Orquídea, flor de asfalto

Krizna Aven

El día que fui a visitarla hablamos de varias cosas. Me comentó su preocupación por los gastos que venían pero le dije que no se preocupara, que la íbamos a apoyar, que iba a estar bien, que tenía que estar mejor porque ella tendría que estar presente en el estreno del documental. Me aconsejó cuidar de mi salud y ahorrar dinero para cuando me enfermara, para que no estuviera esperando el desprecio del sector salud. Antes de despedirme Orquídea me dio la bendición, sentí algo extraño pero muy bonito a la vez, nunca imagine que era la última vez que la vería con vida.

Se hacía llamar Flor de Asfalto, tendría como 45 años, era una mujer atractiva, de esas que nacen con un porte elegante, nada vulgar, así era ella cuando la conocí. La mayoría éramos muy jóvenes y con clientes siempre deseosos de cuerpos firmes. Aun así, Orquídea salía a trabajar, quizá como esperando a que regresaran de nuevo las noches de éxito que vivió. Casi siempre se pasaba las noches platicando con taxistas y alguno que otro cliente que, por ser ella muy agradable, terminaba dándole una propina.

Fue detenida, extorsionada y golpeada en el sexenio de José López Portillo por la División de Investigaciones Para la Prevención de la Delincuencia (DIPD), que estaba a cargo del conocido “Negro” Durazo. Me contó que una vez, cuando estuvo presa varios días en los separos de la DIPD, tembló y se cayó el edificio, quedando atrapados en el interior la mayoría de los que las criminalizaban. “Fue justicia divina”, me dijo, cuando ella junto con más detenidas salieron por los sótanos sin ninguna herida mientras que ahí murieron muchos de los que las reprimieron.

También fue reprimida y fichada junto con otras trabajadoras sexuales trans cuando se supo que había una persona asesinando mujeres de la tercera edad. En ese momento la Procuraduría de Justicia del Distrito Federal lo nombró “El Mataviejitas” y por sus “investigaciones” asumió que se trataba de un travesti, por lo que el gobierno de López Obrador y el procurador Bernardo Batis realizaron un megaoperativo contra todas las trabajadoras trans que trabajan en vía pública. Con extremo exceso de violencia fueron detenidas, robadas y golpeadas Orquídea y 20 trabajadoras más. Las obligaron a poner sus huellas dactilares y fueron retenidas ilegalmente, y las amenazaron con mandarlas al reclusorio si no “confesaban” quién de todas ellas era “El Mataviejitas”.

Gracias a la movilización inmediata de Brigada Callejera y de varias compañeras trans, las trabajadoras fueron liberadas, aunque la Procuraduría nunca quiso borrar las huellas que les tomaron y Orquídea, como muchas otras, quedaron fichadas de por vida sin cometer ningún delito. Hace unos meses dos cineastas documentaron e investigaron el caso de “El Mataviejitas” y Orquídea dio su testimonio. Por esto y más, no la pensó para ser activista y defender los derechos humanos y laborales de sus compañeras trabajadoras sexuales. A pesar de no tener la primaria terminada aprendió mucho.

Sin embargo, el abandono y la indiferencia de las instituciones la llevó, como a muchas trabajadoras sexuales de la tercera edad, a vivir en la precariedad y tuvo que buscar diferentes trabajos como lavaplatos o mesera. Hace seis años le detectaron cataratas y buscó ayuda en diferentes instituciones del sector salud (SS), pero la nula capacidad del gobierno para atender los problemas de salud de la sociedad hicieron que sólo la trajeran dando vueltas. Nunca fuera operada, aprendió a vivir limitada visualmente.

El 11 de marzo supe que Orquídea estaba internada. Busqué a Alma Delia, que vivía con ella junto con Nefi. Me confirmaron la noticia y quedé de visitarla al otro día. Alma me comentó que Orquídea tenía más de tres meses sin poder comer, que le dolía el estómago y que casi siempre vomitaba, que sólo ingeriría líquidos. Alma y Nefi estuvieron a su lado acompañándola a varios hospitales. En el Hospital Juárez no la quisieron aceptar, en el hospital Homeopático la recibieron pero no la supieron diagnosticar a tiempo, sólo le dijeron que parecía tener una “bolita”, pero no sabían de qué tipo, por lo que la refirieron al Hospital General.

Fue ahí donde le detectaron cáncer en el estómago, pero desafortunadamente ya le había invadido a más órganos. A los tres días de estar internada los doctores la declararon desahuciada y decidieron no seguirla atendiendo. Le negaron nuevamente el servicio y fue sacada rumbo a un albergue que está en la calle de Coruña en la colonia Viaducto Piedad, pero a los dos días de estar ahí falleció. El Servicio Médico Forense (Semefo) tardó dos días en dar sus restos a Alma Delia porque requerían de algún familiar para reclamar su cuerpo.

Fue velada esa noche, pero al otro día en la mañana, ya para salir al panteón, fue retenido el cuerpo nuevamente y enviado al Semefo porque estuvo mal el “papeleo”. Alma Delia y Nefi tuvieron que hacer un escándalo en el ministerio público de la alcaldía Iztacalco y sólo de esa manera fue devuelto el cuerpo de Orquídea y enterrado al día siguiente.

Su vida siempre fue un misterio, nunca habló de su familia, sólo pequeños comentarios cuando no había trabajo. Alguna vez nos dijo que tenía hermanos y sobrinos pero nunca nos dijo nombres, teléfonos o dirección por si algo le pudiera pasar. Ella también nos dio su testimonio en el libro Putas, activistas y periodistas, su historia de vida fue muy difícil porque tuvo que migrar por ser mujer trans. Pero ella fue, junto con otras más, del grupo de las desterradas por su orientación sexual e identidad de género que hicieron de las calles de la Ciudad de México su casa, su familia.

Este material periodístico es de libre acceso y reproducción. No está financiado por Nestlé ni por Monsanto. Desinformémonos no depende de ellas ni de otras como ellas, pero si de ti. Apoya el periodismo independiente. Es tuyo.

Otras noticias de opinión  

Dejar una Respuesta