El uso de la medicina tradicional en comunidades indígenas para aliviar efectos secundarios de la vacunación contra la COVID-19 persiste, pero también la falta de información confiable y con pertinencia cultural, según terapeutas tradicionales.
En la cultura maya K’iche’, y muy particularmente en Santa Cruz del Quiché, en el Altiplano guatemalteco, el uso de plantas medicinales, piedras, baños de vapor, y otras prácticas que combinan la medicina preventiva, curativa o ritual, persisten y son ampliamente utilizadas por la población para el tratamiento de sus enfermedades.
Durante la pandemia de la COVID-19 esas prácticas continúan e incluso sirven para poder aliviar las reacciones o efectos secundarios que algunas personas padecieron después de que se les aplicó la vacuna.
Felipe Pérez Zapeta, de la aldea la Estancia Primer Centro, indicó que la importancia de la medicina preventiva y curativa maya es precisamente esa: “Prevenir la muerte temprana”.
Pérez forma parte de una amplía red de terapeutas tradicionales maya K’iche’ que han adquirido conocimientos a través de las enseñanzas que les dejaron sus abuelos, abuelas, madres y padres, así como de la oralidad compartida en la comunidad desde tiempos precoloniales.
“Los mayas conocen mucho, porque como antes no había farmacias, así se curaban, con plantas, piedras y con otros productos. Por eso la persona tiene confianza en eso y la mente ayuda a ganar confianza”, agregó Pérez.
El terapeuta tradicional aseguró que ha trabajado con muchas personas, se ha especializado en las plantas medicinales y conoce más de 250 clases diferentes; no obstante, aclara que hay 150 de ellas que son venenosas. “El que no conoce puede matar a una persona. La dosificación es importante”, asegura.
Sobre las consultas en las que ha atendido a personas que se han vacunado contra la COVID-19, dijo que los efectos se deben a que “el cuerpo no está acostumbrado de recibir otras medicinas, está acostumbrado al tratamiento con plantas. Al llegar esa medicina al cuerpo, a la que no está acostumbrado, le puede dar fiebre, vómitos, dolor de cuerpo”.
En el amplio conocimiento que Pérez posee, radica la confianza de las personas que acuden a él para poder aliviar los efectos secundarios y que sus dolores disminuyan, algo que califica como positivo, porque se combinan tratamientos de medicina tradicional con la occidental, como las vacunas.
El centro de salud también usa medicina tradicional
Ana Lucía Pontaza, médica directora interina del Distrito de Salud de Santa Cruz del Quiché, sostuvo que fue de la medicina ancestral o tradicional de donde surgió la medicina occidental o moderna, como el acetaminofén o la aspirina.
“Todo empezó con medicinas naturales y cada vez se fue investigando más y se lograron sacar ciertos medicamentos, conociendo la medicina natural”, afirmó la médica.
Pontaza añadió: “Todos alguna vez con la pandemia -de COVID-19-, hemos utilizado jengibre, miel o cebolla morada, porque algunos tienen factores antiinflamatorios, otros suben las defensas y sí han funcionado para tratar este tipo de problemas respiratorios”.
Muchas madres y padres les han dado a sus hijas e hijos un té de hierbabuena para aliviar los cólicos, agregó Pontaza. Son plantas medicinales que siempre se usan, dijo y reconoció que incluso en el Centro de Salud tienen un pequeño huerto donde las cultivan.
“El ixbut se usa para la lactancia materna, sabemos que produce un beneficio en la persona, pero también reconocemos que una medicina natural no nos va a dar inmunidad como lo hace una vacuna”, agregó la doctora.
Para Pontaza es importante que las personas puedan acudir a vacunarse contra la COVID-19 y completar su esquema de vacunación y afirma que en algunos casos pueden presentarse efectos secundarios como dolores o fiebre, pero que pasan en algunos días.
Aunque cada municipio maneja sus propios datos y el Área de Salud los consolida como departamento, en Santa Cruz del Quiché, el 41% de las personas de 18 años en adelante han recibido la primera dosis contra la COVID-19; el 33% en segunda dosis y el 9% la vacuna de refuerzo en mayores de 18 años.
En niños y adolescentes de 12 a 17 años el registro es del 30% con primera dosis; el 22%, con la segunda; en la actualidad no se les está colocando el refuerzo, según datos del Distrito de Salud de Santa Cruz del Quiché.
Persisten obstáculos
Desde que inició el proceso de vacunación contra la COVID-19, tanto la directora interina del Distrito de Salud de Santa Cruz como las y los terapeutas tradicionales han enfrentado retos y obstáculos.
“Como es un proceso nuevo, no es algo que nosotros hayamos hecho previamente como la vacunación de esquemas horizontales con niñez. El reto fue principalmente darle a conocer a la población el beneficio de la vacuna, desde que comenzó la pandemia se cobró muchas vidas y las personas se ahogaban dentro del líquido inflamatorio de sus pulmones”, agregó Pontaza.
Aunque explicó que la vacuna evita que el virus ataque con tanta fuerza a la persona, y casos graves de hospitalización y de muerte, ha sido un reto “bastante difícil hacer ver a la población que la vacuna no es experimental”.
“Las vacunas pasaron ciertos procesos para ser aptas para humanos, jamás experimentamos con la gente, somos muy cuidadosos con que no se haya perdido la cadena de frío entre otras cosas, porque es un proceso ético”, aseguró.
Entre los retos que han enfrentado como personal de salud de Santa Cruz del Quiché se encuentran las creencias, los mitos y la desinformación, que asegura que la vacuna provoca esterilidad, que tiene un chip, o incluso que servirá para controlar a las personas y que era la seña del diablo.
Para Candelaria Tax Hernández, comadrona de Xatinap Primero, también en Santa Cruz del Quiché, existen problemas porque las personas no confían en la vacuna. “Muchas personas que estaban vacunadas fallecieron, varias gastaron entre 30 y 50 mil quetzales y no lo logaron”, aseguró.
Como comadrona o Ajkun, que en idioma maya k’iche’ se aplica a las receptoras de vida, indicó que fue obligada a vacunarse y últimamente también enfrenta dilemas en recetar algunos tratamientos con plantas naturales.
“El trabajo que realizo es grande, porque analizo y evalúo a mis pacientes, luego preparo la medicina ancestral, les dejo las dosis para tomar y con ello recuperar su salud, ellos agradecen la medicina que les preparo, pero últimamente me da pena darles medicina con las plantas, porque nos dicen que todos los pacientes deben ir al hospital o al Centro de Salud”, afirma Tax.
A su criterio, no se respeta la sabiduría que las comadronas o terapeutas poseen de sus abuelas y abuelos a través de la medicina tradicional, afirmó que las personas confían en sus conocimientos, pero muchas mujeres embarazadas no quieren ir al hospital porque no se les permiten visitas.
Durante el proceso de vacunación y la pandemia de COVID-19 en general, las brechas en acceso a información con pertinencia cultural y etnolingüística persisten en departamentos como Quiché, donde, por ejemplo, en el municipio de Santa Cruz del Quiché, un total de 84.3% de personas se identifican como indígenas (65 mil 335 personas); 83.1% como indígenas maya K’iche’ (63 mil 612 personas) de un total de 78 mil 279 de habitantes de ese municipio, según datos del Censo Nacional de Población 2018.
Este material se comparte con autorización de Prensa Comunitaria