Puelmapu III. Mujeres, comunidad, territorio

Raúl Zibechi

Fotos: Raúl Zibechi

Bordeando el extenso lago Nahuel Huapi llegamos a las comunidades que se fueron formando dentro del parque nacional. El panorama es impresionante: debajo de la cordillera nevada aparecen bosques de verdes cipreses que se recuestan y besan las aguas transparentes de los lagos.

El lof Kinxikew creó el “Camping Mapuche Manke Ruka”, casa de los cóndores, que ocupa la orilla del lago. Nos recibe Toki, de cuatro años, hijo de la lonko Amancay, corriendo de un lado a otro anunciando nuestra llegada.

El lof eligió a una mujer como lonko, algo excepcional en el mundo mapuche pero que, tal vez, esté anunciando los nuevos tiempos que están empezando a transitar.

Bandera en mano, Amancay comienza una larga explicación de la historia de la Wenufoye, la bandera de la resistencia mapuche que fue creada en un encuentro en Temuco en 1992, en base a unas 500 propuestas presentadas. Cada color representa las vidas que habitan las diversas regiones. El azul representa el agua, pero también la abundancia y la espiritualidad. El verde la naturaleza y la tierra, y es el símbolo de lo femenino. El rojo es la fuerza y también la historia y memoria mapuche.

“El dibujo central es el kultrún, el tambor, pero también el sol, con el diseño circular de nuestra cosmovisión. El kultrún sólo lo tocan autoridades y ahí aparecen el sol, la luna y las estrellas”, dice Amancay acariciando la tela. Es la bandera que se agita en los conflictos, la que flameó en todo Chile durante la revuelta de 2019, y que Amancay define como “nuestro símbolo político”.

Luego habla del daño que provocó el patriarcado y comienza a explicar cómo enfrentan las mujeres los abusos de parientes y varones.

La lucha dentro de la lucha

El territorio en disputa abarca 12 mil hectáreas dentro de los parques nacionales. Las autoridades y terratenientes les iniciaron juicios por considerarlos “usurpadores”. Explica que entre las comunidades de la zona se ha creado un “círculo de autoridades” integrado por seis mujeres y tres varones. “Queremos demostrar que nosotras tenemos capacidad de sostener nuestras comunidades”, expone la lonko.

Nos lleva hasta el borde del lago para iniciar la ceremonia lafkenche (gente de los lagos), de donde las comunidades reciben su fuerza y potencia. “El sonido de nuestros instrumentos nos permite contactar con las fuerzas del territorio”, sigue Amancay.

Camping mapuche en Lof Kinxikew

De pronto mira hacia el horizonte y comienza a hablar con voz grave sobre dualidad y complementariedad: “El feminismo ha sido un gran aliado para nuestros dolores”. Explica que en plena pandemia dos hermanas de la comunidad denunciaron a su tío, que era lonko, por abuso sexual.

“Eso rompió la comunidad y para salir hicimos reuniones en las que vimos que no habría justicia porque el delito prescribió. Decidimos apelar al sistema de justicia mapuche y expulsarlo del territorio, que es la pena más grave que existe”. Además considera que fue un “mensaje sutil” a otros varones y a las mujeres, de que “no queremos más violencia intrafamiliar”, sigue Amancay.

Hicieron una encuesta y el resultado fue que todas habían sido abusadas por familiares. “De ese modo empezamos a sanar a nuestras ancestras y comenzó mi papel como autoridad para ordenar la familia y la comunidad”. Asegura que las mujeres elevaron su autoestima en este proceso y que “los varones entendieron que las mujeres deben caminar a la par y no detrás de ellos”.

Relatar la experiencia, compartir los dolores, fue un modo de sanación que fue posible gracias al apoyo de otras comunidades. En 2021 hicieron un encuentro al que llegaron 200 mujeres mapuche durante tres días, lo que fortaleció su papel comunitario.

Luego retorna al tema del agua y explica que la comunidad decidió construir un camping mapuche “para que la gente no ingrese sin nuestro permiso. Porque el Estado sólo piensa en preservar la naturaleza pero no a las comunidades”. Llevan diez años trabajando en ese espacio en una dura disputa con la institución Parques Nacionales.

Lago Nahuel Huapi

Comunidad Melo

A pocos kilómetros del lof Kinxikew, se toma un camino que sube hasta el lof Melo, integrado por una amplia familia que había sido expulsada de su territorio y retornó hace más de diez años. Nos recibe un grupo nutrido, en el que destacan las mujeres Noelia, Soledad y Daniela, pero en el que participan también Víctor, Millahual y el lonko Lucas.

En el centro del lof destaca una laguna artificial. “La hicieron para tapar los restos de la ruka de Marcos Melo, que fue incendiada por ocupantes en 1966”, dice Noelia. Marcos apareció muerto y los hijos decidieron abandonar sus tierras. La maniobra de los terratenientes fue tan precisa, que incluso los expedientes del lote desaparecieron de la institución Parques Nacionales.

Laguna artificial en Lof Melo

“En 2011 decidimos retornar a los territorios y tres miembros de la familia Melo vinieron a recuperarlos”, sigue Noelia, que se desempeña como responsable de la mujer en la Confederación Mapuche de Neuquén.

El lonko Lucas asegura que la Ley de Emergencia Territorial de 2006, que suspende los desalojos de las comunidades, “no se está aplicando con ningún pueblo originario”. La acción directa es un camino posible y muchas veces necesario cuando se cierran todos los caminos legales.

Luego de la ronda nos llevan a una larga caminata que inaugura un sendero marcado con letreros, para recibir visitantes y enseñarles las impresionantes vistas de su comunidad. En el camino vemos por lo menos ocho rukas, habitadas por otras tantas familias, que combinan corrales con animales (vacas, cerdos, caballos, ovejas, chivos, gallinas y patos) con una incipiente y tenaz agricultura, lo que los va conduciendo hacia su autonomía alimentaria.

La gigantesca montaña Manke Ruka (casa de los cóndores) domina todo el territorio. Abundan las corrientes de agua y los árboles nativos, que impiden la proliferación de especies comerciales como el pino. Pero la tierra es árida y hacerla producir implica un arduo esfuerzo que nunca termina. Deben limpiarla, en particular quitarle la ceniza volcánica que se acumula en la superficie, abonarla con estiércol y composta. Pero van apareciendo verduras y frutos, cultivos que pocos lof pueden presumir.

El loj Melo fue, por eso mismo y por la cantidad de mujeres que toman la palabra, una grata sorpresa. Si el mundo nuevo es posible, será fruto de ese esfuerzo común (minga o trabajos colectivos) que sea capaz de hacer brotar vida en una tierra estropeada por la falta de cuidados.

Manke Ruka. Casa de los Cóndores

1 Los tres artículos sobre Puelmapu fueron posibles gracias al programa Study Abroad Argentina Social Movements and Human Right y a su equipo: Ana Laura lobo, Eliana Ferradás, Griselda Vallejo, Julieta Lucero y Catalina Correa, a quienes agradezco la invitación.

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