergencia, tú veías a un milico armado hasta los dientes y a un joven encarándolo con las manos limpias. Tú veías la fuerza, la valentía de esos jóvenes. No había cómo detenerlos, y yo siento que los mismos milicos estaban muy sorprendidos. Cuando se decidió el estado de emergencia y la salida de los militares a la calle, yo creo que esperaban que la gente arrancara despavorida a las casas, pero cuando se dieron cuenta de que la gente no respetaba el toque de queda, que los jóvenes iban a encarar a los milicos, había un estado de efervescencia que se vivía a cada minuto. Incluso lo pudimos ver en la televisión, porque en un primer momento se hizo parte y mostraba las manifestaciones, la represión.

En el fondo hay un cambio en nuestro pueblo que hace muy difícil poder volver a lo que éramos. Ya no es posible. Se ha dado un paso tal que ya no podemos volver al estado “normal” que teníamos, y eso llena de orgullo.

OY: ¿Qué diferencia hallas en esta lucha respecto a otras revueltas en Chile?

RM: Lo más terrible que ha tenido este despertar chileno es darnos cuenta de que hay cosas que no se hicieron y que están exactamente donde estaban durante los años negros de la dictadura. Las fuerzas armadas y los carabineros son fuerzas que no se han democratizado, que no saben actuar en democracia, sino que actúan como en dictadura. Y se hace más terrible hoy día porque la dictadura era otra realidad y las fuerzas especiales tenían elementos más precarios que los de ahora, porque hoy hay perdigones, bombas lacrimógenas de última generación que causan un daño terrible. Se han violado los derechos más elementales como en la peor época de la dictadura.

OY: ¿Cómo se ha vivido la revuelta en los últimos conciertos?

RM: Lo primero que se hizo fue un colectivo que empezó a tocar en distintas poblaciones, en Renca, Cerro Navia, en Quilicura, y después se hizo el acto grande en el Parque O’Higgins y otro en Caupolicán, donde también hubo un acto que organizó la gente de la salud y se les rindió homenaje a todos ellos que están en las manifestaciones socorriendo a los heridos, poniendo la valentía y el pecho a la represión. Eran actos muy fuertes, con una energía muy grande, y cada una de las canciones adquiría una dimensión y una emoción increíbles. Había una relación de complicidad entre el público y los músicos.

Eso mismo lo vivimos ahora en un par de conciertos que hicimos el fin de semana en pueblitos campesinos muy chiquitos. Vivimos cosas que nos sorprendieron muchísimo, porque el clima que nosotros pensábamos que era de las grandes ciudades seguía en todos lados. En este pueblito vimos ese mismo espíritu, había banderas mapuche por todos lados. Estábamos cerca de Santiago, era un sector donde hay más campesinos, pero había esa misma energía que de alguna manera se ha ido transmitiendo desde distintas ciudades, muchas muy alejadas de Santiago. Son climas muy parecidos.

Tuvimos un concierto en una sala de Santiago donde desde el primer minuto notamos que esa misma energía estaba absolutamente presente y que la gente estaba yendo más allá de las mismas canciones, que estaba teniendo manifestaciones absolutamente independientes del concierto. Terminaba una canción y antes de que se anunciara la siguiente la gente se estaba manifestando libremente, gritando o cantando sus propias consignas. Fue algo muy potente que también nos llenó de energía, de mucho “nehuén”, como dicen los mapuche.

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OY: ¿Cómo relacionas lo que pasa en Chile con lo que pasa en el resto de Latinoamérica?

RM: Creo que en Latinoamérica nos hemos ido permeando unos con otros. Yo recuerdo que cuando pasó lo de Ecuador decía que cómo en Chile no se podía hacer lo que estaban haciendo los ecuatorianos. Yo los veía con su valentía, pero ahora hoy en día Chile está también mostrando ejemplos al resto de América Latina.

Es todo un despertar en Latinoamérica lleno de contradicciones. En Chile un gobierno de derecha enfrentado a un estallido social inédito en su fuerza, pero por otro lado está la derecha de Argentina, Uruguay con su recambio hacia la derecha, en Brasil con Bolsonaro y Lula en libertad. Hoy día América Latina es una olla donde hay un cultivo de situaciones que son muchas todavía en desarrollo y que han dejado a la clase dirigente muy descolocada, porque han tratado de ver cómo acomodarse en estas nuevas realidades. Pero la verdad todos estamos superados por una energía que surge desde el colectivo, desde el pueblo mismo.

Quizá fueron tantos los siglos de abusos que la paciencia se colmó. Hay un despertar que ha creado condiciones muy inéditas en nuestros países, y todos quisiéramos que eso fuera hacia una realidad más vivible, más humana. Hacer la revolución hoy es incluso tener tiempo para disfrutar a nuestros hijos, disfrutar de la vida, del tiempo de ocio que te permita cultivarte y no vivir matándote trabajando, no vivir para trabajar. Trabajar para tener una vida digna.

OY: Finalmente, ¿cuáles son tus mejores recuerdos de México y de solidaridad mexicana?

RM: México desde siempre fue un país muy solidario, donde hay un cariño muy grande por Chile. De las cosas importantes que hizo Allende fue lo que pasó en la Universidad de Guadalajara, donde dio una clase magistral que ha quedado para la historia de México. También está cuando Allende dice: “México para los chilenos, Chile para los mexicanos”.

Sentimos el cariño de los mexicanos, es real. La realidad de Chile hoy día, este Chile que está en este estallido social enorme, para los mexicanos ha sido muy fuerte. México fue un país muy solidario, donde las violaciones a los derechos humanos de la dictadura calaron bien adentro y se hizo una actividad muy fuerte en esa dirección.

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