La pandemia es efecto del actuar de corporaciones y gobiernos con su devastación irrenunciable. El mundo se fragiliza más y más.
El embate crece: se acaparan tierras expulsando a pueblos a los que se fuerza a que abandonen prácticas y estrategias ancestrales, por las chatas políticas públicas que arrastran esquemas de sumisión, enganche y más despojo. Se privatiza todo lo privatizable incluidas las semillas, clave de la vida.
Otro embate es el extractivismo, término preciso porque enfatiza que las corporaciones llegan a llevarse, a sacar, sin importar devastaciones ni contaminación, envenenamiento, salud humana o del ambiente. Sin importar el agua, el aire o la idea que las comunidades tengan de cómo cuidarse y organizar su vida en colectivo. La minería privilegiada por los gobiernos como actividad esencial, se promociona sin miramientos. No importan los efectos sobre los territorios y la vida de la gente.
Pero la gente está presente y permanece: ésa es su resistencia más primera.