Partería como resistencia

Valeria Huerta Blázquez

Foto: Valeria Huerta Blázquez

Los productos audiovisuales, las investigaciones académicas y el diálogo generado en torno a nuevas formas de vivir los procesos obstétricos y nuevas formas de nacer, se hacen cada vez más presentes en una generación de mujeres y personas gestantes que se ha atrevido a cuestionar la medicina hegemónica. Aquella que ignora sus cuerpos, derechos, deseos e, indudablemente, su autonomía al violentar su poder de decisión.

Ante este panorama, alternativas más humanas, cálidas y tiernas empiezan a ser nombradas para vivir procesos obstétricos más dignos y acompañados. La partería es uno de ellos, pues es un saber ancestral que se sigue practicando en los lugares a los que la medicina hegemónica no voltea a ver. Además, funge un papel sumamente importante ante las lagunas del Estado en materia de salud pública.

Glosario para el mejor entendimiento de conceptos utilizados en el reportaje. Autoría: Valeria Huerta.

Sin embargo, a pesar de que la partería puede ser una alternativa a la deshumanización y patologización con la que se ha visto el embarazo, es invisibilizada y poco valorada. Pues la practican, en su mayoría, mujeres históricamente discriminadas: mujeres indígenas y/o alejadas de las urbes, a quienes se estigmatiza como personas periféricas a la “modernidad” y el “desarrollo”, conceptos vistos bajo los ojos del capital.

Por lo tanto, esta práctica es reducida a un simple proceso arcaico sin valor, que es practicado por personas alejadas de “lo nuevo”. O es visto como mera charlataneria, ya que no está validado por la medicina institucionalizada promovida por el Estado; a la cual se ha brindado el poder de decisión sobre los cuerpos y, en este caso, las experiencias de embarazo y parto de las mujeres y personas gestantes.

Con esta realidad evidente, la partería se encuentra en resistencia frente a opresiones históricas y de distintos niveles: contra de las mujeres y sus cuerpos; contra el tejido social y de la comunidad, al generar su rompimiento; contra los saberes ancestrales, por priorizar la “modernidad” y el “desarrollo”, condenándolos al olvido. En síntesis, la partería es una resistencia frente a lo que solo ha sido avalado por el norte global.

En este pódcast podrás saber más sobre la importancia de la Partería como epistemología del sur.

Partería como resistencia a la violencia obstétrica

La violencia obstétrica es un tema que, aunque tarde, se está poniendo sobre la mesa. En un país como México, que se torna cada vez más violento, es indispensable señalar todo tipo de violencia contra la mujer, sobre todo si es una violencia poco visibilizada y sumamente normalizada. Hablar de violencia obstétrica es hablar de violencia de género desde la medicina hegemónica a un nivel institucional.

Porque es ejercida con fines de control y sometimiento de los cuerpos de las mujeres y personas gestantes durante alguna etapa obstétrica. Y porque busca agilizar los procesos, así como sacar provecho — económicamente hablando — de las condiciones de salud de las personas; por lo que las y los doctores deshumanizan a las mujeres con tal de cumplir con las cuotas exigidas por las instituciones.

La máxima expresión de la rapidez en los procesos obstétricos se ve reflejada en las cesáreas que, a pesar de ser injustificadas, se realizan con la mayor naturalidad y, algunas veces, sin consentimiento de las madres. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la tasa de cesáreas injustificadas a nivel mundial oscila entre el 10 y el 15%; en Chiapas, el porcentaje es del 29.9%.

En este reportaje se menciona a Chiapas debido a que ahí se encuentra el único movimiento de parteras que existe en México: Nich Ixim. Está conformado por más de 600 mujeres que trabajan en 35 municipios del estado. Es un movimiento independiente que defiende el derecho de parir con dignidad y está conformado por parteras tradicionales, urbanas y autónomas hablantes de tseltal, tsotsil, tojolabal, zoque, ch´ol y español.

A continuación se presentan los testimonios que han sido recolectados a través de entrevistas a cuatro integrantes del movimiento: Lucía, Ofelia, Liliana y Keny, parteras originarias de la región de Los Altos, respectivamente de Las Rosas, Chenalhó, Mitonctic y San Cristóbal de las Casas. (El uso de sus apellidos está reservado por seguridad).

