La protección que genera una vacuna es más efectiva que los anticuerpos que produce una enfermedad de forma natural. En el momento en que un agente infeccioso entra en contacto con el sistema inmune, la vacuna provoca que nuestras “células memoria” estén listas para controlarlo a través de anticuerpos mucho más poderosos.
“Si nosotros nos enfrentamos a un agente infeccioso completamente activo, nuestro sistema inmune no tiene idea de lo que está pasando, esto le da tiempo al agente infeccioso de replicarse y ocasionarnos daño”, de ahí la necesidad de vacunarnos, afirma Carlos Sandoval Jaime, investigador del Instituto de Biotecnología de la UNAM.
En este sentido, lo que hacen las vacunas, añade el científico universitario, es tomar pedazos o formas debilitadas de este agente infeccioso para “presentárselo” a un individuo, de tal suerte que, aunque el sistema inmune no lo conozca, tiene suficiente tiempo para activarse y llevar a cabo de forma rápida la presentación de antígenos y la interacción entre células con el fin de neutralizarlo y proteger, a la postre, de futuras infecciones, pues el trabajo de otras células es guardar memoria del evento de infección.
“El cuerpo cree que fuimos infectados, aunque en realidad lo que se nos administró fue un pedacito o una bacteria muerta o un virus inactivado o un virus que no replica muy bien en nosotros, pero le enseña al sistema inmune cómo combatirlo”.
Este material se comparte con autorización de UNAM Global