Foto: La activista Greta Thunberg, frente al Parlamento sueco en agosto de 2018, cuando comenzó a hacer huelga por el clima. Foto: Anders Hellberg
Veraneando que es gerundio. Y leyendo la prensa, una actividad de riesgo en esta época del año. En realidad, es bastante interesante, porque te permite fijar la atención en temas que normalmente quedan sepultados por la cotidianidad de la política institucional (¡eso sí que es descanso!). En los últimos días, la cara de una niña, ya adolescente, ha acaparado parte del interés mediático. Una niña sueca en un velero que se va a cruzar el océano Atlántico rumbo a la cumbre sobre el clima de Naciones Unidas y que ha preferido un barco a un avión para contaminar menos.
La chavala se llama Greta Thunberg y desde hace un año se ha convertido en el rostro visible de Fridays For Future, un movimiento europeo masivo y juvenil por el clima. No es su portavoz, no es su lideresa, pero sí alguien que con sus palabras y sus acciones ha inspirado la movilización social de jóvenes que temen por su futuro en un planeta cada vez más deteriorado. Jóvenes que demandan a la clase política que actúe de manera urgente para mitigar el cambio climático. Jóvenes que exigen que se sigan las recomendaciones de quienes saben de esto: el IPCC y el resto de la comunidad científica.
Hasta aquí, todo bien. Resulta ilusionante ver que en este mundo tan convulso la juventud se organiza y se moviliza por una sociedad mejor. Por el bien común. Pero sí, lo sabemos, vivimos tiempos revueltos y las buenas acciones se pagan caro, para empezar, en la palestra de los medios de comunicación y redes sociales. Si bien una parte de los creadores de opinión reconocen y valoran el mérito de esta niña que se hizo famosa por plantarse delante del parlamento sueco y decir, “no voy al cole porque me estáis robando el futuro. Hagan sus deberes”, no faltan tampoco las acusaciones directas y virulentas, en forma de insultos y vejaciones. Éstas apuntan en tres direcciones: 1) Greta está manipulada y controlada por cualquier desgraciado; 2) es un instrumento al servicio del lobby de la industria de las energías renovables; 3) es una pobre niña exprimida por sus padres al más puro estilo Macaulay Culkin.
Lo terrible de estas teorías no son las suposiciones en sí mismas: seríamos demasiado ingenuas si creyéramos que el alcance mediático y social que ha logrado una mujer tan joven no iba a generar suspicacias y sospechas, o a provocar un gran interés por parte de empresas y grupos de presión interesados en subirse a la ola y sacar tajada. Lo que ha hecho saltar todas nuestras alarmas es la violencia de las palabras que se usan contra ella y que muy probablemente estarían apuntando en otra dirección si en lugar de Greta, estuviésemos hablando de Lars. Por una cuestión de conciencia feminista (don’t feed the troll) no vamos a repetir aquí los exabruptos que se escupen sobre la que algunos ya tachan de “muñeca rota del ecologismo”. Como mujeres que somos, como madres, como personas con dos dedos de frente y un poco de respeto por el vecino de al lado, leemos toda esta sarta de calificativos y se nos revuelve hasta el alma. Su edad (para algunos demasiado joven, para otros demasiado mayor), su aspecto físico, su condición de persona con síndrome Asperger, su familia, si va o no va al colegio, la ropa que utiliza, si es o no 100% coherente en todos sus actos cotidianos…, se han convertido en el centro de la diana de los que andan enfadados porque han empezado a darse cuenta de que el movimiento que inició Greta un buen día desde un rincón del mundo no es ningún juego de niños. Y eso, molesta.
A ciertos señores y señoras todo este asunto les incrementa sus disonancias cognitivas. Lo de tener que asumir que, incluso siendo cierto ese supuesto que ellos sostienen de que Greta tiene detrás al lobby verde, hay todo un movimiento de jóvenes que han demostrado su capacidad para organizarse y reivindicar desde lo colectivo el mundo que quieren que les dejemos, evidentemente les incomoda. Al demonizar la figura de Greta se ignora deliberadamente el espacio Fridays for Future donde participa como una más. Ella es solo un símbolo de colectivos organizados y diversos que han abierto los ojos ante la catástrofe climática que se avecina.
El ecologismo, como ya le pasó al feminismo, está revolviendo conciencias y ha dado un salto a una esfera masiva y global que automáticamente lo ha convertido en una amenaza para el statu quo. Greta ha puesto su particular granito de arena decidiendo exponerse y eso la convierte en un objetivo fácil para los que niegan el cambio climático y se nutren de las inercias del patriarcado al desplegar todas sus críticas. Es mucho más sencillo para ellos lanzar dardos condescendientes contra una niña, que asumir el reto que supone escuchar a todo un movimiento de jóvenes que en breve estarán haciendo valer en las urnas sus exigencias porque tendrán edad para votar.
A nosotras Greta no nos molesta, porque nos da la excusa perfecta para contarles a nuestras hijas que te puedes levantar una buena mañana con miedo, pero que eso no tiene por qué llevarte a la inacción. Que, en medio del caos, te puedes organizar con tus amigas y amigos para cambiar las cosas. No nos molestas Greta. Ni tú, ni Fridays for Future. Nos inspiráis. Y a nuestras hijas también. Gracias.
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