Rueda de prensa por el Día de la Partera, 5 de mayo del 2022. Foto: Valeria Huerta.

La violencia obstétrica se vive a través de los malos tratos individuales, los cuales son la manifestación particular de las desigualdades estructurales que forman parte del orden patriarcal en el que las mujeres están insertas. Estas formas de opresión suelen pasar inadvertidas y son justificadas bajo el discurso médico hegemónico que hizo creer que es necesario someterse a los mandatos médicos sin cuestionarlos.

Y a pesar de que la OMS sigue sin señalar directamente la violencia obstétrica, al grado en el que no se encuentra información bajo ese concepto en la página oficial, existen ciertas conductas en México reconocidas como violencia obstétrica, según el Grupo de Información en Reproducción Elegida (GIRE).

Actitudes concebidas como violencia obstétrica según el GIRE. Cartel: Valeria Huerta.

El GIRE también señaló el porcentaje de las entidades federativas en las que hay una mayor violación a los derechos humanos de las mujeres en espacios de servicios de salud. Aquí se presentan datos de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares 2021 (ENDIREH), en la cual se incorporó por primera vez preguntas destinadas a evaluar aspectos de la experiencia de las mujeres durante su parto.

Estimaciones de GIRE con datos de la ENDIREH, 2021.

A nivel físico, el grado más extremo de la violencia obstétrica se refleja en la implantación de métodos anticonceptivos sin consentimiento de la mujer, así como en la muerte materna y neonatal. Sin embargo, no debe pasar inadvertida la otra modalidad de violencia: la psicológica. El trato deshumanizado, la discriminación y la humillación durante el transcurso de la práctica obstétrica tienen repercusiones severas en el estado anímico de las mujeres, pues no solo son dolorosas para el cuerpo, sino para el alma. Las mujeres cargan con esas heridas toda la vida.

Para las mujeres que han sufrido violencia obstétrica, queda una sensación de miedo que se expande en la comunidad. Son cada vez más las mujeres de los pueblos originarios que, al saber de las malas experiencias que otras vivieron dentro de los hospitales, deciden descartar por completo el acudir a uno para ser asistidas, pues se convierten en sujetas pasivas de su propia experiencia de parto y pierden el poder y la decisión sobre su propio cuerpo y embarazo. Por ello, prefieren recurrir a la partería, pues ahí encuentran un espacio en donde son escuchadas y respetadas.

Esta violencia, a nivel simbólico, también radica en el lenguaje. Se debe tener muy presente que este crea mundos, moldea realidades y, por lo tanto, asigna roles y genera estereotipos. Para las y los doctores las mujeres embarazadas son pacientes, mientras que, para la partería, son atenciones.

Ahí es en donde radica la principal diferencia entre acudir a la partería y atenderse en un hospital: en el ambiente mucho más ligero y sin otras mujeres alrededor que estén pasando por lo mismo. Y sobre todo, radica en el trato que es más suave, más humano, más cálido, a su tiempo, sin prisas y sin violencia.

Desde la medicina hegemónica, el parto es visto como un hecho biológico patologizado, que se institucionaliza y despersonaliza al grado en el que la mujer pierde la autonomía sobre su cuerpo. La partería está en busca de una mejora en el trato del proceso obstétrico que no debería ser visto como una enfermedad, sino como un proceso en el cual se da acompañamiento. Y sobre todo, que ve a la mujer como lo que es: una persona que siente y piensa; que puede decidir por sí misma.

Sin embargo, todas estas diferencias no se pueden reducir a un problema que recaiga en las y los individuos involucrados en los procesos, como personal médico y de enfermería, es decir, no son casos aislados; sino a la manera en la que se desarrollan las relaciones de poder entre hombres y mujeres tanto en la sociedad como dentro del sistema médico, que por lo mismo, es patriarcal. En donde se actúa desde la verticalidad, desde una jerarquización tanto de género como de saberes que se resumen en discriminación a la partería.

