LA MUERTE DE LA LIDER
A la memoria de Bety Cariño
Todos la vieron caer
y nadie podía creerlo,
ahí estaba el cadáver
y decían no era cierto;
cinco balas traidoras
destrozaron su cuerpo
y ella seguía viviendo
para todo su pueblo
Compañeros de lucha
-dijo momentos antes-
camaradas de siempre,
hermanos míos, de ideales,
tenemos que luchar
por nuestras libertades
sin claudicar jamás,
solo que a todos maten.
Con solo estas palabras
expresó su grandeza
defendió sus ideales
con el pueblo su fuerza-
montañas y ciudades
fueron su fortaleza
y en lo más alto de ellas
colocó su bandera.
Así vivió en la lucha
-la lucha era su vida-
odió siempre a los lobos
que a la patria querida
como liebre ante un puma
quisieran ver perdida
y le abren las entrañas
si la encuentran dormida.
Con un golpe de suerte
dado en un triste día
cinco balas traidoras
destrozaron su vida.
No pudo defenderse,
no encontró una salida
a esa trampa mortal,
y perdió la partida.
Comenzaron a unirse
las gentes de los pueblos:
ya levántate hermana,
el futuro aún no es nuestro;
dijeron para ver
si era mentira o cierto.
Nadie les respondió.
La líder había muerto.
No se hable de tristezas,
de llantos, ni de penas,
cuando la lucha es vida
la vida será eterna;
coloquémosle flores,
que descanse, no muera,
y entre todos hermanos,
alcemos su bandera.
Así la voz del pueblo
le entonaba su canto,
así honraban su nombre;
que en ciudades y campos
luchó por verlos libres,
la muerte desafiando.
Hoy su ejemplo nos sirve
para seguir luchando.