Racismo y violencia, una tecnología del poder

UAM

El fenómeno del racismo debe ser entendido, analizado y atacado como una tecnología, y no debe ser separado ni del orden económico y social global ni del fenómeno de la violencia, advirtió la doctora Irene Molina Vega al participar en el IV Coloquio internacional Mundos perdidos: los ecos del ayer, organizado por la Unidad Azcapotzalco de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).

La doctora en Geografía Humana por la Universidad de Uppsala, Suecia, desarrolló diversas aproximaciones para proponer una definición de las teorías actuales del racismo, una de ellas lo explica como una ideología o sistema de ideas que clasifica a las razas, ya sea visto como realidad biológica o como constructo social, que cataloga a los seres humanos desde una escala jerárquica que las define como superiores e inferiores.

Las migraciones están intrínsecamente ligadas a las desigualdades sociales y se refieren a la xenofobia, la islamofobia o la afrofobia. Otras teorías del racismo lo derivan al plano individual y psicosocial; así pensado, se presenta como un fenómeno psicológico, como un componente intrínseco de la mente humana y, en esa medida, “no está en nuestras manos transformar”.

La especialista afirmó que una corriente distinta son las perspectivas estructuralistas que explican este fenómeno como una manifestación asociada a los sistemas de poder, en particular a las estructuras económicas del capitalismo; estas perspectivas tienden a subordinarlo al capitalismo.

En sus investigaciones, la doctora Molina Vega ofrece una mirada crítica a estas aproximaciones e intenta construir una herramienta teórico metodológica que, en lugar de desechar estas perspectivas, las revise y las combine, proponiendo entender el racismo como una tecnología del poder que, a través de la violencia y de la biopolítica, distribuye privilegios y exclusión socio racial.

Ese fenómeno incluye figuras de pensamiento (ideologías), como la idea del otro como inferior o de la raza blanca como superior; la raza es un producto de la discriminación y no al revés. Además se practica en acciones, es algo que se piensa, pero aún más importante, que se hace a través de la esclavitud, la segregación en mercados laborales, la discriminación, la estigmatización y la exclusión socio racial, entre otros procesos.

Además es dinámico, pues cambia en el tiempo y en el espacio, por ello debe ser entendido como una tecnología con la cual “implicamos el conjunto de métodos, materiales e inmateriales, así como actividades, técnicas, cualidades, conocimientos, imaginarios y herramientas que forman y transforman la vida social”.

La violencia debe ser analizada como un facilitador fundamental del orden racista global, como un regulador de los movimientos migratorios y como impedimento de las transformaciones sociales. Existen muchas definiciones de ésta desde una perspectiva sociológica que tienden a enfocarse en los mecanismos institucionales detrás de la existencia de diversas formas.

Molina Vega consideró necesario estudiarla, no como un fenómeno circunstancial, individual o anecdótico, sino como social e intrínsecamente enraizado en el orden mundial jerárquico y de poder, ya que investigadoras feministas han destacado el vínculo entre el patriarcado y la violencia sexualizada que tiene lugar en el marco de los aparatos estatales modernos.

Otros teóricos hablan de las distintas formas de violencia, entre ellas la simbólica, sistémica, política, estructural y subjetiva; esta última se refiere a la intimidación física que resulta la más evidente para los medios de comunicación. Sin embargo, debe entenderse, abordarse y procesarse de una manera más amplia que sólo centrándose en lo visible y subjetivo.

La violencia subjetiva se entrelaza con la simbólica que se incrusta en el lenguaje y en la creación de sentidos, y con la sistémica que constituye las consecuencias de un esquema económico y político injusto. Su dimensión simbólica tiene que ver con la humillación y la legitimación de las desigualdades y jerarquías basadas en el racismo, el sexismo o las relaciones de clase.

En ese sentido, el racismo es una tecnología que clasifica a las personas en unidades colectivas separadas, llamadas razas, etnias, culturas, pueblos o denominaciones similares a las que se atribuyen diferentes rasgos esenciales y heredados, y organiza estas categorizaciones en una escala jerárquica entre polos opuestos desde la lógica discriminatoria. Finalmente, naturaliza la estructura de poder que la tecnología misma ha construido monitoreando los límites y flujos que ésta privilegia.

El IV Coloquio internacional Mundos perdidos: los ecos del ayer fue convocado por el Área y Cuerpo académico de Historia y Cultura en México, el Departamento de Humanidades, el Seminario Genealogía de la Vida Cotidiana y la División de Ciencias Sociales y Humanidades de la Unidad Azcapotzalco de la UAM.

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