Esta relación se basa en la premisa de que el personal médico, al haber estudiado de forma académica, posee más conocimiento. Así, se da por sentado que tiene mayor capacidad para atender un parto, sin tomar en cuenta elementos tan importantes como el contexto y la realidad de un país que no cuenta con la infraestructura necesaria para atender las necesidades de poblaciones en condiciones de vulnerabilidad.

Lo que está detrás de esto es la invalidación de otros saberes que no están reconocidos por el norte global. Se asume la medicina hegemónica como la verdad y la única válida y merecedora de existir, mientras que lo alejado de esos parámetros no tiene cabida.

Marcha 8 de marzo del 2022, San Cristóbal de las Casas, Chiapas. Foto: Valeria Huerta.

Partería como resistencia comunitaria y forma de cuidado entre mujeres

“Nacer con partera es nacer en comunidad”.

La partería funge un papel sumamente importante dentro de las comunidades, ya que es a las parteras a las que se acude cuando algo va mal, física o emocionalmente hablando. Son un refugio para las personas de la comunidad y son parte de las culturas locales.

Se puede acudir a ellas en cuanto de necesidades físicas y emocionales se trata, sobre todo entre mujeres, pues se reconocen iguales, y porque actúan desde la ternura de los cuidados. A partir del cuidado individual, se puede generar uno colectivo, aspecto en el cual la partera funge como vínculo entre este y las epistemologías del sur.

Dentro de las comunidades, la concepción del nacimiento cambia. A diferencia de los solitarios procesos dentro de los hospitales, nacer con una partera es hacerlo rodeado de la gente que fue parte del proceso y acompañó a la mujer durante su embarazo. Se camina por ese proceso junto con la gente que la rodea y la sostiene en la cotidianidad.

La partería dentro de las comunidades es un saber que ayuda a mantener la existencia del tejido social, e incluso lo reconstruye porque se recuerda la identidad de esta a través de sus tradiciones. Representa también una forma de cuidado entre mujeres, pues son acompañadas durante todo su proceso. Además, brindan contención emocional durante el trabajo de acompañamiento, y entablan un diálogo con personas que no experimentan algún proceso obstétrico. En palabras de Bernardo Toro:

“La escucha y el cuidado son aspectos indispensables para la construcción y el cuidado de una comunidad”.

Las parteras cuidan a su comunidad, que usualmente se encuentra alejada de las urbes, lo que dificulta el acceso a cualquier experiencia de salud debido a la ausencia del Estado y su sistema sanitario fallido, de mala calidad o incluso inexistente en las comunidades rurales. Sin el trabajo de las parteras, muchas mujeres no podrían recibir atención primaria, pues la movilidad y la situación económica suelen ser factores más grandes que la propia necesidad y el derecho de acceder a un sistema de salud eficiente y de calidad.

Para algunos pueblos originarios, lo normal es parir en casa. Ir al hospital es el último recurso porque representa grandes dificultades debido al contexto en el que están paradas muchas mujeres: uno caracterizado por la precarización, marginación, discriminación y pobreza; pero al final se busca respetar la decisión de la mujer.

Sin embargo, a pesar de su relevancia en la comunidad y en los cuidados colectivos, actualmente, las parteras son vistas de manera distinta dentro de sus comunidades. Debido a la modernidad, las personas de Los Altos han dejado de lado lo que algún día fue considerado como sagrado. A pesar de que para algunas personas las parteras siguen siendo importantes, para otras son obsoletas; “atrasadas”. El reflejo más grave de la falta del reconocimiento dentro de las comunidades es que su labor no es considerado trabajo, sino altruismo e incluso una obligación.

Por lo tanto, al conjugarse las opresiones en contra de las mujeres, el olvido de las comunidades por parte del sistema de salud, y las ausencias del Estado dentro de los pueblos originarios, la existencia de la partería se convierte en una alternativa para no morir. Es resistencia comunitaria porque transforma la realidad que se les ha impuesto, una creada desde la modernidad y desde el supuesto desarrollo.

En este pódcast podrás conocer más sobre la importancia de las parteras dentro de las comunidades alejadas de la urbe.

