Las migraciones forzadas internacionales están asociadas a procesos de desarrollo desigual entre países con diferentes niveles de ingreso y desarrollo socio material, así como a dinámicas de redistribución espacial de población (particularmente de movilidad de trabajadores) a través de diferentes fronteras y a las estrategias de grupos sociales en condiciones precarizadas para mejorar su vida.
Dada la complejidad de estos procesos y la diversidad de actores e instituciones involucradas, se requieren abordajes de un carácter crítico en el tratamiento de las migraciones.
La crítica requiere de varios niveles de profundidad analítica.
Por un lado, como un diagnóstico de la situación de los sujetos involucrados en estos procesos, y de las dinámicas y contextos que producen estos fenómenos sociales.
Por otra parte, como un posicionamiento histórico-político que, no sólo entiende las causas estructurales de estos procesos, sino que, además, cuestiona las dinámicas de violencia, exclusión y marginación que implican las migraciones.
Además, configurar una lectura que contribuye en apuntar cuáles serían las medidas y acciones para atacar los procesos económico/políticos y de violencia que producen las migraciones.
Finalmente, reconociendo la diversidad de instituciones y actores que conforman los procesos migratorios, y las relaciones de poder asimétricas entre los involucrados.
En este sentido, es necesario tener un encuadre que considere los siguientes procesos.
Primero. El abordaje de las condiciones macro estructurales (locales, nacionales y regionales) que generan los adversos contextos de expulsión; y que remiten a necesidades impostergables como salario suficientemente remunerado, trabajos bien pagados, acceso a entornos libres de violencia y a derechos sociales (como salud, seguridad social, etc.).
Segundo. En el contexto del desarrollo del capitalismo neoliberal, tener en cuenta la génesis de los procesos socioeconómicos y políticos que fuerzan a los migrantes a salir contra su voluntad (como el aumento de la desigualdad, el incremento de la pobreza, la violencia e inseguridad, la precarización de las condiciones materiales de vida).
Tercero. Analizar cuáles son las lecturas de estas causas de expulsión por parte de los propios migrantes forzados. Es clave entender en función de qué percepciones y valoraciones de dichas causas las personas deciden migrar.
Cuarto. Crear un encuadre básico sobre las poblaciones migrantes que, más allá de ser concebidas sólo como colectivos pasivos y subordinados a procesos económicos macro y a un determinismo mecánico, son sujetos que, con capacidad de acción y diversos recursos y saberes, deciden migrar para mejorar su vida, interpelando y haciendo frente a sus adversas condiciones de vida.
Quinto. Ver las migraciones como procesos con diferentes etapas, y caracterizados por procesos de exclusión y violencia en los países de origen, tránsito y destino.
Sexto. Visibilizar y cuestionar las políticas migratorias y discursos que criminalizan a los migrantes, y los conciben como transgresores de la ley. Los procesos de control migratorio en los países de tránsito y destino no pueden basarse en enfoques de “seguridad nacional” que sistemáticamente transgreden los derechos humanos de los migrantes irregularizados.
Séptimo. Contrarrestar el uso político, tendencioso y desinformado de las migraciones (y de la estigmatización de los migrantes) para obtener réditos y ventajas en temas electorales (como lo hacen Trump y los republicanos en el contexto de EUA). Tampoco es válido ver la migración como subordinada y determinada por otros asuntos de relaciones internacionales e interés geopolítico (como los gobiernos de los países de Centro y Norteamérica que se alinean a la política regional anti inmigratoria de EUA para evitar sanciones económicas y/o obtener beneficios políticos).