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Mega-peregrinación en contra de la minería en Chicomuselo. El credo religioso para resguardar a la Madre Tierra

Herminia Rodríguez Quiñonez

Foto @ SIPAZ

Chicomuselo, Chiapas | Desinformémonos. La mega-peregrinación en Chicomuselo invita a reflexionar sobre los procesos de resistencia que México ha vivido a lo largo de su territorio. Cuarenta y nueve años han pasado desde que la masacre de Tlatelolco manchara de grana la memoria histórica de los mexicanos, con ese evento cientos de estudiantes saldrían del Distrito Federal a internarse en algunas regiones campesinas donde tratarían de impulsar un cambio social. Algunos de estos jóvenes, entre ellos Arturo Albores, estudiante de arquitectura de la UNAM y fundador de la Organización Campesina Emiliano Zapata (OCEZ), entrarían en contacto con indígenas chiapanecos e impulsarían a su lado un proceso de lucha por el acceso a la tierra y por justicia social en la región fronteriza de Chiapas (Venustiano Carranza, Frontera Comalapa, Chicomuselo, La Independencia y Tzimol). Pero los campesinos, activistas y estudiantes no trabajarían solos, a su lado, siempre al mismo paso, se encontrarían los catequistas, misioneros y sacerdotes de la Diócesis de San Cristóbal de Las Casas, adeptos, dicen algunos, a la teología de la liberación. En la actualidad, casi para cumplir medio siglo de lo acontecido el 2 de octubre de 1968, algunos de estos sectores contestarios se han desdibujado en el municipio: los estudiantes se han ido (o no han llegado otros), las organizaciones campesinas han caído en el descrédito y los activistas mermaron, pero los miembros de la iglesia liberadora siguen manifestándose. No ha decaído su ímpetu en luchar por mejores condiciones de vida para los chicomultences, los chiapanecos y los mexicanos.

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Primero de octubre: Una misa se celebró en el Ejido Grecia, en las alturas de la zona planada de Chicomuselo, un municipio campesino dominado desde antaño por sectores ganaderos. El frío y la torrencial lluvia sobre el domo de la plaza central no menguaron el ánimo de nadie: aquí todos vinieron a luchar, dicen. Son alrededor de 500 personas reunidas para manifestar su inconformidad ante la insistencia de las empresas mineras de reabrir la extracción de barita en el ejido. A diferencia de otras manifestaciones, en las que resaltan las consignas políticas, los pronunciamientos solidarios de organizaciones sociales y las expresiones de furia y desenfado, ante el actual sistema social, en este espacio resuena la alegría. Dicen que “luchar es una bendición”. Decenas de personas se dieron cita desde las ocho de la mañana en la parroquia de San Pedro y San Pablo, en la cabecera municipal, para subir en caravana al Ejido Flores Magón donde los esperaban otros contingentes. En ese sitio algunos comisarios ejidales han dado permiso para que pasen los vehículos de las empresas mineras y exploren la zona; por eso ahí hubo una parada. El recibimiento fue con grandes pancartas: “¡Este sistema depredador no se aguanta! ¡No lo aguantan los campesinos! ¡No lo aguantan los pueblos! ¡No lo aguanta la Madre Tierra!”. Algunas mujeres hicieron tamales

para llevar en la caravana (tinas de peltre repletas de tamales) en apoyo a la lucha. Aquí los campesinos opuestos a la minería libran batallas a diario contra los promotores del exractivismo. Los peregrinos que se congregaron en Flores Magón llegaron hasta el Ejido Grecia, a poco más de una hora de distancia, donde están los terrenos que ocupa la mina, para reunirse con sus hermanos católicos. Decenas de personas recibieron la carava. Sonido de caracoles, guitarras y panderos, acompañados por estandartes de la Virgen y de algunos santos patronos, rodeados de humo de copal y mantas en defensa de la Madre Tierra, dieron la bienvenida a los visitantes. Una pequeña peregrinación los condujo al domo. La misa era verdaderamente una fiesta que celebra la vida. Desde la comisaria, los campesinos ejidatarios a favor de la minería miraban con atención y con recelo.