Las nuevas generaciones de parteras

La partería, cuando no es vista como una epistemología del sur, en palabras del filósofo Boaventura de Sousa Santos, se asume como ignorancia y se reduce a una forma social de inexistencia, porque su presencia en la realidad de las comunidades indígenas o rurales le estorba a las realidades de las urbes que sí son validadas o son concebidas como importantes: las realidades científicas y las productivas económicamente, es decir, la concepción del mundo desde la medicina hegemónica.

El parto institucional es visto como sinónimo de conocimiento y modernidad, mientras que el trabajo de la partería tradicional es concebido y equiparado con una práctica arcaica que corresponde solo a zonas marginadas, al pasado, a un mero rasgo cultural o tradicional de comunidades indígenas. El primero impone un único sistema médico de atención, transgrediendo el derecho de las mujeres indígenas a recibir atención sanitaria que sea culturalmente pertinente.

Bajo la mirada biologicista de la medicina hegemónica, estamos hechos de átomos, pero somos más que eso: somos historias. La partería es la otra historia. La historia de la comunidad. Es la historia de las y los de abajo. Por lo que resulta complicado poder preservar aquello que ha sido asumido como inexistente, a pesar de que dentro de las comunidades se palpa su vitalidad y su importancia gracias a la existencia y trabajo de las parteras. Los saberes ancestrales transmitidos siguen viviendo y se siguen practicando.

Su preservación es sumamente importante, no solo porque es una epistemología del sur que resiste al olvido, también porque, en algunos casos, es la única opción de atender el parto y de no morir, pues la relación entre la muerte materna y los índices de pobreza es muy estrecho, particularmente en Chiapas.

Según el informe del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) del 2018, casi 8 de cada 10 mujeres chiapanecas se encuentran en situación de pobreza, es decir, esta entidad ocupa el primer lugar nacional. En cuanto al porcentaje por razón de mortalidad materna, el estado del sur ocupa el cuarto lugar con un porcentaje del 49%, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).

(Revisa el informe completo del CONEVAL aquí. Y leer más sobre la situación actual de la Secretaría de Salud de Chiapas con respecto a los desvíos de fondos y sus repercusiones en la vida de las mujeres en este enlace).

El cambio que buscan las parteras se teje en la cotidianidad, desde abajo y desde lo común. Su lucha es diaria y no solo en lo estruendoso, sino que reside al acompañar a mujeres embarazadas que se encuentran a dos horas de San Cristóbal, en medio la montaña; en ir al registro civil a pelear por el derecho de identidad de las y los recién nacidos; en organizar encuentros estatales para intercambiar saberes, pero también sentipensares; y en la organización para salir a marchar un 8M por las mujeres que han sido víctimas de muerte materna, nombrándolas afuera del hospital de la mujer de San Cristóbal, lugar que, como denuncian las activistas, alberga negligencia.

Marcha 8 de marzo del 2022, San Cristóbal de las Casas, Chiapas. Foto: Valeria Huerta.

Su lucha está en la cotidianidad de los procesos obstétricos. Pese al trabajo que eso conlleva y no recibir ninguna remuneración económica, lo que mantiene viva la práctica es la posibilidad de cambio, y la esperanza de una vida más digna para las mujeres embarazadas en el estado más pobre del país y para las parteras que fungen como la red de contención más grande para esas mujeres.

La organización de mujeres es esencial para el mundo. Compartir historias y dolores con la otra siempre permiten quitarles peso. Hablar en voz alta permite ver las cosas de otro modo. Escuchar el intercambio de vivencias permite que las heridas se encaminen a la sanación.

Voltear a ver las alternativas que existen y resisten ante un mundo voraz es esencial para la vida digna de las mujeres históricamente oprimidas.

“Las mujeres tienen derecho a decidir dónde, con quién y cómo parir”: Nich Ixim

Marcha 8 de marzo del 2022, San Cristóbal de las Casas, Chiapas. Foto: Valeria Huerta.

Escucha los testimonios completos de Ofe, Lucy, Lili y Keny en el pódcast Partería en Resistencia.

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*Universidad Iberoamericana Puebla

Reportaje: Valeria Huerta Blázquez

Publicado originalmente en Medium

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