El nombramiento de la indígena nahua María de Jesús Patricio Martínez como vocera-candidata en la elección presidencial de 2018 no podría entenderse sin el lugar que tiene la teología de la liberación para este tipo de acciones, dijo el antropólogo Mauricio González durante la presentación del libro La teología de la liberación y su contexto histórico, efectuada en la Universidad Iberoamericana Ciudad de México.
Poder tener una vocera -nombrada por el Consejo Nacional Indígena (CNI) y el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN)- es replicar las formas indígenas de gobierno a nivel nacional, que siempre tienen de compañeros solidarios a quienes se formaron en la teología de la liberación, agregó.
“El legado que podemos constatar en estas formas de acción popular y en esta ofensiva indígena que recién estamos intentando entender y acompañar, no puede entenderse sin el lugar que tiene la teología de la liberación para estas acciones”.
Sobre el libro mencionado, González comentó que “lleva desde los debates de una teología crítica hasta acciones muy concretas en Centroamérica, que sin duda son parte de nuestra genealogía, y que… no podríamos no considerarla, al menos si nos ponemos en situación en un lugar que urge recuperar estos bagajes como una de nuestras posibilidades de futuro”.
Cómo leer hoy un libro como éste que hace memoria de los años 70 y 80 del siglo XX, cuando los contextos han cambiado, pero sin que esto signifique que la situación política y social a la que respondía la teología de la liberación se haya solucionado; es lo que se preguntó el doctor Ricardo Nava Murcia, académico del Departamento de Historia de la IBERO.
Para él, la pregunta insistente es determinar cuál es la relevancia del libro La teología de la liberación y su contexto histórico, escrito por Adlaí Navarro García, autor que admirable y sucintamente recupera todos los contextos; desde la doctrina social en la Iglesia, las situaciones que ocurrían desde el Vaticano, la Sagrada Congregación de la Fe, los silencios que le impusieron a Leonardo Boff (teólogo y filósofo brasileño). “Toda esa historia está contada aquí. Y no sólo Adlaí nos muestra esa historia, sino que además aterriza en casos concretos de cómo se vivió eso en El Salvador”.
“Sin duda, lo que este libro muestra es que la teología de la liberación radicalizó la teología política e incluso radicalizó a la teología de la esperanza de Moltmann, introduciendo una diferencia… Frente a una interpretación meramente existencial y privada, la teología de la liberación postuló una diferencia: no sólo entra por ahí el mensaje del Nuevo Testamento, sino entra a partir de la liberación del hombre de la opresión de las estructuras hegemónicas que se vivían en ese momento histórico”.
“Por su parte, los otros, la teología latinoamericana, llevaron entonces hasta sus últimas consecuencias no tanto una interpretación existencial del Nuevo Testamento, como una comprensión de éste contextualizada a la realidad latinoamericana. Comprensión que tuvo sus condiciones de posibilidad en nuevas claves de lectura vinculadas a las ciencias sociales, y particularmente a la sociología marxista, que en ese entonces resultaba la única alternativa que permitía leer la realidad fuera de las lentes hegemónicas y utilitarias”.
Los ausentes de la historia
Adlaí Navarro, exjesuita, abundó que la teología de la liberación “hablará ya no sólo del ausente de la historia, sino de los ausentes de la historia, los que no son tomados en cuenta a la hora de la planificación económica, social y política. Hablará de los portadores históricos de esa esperanza, los que finalmente serán los que transformen esa realidad. Se trata por lo tanto de un llamado a la práctica más allá del decir, se trata de hacer teología desde los ausentes de la historia”.
De su libro, dijo que comenzó a gestarse en 1978 en Panamá, donde está el noviciado de los jesuitas en Centroamérica, anteriormente en San Salvador, y que a consecuencia del conflicto armado en Centroamérica se decidió sacar de El Salvador, país donde los escuadrones de la muerte habían puesto precio a las cabezas de los jesuitas bajo el lema ‘Haga patria, mate a un jesuita’; amenaza que ya estaban cumpliendo, por ejemplo, con el asesinato en 1977 del Padre Rutilio Grande.
“A nuestro noviciado (en Panamá) iban a parar buena parte de los jesuitas que eran expulsados por las dictaduras. También por ahí pasaban los teólogos de la liberación, y mucha gente más, comprometida con las luchas sociales de Latinoamérica. Por ahí pasó Gustavo Gutiérrez, y ese fue todo un acontecimiento para nosotros; también Ernesto Cardenal hizo su parada ahí; Jon Sobrino, otro de los teólogos de la liberación, también por ahí se paró; Fernando Cardenal no digamos; muchos chilenos, colombianos, brasileños, españoles, también por ahí pasaron”.
El libro está dedicado in memoriam de los seis jesuitas y dos trabajadoras domésticas asesinados en la UCA de El Salvador (Universidad Centroamericana José Simeón Cañas), con tres de los cuales Adlaí Navarro tuvo una relación cercana por estudios y vida comunitaria: Ignacio Ellacuría, Rector de la UCA; Armando López, profesor de Filosofía y director espiritual de Adlaí cuando éste se hallaba en Nicaragua; y Juan Ramón Moreno, director de la biblioteca de Teología, quien fue compañero de Adlaí en la Cruzada Nacional de Alfabetización en Nicaragua.
“Estos jesuitas, y muchos más, son las personas más buenas que he conocido. Buenas como personas. Y en ese entonces ni nos imaginábamos en lo que iban a parar, es decir, que las dictaduras militares en Centroamérica los vieran como personas peligrosas”.
Texto y foto Pedro Rendón /ICM