Los estados de necesidad extrema no son delitos, aunque sí son delitos de lesa humanidad los gerenciamientos que decretan penas de vida a miles de personas humanas. Hoy es más importante cuidar a personas no humanas que a las personas humanas que intentan mantener la humanidad residual que aún los habita.
¿Qué tienen en común las infancias palestinas y las infancias argentinas? Ambas son objeto de una masacre programada. La diferencia es que las infancias palestinas son masacradas al contado y las infancias argentinas en incómodas cuotas mensuales.
El contado odioso son bombas; el plan en cuotas es hambre y penurias. Y siempre el Estado gerenciando las masacres.
El Estado de Israel combate a una organización satanizada como terrorista asesinando a la población civil. Son los cirujanos perversos del poder, para los cuales todos los remedios son siempre peor que la enfermedad.
El Estado Argentino con sucesivos gobiernos que supimos elegir lo han conseguido en 40 años de cuotas democráticas. Claudia Rafael lo dice con demasiada claridad para la mediana hipocresía reinante: “La sucesión de historias escandaliza por el instante atroz en que un cuerpo humano es comprimido por la maquinaria que recoge los residuos callejeros. Pero sigue sin escandalizar la crónica previa. Aquella del pacto social que permite esas inequidades tan hondas”.
Pacto social que ahora desnuda su fundante perverso. Pacto social perverso que ni tratan de maquillarlo. Como en la guerra, ahora la paz habilita las masacres a cielo abierto. Todos los debates sobre la pena de muerte son muchos menos importantes cuando la sentencia es la pena de vida. Pero es una vida que ha sido conquistada y arrasada por diferentes modalidades de la muerte.
La opción ya no es patria o muerte. Ahora es Cadáver o Zombi. La patria son los otros, los ellos, los colonizadores de espada, tortura e inteligencia artificial. Aquellos que llamamos dirigentes que construyen calles sin salida y criminalizan no solo la protesta social, sino también los rituales de supervivencia.
Los estados de necesidad extrema no son delitos, aunque sí son delitos de lesa humanidad los gerenciamientos que decretan penas de vida a miles de personas humanas. Hoy es más importante cuidar a personas no humanas que a las personas humanas que intentan mantener la humanidad residual que aún los habita.
Todo el horror por la barbarie ha quedado cristalizado en el horror del nazismo. Que sirve para coartada histórica de los horrores de las barbaries actuales. Barbaries en cuotas o al contado. Civilización y Barbarie. Ignoro si Sarmiento estaría de acuerdo, pero la verdad no me importa. Lo que si me importa es cuando apenas podemos dar testimonio mientras nos llenamos de bronca, de impotencia, incluso de culpa política y social.
40 años de incómodas cuotas democráticas han ocultado lo dicho hace décadas en un aforismo implicado: “si no se trata de paz, sino de tregua, no me hablen de política sino de guerra”.
Las treguas se interrumpen cuando el Estado Masacrador lo decide. La esclavitud no ha sido abolida y la reducción a servidumbre se denomina tasa de desocupación.
“El costo social del ajuste”, eufemismo para la masacre en cuotas, sigue siendo política pública. Hay sentencias de muerte que se denominan “gatillo fácil”. Pero hay sentencias de vida donde hay una delgadísima linea roja entre pobreza e indigencia.
Cuando no podemos siquiera imaginar el dolor y las tristezas y las locuras que ocasionan las torturas de la muerte cotidiana, más y más nos alejamos de las ideas del Che: “…y sobre todo sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo. Es la cualidad más linda de un revolucionario.”
Hablo por mí: creo que he perdido esa cualidad. Intento recuperarla. Pero mi propia pena de vida es no saber si esto será, finalmente, posible.
Publicado originalmente en Pelota de Trapo