¿Querella por Perturbación a la posesión?

Olga Mendoza

Katsaliamana. Territorio Wayuu en la Guajira, Colombia. 150 días de resistencia.  

Foto Aja Ware

La Guajira, Colombia I La orden de desalojo  de la enramada de Katsaliamana en territorio ancestral Wayuu, anunciada por la policía nacional para el día 10 de mayo a las nueve de la mañana como parte de un procedimiento judicial frente a una querella de la empresa “Carbones del Cerrejón” por “Perturbación a la Posesión”, finalmente no fue efectuada.  Katsaliamana, la enramada donde la población Wayuu resiste en una protesta pacífica hace 150 días, entre los kilómetros 69 y 71 de la vía del tren, se mantiene.

Lo que no deja de sorprenderme es cómo una empresa multinacional de capital extranjero se atreva a presentar este tipo de querella,  cuando es justamente esa empresa, con el amparo del Estado,  la que ha venido invadiendo sistemáticamente territorios amparados Constitucionalmente como propiedad colectiva de comunidades indígenas, y cuya población tiene derecho por el Convenio 169 de la OIT a “…decidir sus propias prioridades en lo que atañe al proceso de desarrollo, en la medida en que éste afecte sus vidas, creencias, instituciones y bienestar espiritual y a las tierras que ocupan o utilizan de alguna manera”. Además el convenio manifiesta la garantía de “Mínimos de respeto a los derechos de los pueblos indígenas, entre los que se incluyen la propiedad de sus tierras, los recursos naturales de sus territorios, la preservación de sus conocimientos tradicionales, la autodeterminación y la consulta previa”. Todos estos aspectos contemplados y legislados dentro de la Constitución Nacional de Colombia. Derechos que hace cuarenta años vienen siendo vulnerados por el Estado, quien ha demostrado servir a los intereses de la multinacional minera, y no a los de las comunidades ancestrales que pertenecen al territorio nacional.

Me queda entonces una pregunta:

¿Quién es el que debería poner una querella por perturbación a la Posesión?

Porque aquí lo claro es que Katsaliamana es un territorio ancestral Wayuu, en donde los indígenas son constantemente perturbados ya que “Las comunidades están a menos de 500 metros de la mina, comiendo polvillo de carbón, durmiendo con las vibraciones del botadero de desperdicio y de las detonaciones”. Pero no solo se les perturban sus sueños, de los cuales ellos dependen para mantener su cosmovisión del mundo, también lo hacen con sus recursos, especialmente con el agua, ya que a lo largo de estos años más de 26 fuentes de agua han sido secadas como consecuencia de la explotación minera. Por otro lado están las afectaciones de la represa de El Cercado, que retiene el agua del único río de la región y que ha causado la muerte a más de cinco mil niños, y ha dejado a 37.000 en estado de desnutrición en los últimos años, según informe de la Defensoría del Pueblo. Por otro lado, “Desde hace más de 40 años, los Wayuu han ido perdiendo miles de hectáreas, hasta el punto que ya no tienen acceso al río desde Albania, porque las tierras aledañas las ha privatizado El Cerrejón. De igual manera, diversas comunidades, como Tabaco, han sido desplazadas de sus territorios, y llevadas a lugares donde la ausencia de agua es el común denominador”. (Entre comillas las declaraciones a la ciudadanía por redes sociales por parte de la Gran Nación Wayuu).

Observar el primer intento de desalojo a la protesta pacífica el 2 de febrero del 2017, deja ver claramente lo que pasa. Por un lado, indígenas descalzos, desarmados, protegidos de la sombra por los escasos árboles, y por una enramada para poder dialogar entre ellos. Por el otro, la policía antimotines del ESMAD, armados hasta los dientes, protegidos por carros tanques y gases lacrimógenos, vestidos hasta la cabeza con protectores antibalas. ¿Quién es el más atemorizado? Como dicen los abuelos: “El que nada debe, nada teme”. Las autoridades ancestrales Wayuu no deben nada, por eso no temen nada, Los Wayuu conocen sus derechos, y están dispuestos a defenderlos como hasta ahora, descalzos, y con la palabra, el diálogo y la concertación.

A pesar de las amenazas de muerte y atentados que han recibido sus líderes, ellos permanecen en resistencia al lado de la vía férrea del tren, viendo cómo éste pasa cada media hora, devorando y llevándose para siempre las entrañas de la madre tierra. Siguen en pie, con los cantos de las abuelas, y las palabras de los abuelos, defendiendo el territorio ancestral invadido y saqueado por Cerrejón, ante la mirada indiferente o incluso el ataque del Estado a través de la policía antimotines del Esmad. Ellos siguen allí, defendiendo de los invasores su cultura, su tradición, su lenguaje, su cosmovisión del mundo y los recursos naturales del planeta, de los cuales todos dependemos para sobrevivir. Siguen allí, hablando en voz alta a los colombianos, a los latinoamericanos y al mundo en general, advirtiendo de los desastres que estamos ocasionando a la madre tierra, a “Mma” de quien dependemos para sobrevivir. Siguen allí, invocando a sus dioses para los hombres despertemos del sueño de la codicia, y aprendamos a respetar a la naturaleza, y a respetarnos los unos a los otros.

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Olga Mendoza. Activista colombiana, radicada en Guadalajara, México. Organización Kanuliaa Jieru.

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