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En la misa, con una clara línea inspirada en la teología india, sacerdotes, religiosas, hermanos y hermanas de diferentes parroquias y misiones de la diócesis sancristobalence, celebraron en torno al altar circular maya un culto en defesa del territorio. El padre Marcelo Pérez —párroco de Simojovel y vicario de la Pastoral Social y de la Pastoral de la Tierra— ofreció un sermón en el que habló sobre la importancia de actuar con justicia ante los atropellos que vive la Madre Tierra. En su homilía citó el “cuidado de la casa común” del que habla la encíclica Laudato Si’ del papa Francisco, textos del Génesis sobre el resguardo de la creación, el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo, el llamado a la “piedad por la tierra” de Leonardo Boff, el derecho a la consulta de los pueblos originarios ante los proyectos de muerte y la resistencia de diferentes grupos indígenas en defensa de sus territorios. El párroco exhortó a los católicos y miembros de otras religiones a seguir organizados. Parafraseando al papa, señaló: “Yo les pido, en nombre de Dios, que defiendan a la Madre Tierra”. A misa asistió el párroco de Chicomuselo, Eleazar Juárez, acompañado del párroco de la iglesia de San Juan Bautista de Nuevo San Juan Chamula, sacerdotes de la Misión de Guadalupe y de la Misión de Bachajón.

Entre cánticos cristianos, por parte de los jóvenes de la localidad, un hip-hop en defensa de la tierra e himnos de la congregación, el compromiso de estos católicos se fortaleció; tanto, que inspiraron a hermanos de otras religiones: cristianos adventistas se sumaron y ofrecieron 20 casas para que los visitantes se albergaran por la noche.

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2 de octubre: Fecha en que la lucha no se olvida. En la Ciudad de México y otras partes del país miles de contingentes toman las calles en denuncia de los atropellos del gobierno mexicano, que desde 1968 hace caso omiso de las torturas, desapariciones y asesinatos en contra de estudiantes y activistas, que exigen la democratización del país y la impartición de justicia social; mientras, en Chicomuselo, se congregan 4 mil personas de distintas zonas del municipio y de otras regiones de Chiapas para exigir el cese de los proyectos mineros. En el descenso del Ejido Grecia, pasando por el Ejido Flores Magón, los peregrinos se redoblaron, se triplicaron…, más: ¡se octuplicaron! Ingresaron a la cabecera municipal ante la sorpresa de algunos avecinados del centro que no sabían nada. Como casi en todos los municipios rurales del interior de la república, donde los habitantes del centro se desconectan de su realidad próxima, aquí en Chicomuselo los que viven en la cabecera no sabían de la peregrinación, fue una sorpresa ver llegar a miles de campesinos de la zona cofre, sierra y planada, manifestándose en contra de la minería, cruzando las calles, cantando, peregrinando.

Los miembros del Pueblo Creyente se congregaron en la plaza central frente a la parroquia, donde llevaron a cabo una misa. Después dieron a conocer, en voz de una religiosa, un comunicado en el que denunciaron, en nombre de los chicomultences y de católicos de distintas regiones de Chiapas, las divisiones que provoca las mineras al interior de las comunidades, las amenazas y expulsiones en contra de los comisarios ejidales que se promulgan en contra de la minería, el hostigamiento por parte los empresarios mineros hacia las comunidades y los daños que estos proyectos provocan a la tierra, por ello exigieron la cancelación de las concesiones mineras en todo el estado. Hicieron un llamado a la solidaridad con los pueblos en resistencia y responsabilizaron al gobierno de cualquier acto de represión en contra de quienes se organizan por defender sus territorios.

Al igual que en otras regiones del país, el Pueblo Creyente congregado en la plaza se sumó al llamado de conformar un concejo indígena en torno a la vocera María de Jesús Patricio Martínez, reclamaron la aparición de los 43 estudiantes de la Escuela Normal Isidro Burgos, y exigieron justicia por los asesinatos de Berta Cáceres y Mariano Abarca, activistas ecologistas. También recordaron la masacre de 1968, donde cientos de estudiantes fueron asesinados por el ejército mexicano en su lucha por democratizar el país. La resistencia de los chicomultences se fortalece cada día, resultado de un proceso de reflexión profunda. En este proceso el credo religioso cobra relevancia como un mandato de Dios para resguardar a la Madre Tierra.

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