Desde la primera década del siglo XXI las redes sociales hicieron su aparición y se integraron a la vida de millones de usuarios. Al principio, fueron mensajeros como ICQ, salas de chat; después, el mensajero de MSN. Luego Myspace, Hi5, hasta que Facebook y Twitter llegaron a convertirse en las dos redes dominantes.
Para el académico de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, César Rodríguez Cano, “a partir del nacimiento de las redes, principalmente las estadunidenses que impactan por su uso en México, ha habido una extensión de la vida social multidimensional. Hay una dimensión emocional, como en cualquier aspecto social, pero también puede ser una extensión de nuestra vida política-cultural. Nos define como ciudadanos, en nuestra vida amorosa, relaciones de amistad, las preferencias de ocio y entretenimiento. Esta vida social se ha extendido y se ha modelado a partir de estas plataformas, lo que se conoce como una socialidad programada”.
Impacto psicológico
La búsqueda del like, de la interacción y la comunicación en redes sociales hace que pasemos más tiempo revisándolas y subiendo contenido. Para Rodríguez Cano “hay un impacto evidentemente psicológico. Hay muchísimo que decir sobre la inversión emocional que nosotros depositamos en estas plataformas. En la pandemia fue bastante evidente que se convirtió en una de las formas justamente de escapar del confinamiento, de socializar. Nuestras relaciones de amistad y profesionales se vieron representadas allí. Hay mecanismos con los que actúan estas plataformas que evidentemente generan retribuciones emocionales, sobre todo en el sentido de los llamados botones sociales. La forma en la que interactuamos con los demás está básicamente mediada por estos algoritmos como los likes, los retuits, las vistas, es decir, todas estas cuestiones, que parecerían simplemente técnicas, tienen un impacto evidentemente en la construcción de esta nueva vida social y en la dimensión emocional.
“Por fortuna –comenta el experto– después de la pandemia, la vida social de nuevo se ha expandido y es muchísimo más compleja de la que se puede alcanzar a ver en estas plataformas. Evidentemente, creo que al ser mercantiles, lo que intentan muchas de sus estrategias son la búsqueda de la permanencia de sus usuarios. Entonces es allí donde se han diseñado mecanismos para que estemos una y otra vez regresando a ellas o interactuando de forma constante.”
Los algoritmos, que tanto se mencionan en estrategias para redes y en su uso diario, “no son otra cosa más que esta construcción entre las plataformas y los usuarios de contenido recurrente asociado a los gustos, las preferencias, las interacciones más comunes. Entonces, evidentemente asociamos también estos espacios a retribuciones, no sólo emocionales, sino también cognitivas” apunta Rodríguez Cano.
El peligro del infoentretenimiento, la decadencia de FB y TW
El académico señala que es un momento complicado para el periodismo y la comunicación en general, dado que “las posibilidades de los formatos y del modelado de las plataformas tiene límites en cuanto a profundidad y cantidad de compromiso entre usuarios y contenidos más complejos. Entonces, tiende a ser banal. Por ejemplo, ahorita tiene un riesgo en frente muy fuerte que es esta tendencia al infoentretenimiento, es decir, el llamado clickbait, el clic fácil o el que genera ganancias inmediatas y que se sustenta sobre todo en noticias que son fáciles de digerir, hasta que generan cierto morbo o espectaculares”.
Facebook y Twitter han tenido retos en cuanto a credibilidad, “la campaña de Donald Trump es muy significativa en este sentido, porque se promovió una visión justamente antivalores, en varios frentes, gracias a estas mismas plataformas, no sólo en Twitter, sino también en Facebook hubo una gran campaña en favor del expresidente de Estados Unidos y contra Hillary Clinton. Las mismas plataformas ahora están caracterizadas por una proliferación de contenidos desinformativos, no sólo hay una “infoxicación”, en el sentido de la intoxicación, de la sobreabundancia de información, sino también de la abundancia de desinformación. Esto representa un desafío cultural justamente porque los usuarios les exigen mayor conocimiento, cuidado y precaución con lo que comparten, desgraciadamente esto es desigual, hay una alfabetización digital muy desigual”.
Publicado originalmente en Gaceta UNAM