Una vez que las personas que reciben refugio en México tienen en sus manos el documento que los reconoce como tales, se enfrentan al olvido de las autoridades y a la discriminación social.
El país no cuenta con programas específicos para dar apoyo a los refugiados que no hablan español y tampoco distribuye suficiente información para que en oficinas de gobierno y en empresas privadas se reconozca el documento de residencia como una identificación oficial mexicana que los hace merecedores de derechos y obligaciones como el resto de los ciudadanos.
Algo tan sencillo como que para abrir una cuenta de banco no se toma el documento como una identificación oficial, esto acarrea diversos problemas. Por ejemplo, sí ellos consiguen un empleo y les pagan vía nómina con un depósito bancario, no pueden abrir la cuenta porque no tienen pasaporte. Las empresas no tienen información sobre qué implica tener estatus de refugiado y un documento de residencia que lo pruebe, dijo en entrevista la coordinadora de Atención y Servicios de la organización Sin Fronteras, Carolina Carreño, tras recordar que el 20 de junio se conmemora el Día Mundial de los Refugiados.
Otras dificultades a las que se enfrentan los refugiados en México es a la discriminación laboral, pues según lo visto por Sin Fronteras, todavía hay empresas que se niegan a equiparar las capacidades de las personas extranjeras a la de los mexicanos, además de que imperan los estereotipos que vinculan a personas de origen centroamericano con violencia y pandillas, a colombianos con narcotráfico o a anglosajones con que tienen un espíritu de conquista; sólo por mencionar algunos.
México no conoce a las personas extranjeras que están conviviendo con los mexicanos, hay poco conocimiento de las personas refugiadas. El documento de identidad es poco conocido y poco usado en instituciones tanto públicas como privadas como documento de identidad que los hace merecedores de los mismos derechos y obligaciones. Esto los invisibiliza y les hace difícil acceder a programas gubernamentales.
El tema educativo tampoco está exento de estos problemas. Sin Fronteras considera que es necesario que en escuelas tanto públicas como privadas reciban capacitación anual sobre el tema de refugiados, pues lo más común es que no se pueda inscribir a los niños porque exigen un acta de nacimiento o un certificado de estudios, que la mayoría de las veces, las personas refugiadas no tienen.
En estos casos debe ser prioridad el interés superior del niño, falta información en las escuelas sobre cómo los refugiados salen de sus países por una situación de emergencia que les impide tener esa documentación y que por eso cuentan con un documento de residencia.
El caso de Sergei
Sergei es un pequeño que nació en Haití y llegó a México en 2008, cuando tenía un año y 10 meses de edad. La forma en la que él y su familia encontraron espacio para adaptarse a la sociedad mexicana es una muestra de lo que ocurre con los refugiados cuando son abandonados por las autoridades, pero también de cómo tras recibir apoyo de organizaciones civiles, lograron salir adelante.
El primer problema al que se enfrentó esta familia haitiana es que Sergei aprendió en poco tiempo a hablar español y dejó a un lado su lengua materna, el creole; mientras que su madre, Claudette, tenía dificultades con el idioma, por lo que era complicado comunicarse.
El padre de Sergei llegó a México en 2007 y recibió refugio tras comprobar persecución política.
En 2011, nació su hermano Miguel, quien falleció un año después cuando se comprobó que tenía SIDA y que sus padres que ya vivían separados eran portadores de VIH.
Cuando tenía 6 años de edad, Sergei comenzó a tener problemas de aprendizaje, se complicó todavía más la comunicación con su madre y fue víctima de maltrato de parte de su padre.
Claudette no podía hacerse cargo del menor y no contaba con apoyo en el país para hacer frente a la situación, por lo que Sergei empezó a vivir situación de calle.
Es en estas circunstancias, diferentes organizaciones se unieron para dar atención al menor y para apoyar a Claudette para que recibiera atención médica y psicológica. Ella actualmente asiste a una escuela para adultos mientras que el pequeño, que fue acogido por una institución, es el tercer lugar en aprovechamiento de su clase.
Sí la familia no hubiera recibido ayuda de organizaciones civiles no hubiera podido encontrar rumbo para estar bien. Es importante que como refugiados sepan que tienen derecho a recibir atención, tener un empleo, adaptarse a la sociedad de acogida, explicó Carolina Carreño de Sin Fronteras.
Según las cifras de la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados instancia que depende de la Secretaría de Gobernación de 2002 a 2013 se ha dado refugio a mil 674 personas. Lo que representa menos del 25% del total de solicitudes recibidas.
De 2009 a 2012 las solicitudes de refugio a México aumentaron un 90.5%, pero el promedio anual de personas refugiadas es de 226.
No hay una estadística precisa, pero muchas de estas personas incluso ya no deben estar en el país. Según lo que ha observado Sin Fronteras al menos el 50% de los refugiados deciden continuar buscando un lugar para vivir porque no encuentran en México oportunidades para insertarse a nivel sociocultural, político o económico.