Para Isabel Aguilar, asesora técnica regional para la Construcción de Paz y Política en Catholic Relief Sevices (CRS), en la oficina regional para América Latina y el Caribe, es un problema que las pandillas sean vistas desde ‘el lente’ de la seguridad y no como un tema social, ya que hacerlo desde esa óptica impide la creación de políticas integrales para abordar el fenómeno.
Aguilar, quien participó en el conversatorio ‘Trabajo con pandillas’, realizado en el marco del ‘3° Congreso de Construcción de Paz con Perspectiva de Género’, señaló que en esta problemática tampoco se aborda el tema de género ni el rol de las mujeres en las pandillas.
La experta explicó que hasta el momento las pandillas han sido vistas exclusivamente desde un tema de seguridad en donde, además, las mujeres han sido excluidas como personas involucradas de diversas formas en este fenómeno.
“Es importante apostar a la prevención desde una mirada integral, en intentar focalizar en aquellos sujetos sociales que perpetran violencia, lo cual representa numerosas dificultades y desafíos. Esto lleva a focalizar en hombres, pero no podemos olvidar que también hay mujeres que fomentan la violencia desde el incentivo de los valores patriarcales y la masculinidad tóxica”, dijo Aguilar.
Añadió que la complejidad de las dinámicas patriarcales y de género en las pandillas hacen que ellas sean, al mismo tiempo, víctimas y victimarias, lo cual es necesario entender para diseñar iniciativas integrales y apostarle a la rehabilitación y a la reinserción.
Comentó que, del Triángulo Norte de Centroamérica, El Salvador es el país que tiene una mayor cantidad de pandillas per cápita y que la vida de las mujeres está asignada por la violencia en todas sus formas; incluso son consideradas como parte del territorio en disputa.
“El cuerpo de las mujeres se convierte en territorio en disputa. En su cuerpo se inscribe la venganza de una facción pandilleril contra otra, también en estos territorios la presencia policial no provee seguridad, sino que en muchos casos está vinculada con ejecuciones extrajudiciales; y las mujeres, por el hecho de vivir en barrios estigmatizados y zonas rojas, son acosadas por las fuerzas de la seguridad pública. Sobre todo, si son jóvenes y guapas, lo cual es un factor de riesgo”.
Desde esa perspectiva, las mujeres ocupan el lugar de mayor vulnerabilidad. No sólo por sus compañeros, sino por las fuerzas de seguridad. De tal suerte que cuando buscan refugio, les resulta difícil encontrarlo; incluso, sus familias las tienen que enviar a otros países para darles protección.
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