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Con pacas de paja se construyeron en dos días los muros de dos habitaciones para una familia damnificada en Hueyapan, Morelos

Rosa Rojas

Fotos: Rosa Rojas

Morelos | Desinformémonos. Una técnica utilizada ya a finales del siglo XIX en Estados Unidos pero que en México recién se está empezando a popularizar, la construcción con pacas de paja, más el apoyo comunitario, milenaria forma de colaboración entre los pueblos de México, permitió que en dos jornadas –unas 18 horas de trabajo- 34 voluntarios (27 hombres y 7 mujeres), edificaran, los muros de dos habitaciones que permitirán que una familia damnificada por el sismo del pasado 19 de septiembre, recupere la vivienda que perdió en su natal Hueyapan, municipio indígena segregado el pasado diciembre del de Tetela del Volcán, en el estado de Morelos.

En un fin de semana, sábado y domingo, la solidaridad comunitaria enlazó el fuerte esfuerzo físico de la construcción con la alegría, las ganas, la camaradería, la incredulidad ante una técnica alternativa, algo novedoso para todos/as en este poblado cuya población mayoritaria es indígena nahua, con la apertura de la mente para el aprendizaje de una nueva forma de edificar una casa, más económica y rápida que la construcción tradicional con ladrillos, blocks o adobes, hierro y cemento, una alternativa que todavía despierta dudas y suspicacias.

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Como explicó Rosa Elia Pérez Martínez, quien será la beneficiada, junto con su hijo, José Angel Balcázar Pérez, con este pie de casa construido con pacas de paja de trigo, la desconfianza ante el uso de un material aparentemente tan endeble para recuperar sus casas derribadas por el sismo llevó a que un par de sus familiares a quienes se ofreció el proyecto lo rechazaran. Decidieron mejor esperar a que les llegara en algún momento apoyo del FONDEN, que es la institución gubernamental que está distribuyendo el apoyo oficial para la reconstrucción y dentro del cual se utilizan los materiales de construcción de la “modernidad”.

La obra, que comprende dos habitaciones de 4 por 4 metros, que tendrán un techo de dos aguas, está siendo financiada por las organizaciones civiles Circulo Inspira, A.C. –que trabaja con voluntarios, inspirando y acompañando a las personas a descubrir su potencial y a expresar su amor a la vida- y el Instituto Mexicano para el Desarrollo de Ciudades Verdes, S.C.; con una donación para este proyecto de tres mil dólares canadienses (algo así como 92 mil pesos).

Dirige la bioconstrucción, también con trabajo voluntario, la arquitecta Ximena Bedregal Sáez, quien explicó que en esta primera etapa se edificaron los muros de ambas habitaciones y en una segunda se construirá el techo de dos aguas.

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Previamente a esta jornada se habían construido ya los cimientos de piedra, con varillas incrustadas en forma vertical para fijar en ellas las pacas, que se colocaron entreveradas, con refuerzos de alambrón en forma de U alargada en las esquinas, y fijadas verticalmente con la incrustación de varas de otate. El muro culmina con una especie de escalera de madera que se coloca horizontalmente, se fleja para compactar las pacas y culmina con un relleno con arena como aislante. Los muros deben recubrirse perfectamente con barro y cal para impedir que penetre la humedad. Los pisos pueden ser también de esos materiales.

En los muros de ambas habitaciones se utilizaron unas 200 pacas, con un costo aproximado de 40 pesos cada una. Bedregal explicó que en la bioconstrucción con pacas de paja lo más caro es la mano de obra, que significa algo así como el 75 por ciento del costo de la obra, por lo que la aportación voluntaria de las y los integrantes de amigos/as y familiares representa un ahorro muy significativo.

Al inicio de la jornada Bedregal comentó a quienes participarían en la bioconstrucción las ventajas de la utilización de este material: es económico, se utilizan pacas de los cultivos regionales –trigo, avena, etcétera, sin grano, bien compactas y secas. La construcción es resistente a sismos; térmica, mantiene una temperatura fresca cuando hace calor y acogedora cuando hace frío en el exterior; es resistente al fuego, incluso a muy altas temperaturas; eso sí, como cualquier construcción, requiere de mantenimiento periódico para evitar su deterioro.

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La tarde del segundo día llegó para conocer el trabajo que se realizó con la casa de pacas de paja el abuelo de Rosa, la dueña de casa, don Bonifacio Martínez, noventañero quien también perdió su casa por el sismo, y luego de inspeccionar la obra elogió la rapidez con que fue edificada, la economía de la construcción y se mostró satisfecho de sus características. “Aquí no vas a volver a tener frío”, le dijo a su nieta, “ahora nomás hace falta repellarla con tierra para proteger los muros”, comentó.

También llegaron, curiosas, las 8 mujeres que –además de un hombre- estuvieron colaborando con su trabajo voluntario, invisible, en la cocina, preparando los desayunos y comidas que se ofrecieron a los y las voluntarias. Sorprendidas gratamente por el avance de la obra se retiraron rápidamente porque todavía era necesario ir a lavar los trastes.

La idea de construir una casa para Rosa, nació con la intención de apoyarla a recuperar su hogar pero además, de hacerlo con participación comunitaria y con el interés de enseñar y promover el sistema de bioconstrucción en el marco del proyecto Planteles Educativos Sustentables, financiado por la agencia canadiense Social Sciences and Humanities Research Council (SSHRC), en el que participan las tres sedes de la Universidad Pedagógica Nacional, sede Morelos, la Universidad Politécnica de Morelos y la Preparatoria Comunitaria de Tres Marías de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos y el Dawson College, de Montreal, Canadá. Se contó además con donativos de particulares de México, Estados Unidos y Canadá que han hecho posible avanzar en la obra.

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