Las flores son símbolo de la belleza, pero no solamente. La primavera no podía detenerse a pesar de que se cortaron cruelmente más de 30.000 flores. La muerte siempre tiene revancha. Tiene todo el tiempo del mundo. De todos los mundos. Y la peor de las muertes: la muerte en vida.
Es cierto que empezaron cortando las flores. Eran otros tiempos. Había la expectativa de un mundo mejor, de que podíamos despedirnos hasta la victoria siempre, y que seríamos libres o muertos, pero jamás esclavos. Nos conmovíamos porque en este momento había un chico en la calle. Y al menos los porteños llorábamos por las desventuras del chiquilín de bachín. Creímos firmemente que “se van, se van, y nunca volverán”. Y luego de la cacería, el exterminio, la masacre del autodenominado proceso de reorganización colonial, pensamos, sentimos, deseamos que “Nunca más”.
Era la primavera. Un volver a nacer, un renacimiento después de la crueldad de la edad media militarizada.
Las flores son símbolo de la belleza, pero no solamente. También de la alegría, la ternura, el contento, la creatividad. De la vida en su expansión. En su desborde y en su profanación del sentido común complaciente. Flores más, flores menos, la primavera no podía detenerse. Parafraseando a Bécquer, diría que la primavera eres tú. Y yo. Y todos. Y todas. La primavera no podía detenerse a pesar de que se cortaron cruelmente más de 30.000 flores.
Pero la muerte siempre tiene revancha. Tiene todo el tiempo del mundo. De todos los mundos. Y la peor de las muertes: la muerte en vida.
Silvana Melo lo expresa: “Las olas de calor y la sequía extrema son obra y gracia del extractivismo, botón ilustre del capitalismo. La política es cómplice y el campo industrial se vuelve mano ejecutora. Poder en las sombras, en realidad. O no tanto”. El poder ya no está en las sombras. No lo necesita. Ni siquiera la fuga de capitales necesita sombras. Por eso lo denomino “turismo de capitales”.
Una fuga tiene cierta dignidad, cierta ética. Hoy las cárceles son a cielo abierto. Los campos de exterminio no son de concentración sino de dispersión. Algunos llaman a esto agrotóxicos. Muchos de los que se usan en la Argentina están prohibidos en el resto de los países. Pero somos campeones del mundo.
Una primavera hecha de mercancías, alucinaciones, delirios colectivos. Es lo que hay. Pero saliendo de la matrix democrática, los cuerpos y las mentes padecen el frío glacial. Y no es como en los tiempos del divino chanchito que era suficiente “pasar el invierno”. Ahora el invierno no pasa. Se queda. Y muchos, muchas, quedaran para siempre en los territorios congelados. Desangelados decía Alberto Morlachetti.
El hambre es planificada. Es una asociación ilícita. En concurso real. Las muertes en vida son cuidadosamente vigiladas. La generación zombie cultivada por paco y drogas sintéticas.
Los empresarios de la alimentación son en su mayoría asesinos seriales. Y no pícaros como alguien dijo hace poco.
¿Habrá cadena perpetua?
Porque el paredón para todos los milicos y empresarios que vendieron la nación claramente está lamentablemente intacto.
Publicado originalmente en Pelota de Trapo