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¿Quién era Javier…? Su hijo pide: «No dejemos solo a mi padre»

Redacción Desinformémonos

foto de portada: Rashide Frías / Cuartoscuro 

Ciudad de México I Desinformémonos I Javier Valdez, el periodista y escritor,  cofundador del semanario Ríodoce y corresponsal del periódico La Jornada, asesinado el lunes 15 de mayo, deja un vacío en su entorno inmediato.  De fuerte y contundente presencia, Javier es recordado por compañeros colegas de Ríodoce, por sus alumnas ya que dedicó buena parte de su tiempo a la enseñanza del periodismo de investigación y por su hijo, Francisco Javier, quien le escribe una carta en la que pide “No dejen solo a mi padre”.

A continuación los textos publicados originalmente en los portales de Ríodoce y de la Unión de Periodistas, difundidos también en redes sociales.

No dejemos a mi padre solo 

“¿Padre, dónde estás? Te busco en todas partes, en cada espacio, en cada objeto que palpaste, te busco en mi sueños, pero no te veo. No veo tu cara, tu cuerpo grande y ya desgastado, ya con medio siglo. Medio siglo luchaste por muchos, diste lo que tenías, entregaste lo más humano de ti a nosotros, tu hijos y a mi hermosa madre.

Ahora, ¿quien me ilustrará, quién me regalará libros a montones, quién me abrazará como tu lo hiciste, quién me aplaudirá en mis logros, quién me brindará el amor tan cálido? Me han dejado sin tu amor, sin la mitad de mi corazón. Me robaste el corazón, te ganaste mi cariño, te di lo mejor de mi: mi amor.

Te puedo sentir, en cada paso, en cada verso que leo, en cada poema que escribiste y escribí. Me quede con tu música, con tus películas, con tus libros, con tus lentes, con tus plumas sin tinta, con tus abrazos, tus besos, tus sonrisas, te conozco de la forma más profunda.

Ahora, ahora te tengo en mis brazos, y te abrazo y te apapacho cómo tu lo hiciste cuando yo era un bebe. Ahora me toca a mi, ahora camino contigo, nos tomamos una cerveza, cantamos juntos.

Iré a ver el amanecer más seguido, iré a observar a los patos en su temporada, iré a los lugares que frecuentabas, abrazaré a cada persona que me recuerde a ti, por que será como abrazar tu amor en otros, será como abrazarte a ti, y volverte a sentirte.

Eres la persona que más me ha motivado, tal vez seamos muy diferentes, pero eres el mejor ejemplo que tengo en mi vida, por que siempre hiciste lo que quisiste, lograste lo que muchos quisieron, te desvelaste, lloraste, cantaste, bailaste, sonreíste en momentos tan turbios de tu vida.

Ahora estás en paz, y es lo que yo quiero para ti. Y no dudes que les hable a mis hijos de ti, les diré lo valiente y chingón que fuiste, emularé todo mi amor en ellos, y para mi, será la forma de mantenerte vivo, de mantenerte conmigo y con todos. Ya muerto, yo le dije al oído que nunca te íbamos a olvidar, y así va a ser papá: voy a alzar tu brazo en cada progreso, voy a saludar cómo tu lo hacías, por qué yo soy tú, cada vez que se haga justicia va a ir a nombre tuyo también. Es solo un poco de lo que te quiero decir, y que cuando vuelvas, aquí tendrás tu casa, tu silla, tu café, y todo nuestro amor de todos los que te amamos.

«No dejemos a mi padre solo. Él ocupa la ayuda de todos, es todo lo que les pido».

archivo personal

Javier Valdez, maestro de periodistas llorado por jóvenes y veteranos

El portal de la Unión de Periodistas, hace un recuento del entorno laboral cotidiano de la vida de Javier Valdez.  En un texto y entrevistas de Jennifer González Covarrubias, la personalidad alegre, fuerte y directa de Javier se deja ver.

Amado, respetado, exhaustivo y con mucho sentido del humor. Las palabras no bastan para los amigos de Javier Valdez al describir a este “maestro” de periodistas mexicanos, que inspiró la carrera de muchos compañeros que ahora lloran su brutal asesinato.

“Era nuestra alma, nuestra alegría. Siempre nos estaba contando chistes. Se burlaba de todo, de él mismo”, cuenta Miriam Ramírez, una reportera del semanario Ríodoce que Valdez fundó junto a cinco periodistas en 2003 y que se convirtió en un referente de denuncia en el país sobre narcotráfico.

El reconocimiento a Valdez traspasó fronteras: ganó los premios Moors Cabot de la Universidad de Columbia (EEUU) y el del Comité para la Protección de Periodistas (CPJ).

Eso creó la idea de que estaba “blindado” ante el peligro, “pero de repente nos estrellamos con la realidad, de repente lo perdimos. No sé qué vamos a hacer sin su risa en la redacción”, se pregunta su compañera.

javier valdez 15

“Cabrones, aquí van a aprender a escribir”

Autor entre otros libros de “Con una granada en la boca”, “Levantones” y “Miss Narco”, Valdez era famoso por sacarle más de 24 horas al día, publicar su columna “Mala Yerba” y no quitarse nunca su sombrero de Panamá.

Una de sus múltiples actividades era dar talleres de periodismo a universitarios. Karen Bravo, de 24 años, fue una de sus alumnas. Ahora es reportera del canal de televisión local Mega Cable.

“Ustedes tienen que salir a la calle. Ustedes no van a repetir lo que les digan los funcionarios. Ustedes tienen que investigar”, recuerda sobre sus lecciones.

“Él no era un maestro, era un compa, un amigo en el aula. Te enseñaba qué te iba a pasar antes de que te pasara”, rememora con orgullo. “Me decía: ‘No seas miedosa cabrona, no seas miedosa’”.

La vida de Ema Leyva, de 26 años, dio un giro inesperado cuando se cruzó con Valdez. Quería estudiar Administración de Empresas Turísticas pero se apuntó a uno de sus cursos de crónica.

Los primeros días les advirtió: “¡Cabrones, aquí van a aprender a escribir!”, explica.

“Estar con él era tener confianza, era sentirte en paz”, dice al ser cuestionada sobre si sintió miedo estando con Valdez por sus investigaciones.

Combinación de investigación y prosa

La primera reacción de algunos periodistas en México ante su homicidio fue: “Tenemos que cuidarnos más”. Pero Javier no era ningún irresponsable. A veces parecía “temerario” por querer publicar todo lo que investigaba. Bastaba con decirle: “¡Eeeh, eeeh! Espera un poco, o mejor hazle (escribe) por este otro lado”, describe su amigo y jefe de información de Ríodoce, Andrés Villareal. “En su trabajo diario, para llegar a la pieza (artículo final), era muy cuidadoso, muy exhaustivo”, asegura en la sala de juntas de la redacción compuesta por tan solo seis reporteros, que a pesar del crimen no tienen protección policial.

Valdez, que también era colaborador de la AFP y corresponsal del diario La Jornada, “se llevaba todas las cosas a un plano personal y cargaba todas las historias”, lo que le provocó serios problemas estomacales.

Estos últimos años fue “un crítico del gobierno federal, de su guerra contra las drogas en la que todo mundo quedó atrapado entre dos fuegos”, señala Villareal. Desarrolló muy bien “esta combinación entre el trabajo periodístico de investigación y la prosa”, que mostraba en sus reportajes y en “Mala Yerba”, donde novelaba pequeñas historias sobre el narco, destaca el director de Ríodoce, Ismael Bojórquez.

“¡Claro que tenía miedo! Yo también tengo miedo. Hacemos esto con miedo, pero lo seguiremos haciendo. No se puede no hablar de narcotráfico en un estado como Sinaloa”, reitera.

Una emotiva ofrenda

Cada mañana a las siete, con rigurosa puntualidad, acudía al restaurante Bistro Miró. Se sentaba solo en la misma mesa y desayunaba casi siempre un café y un sándwich de atún. Los meseros, la cajera y hasta la cocinera se atropellan al hablar de sus costumbres.

“Siempre nos traía un regalo el 14 de febrero, el día de las Madres, en Navidad, relata una de las trabajadoras.“Tenía siempre la atención de preguntarnos por la familia, por nuestras vidas. Siempre tenía una sonrisa”, añade la cajera.

Al día siguiente del asesinato, una mesera quitó la mesa de Valdez. Pero una clienta pidió que la volvieran a colocar porque quería ordenarle su habitual café.

“Después alguien puso el clavel, luego alguien más una flor de cempazúchitl (la flor de muertos de México)”, narra el mesero Farid Lerma.

También colocaron cuidadosamente, el ejemplar de La Jornada que dedicó la portada entera a su asesinato.

javier foto farid alexander lerma copia

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