Syngenta, Bayer, Basf, Corteva y Cofco son algunas de las corporaciones que —desde distintos rubros— controlan el mercado agrícola mundial. Una investigación del Grupo ETC confirma la mayor concentración en semillas, agrotóxicos, fertilizantes y comercialización de materias primas. Recuerda que las familias campesinas producen los alimentos del 70% de la población mundial.
Diez empresas concentraban el mercado de las semillas hace 25 años. En la actualidad, esa cifra se redujo a solo cuatro corporaciones (Bayer, Syngenta, Basf y Corteva). Es una de las conclusiones de la investigación «Barones de la alimentación», del Grupo ETC, que revela el crecimiento de la concentración en las diversas ramas productivas y comerciales de la agroindustria. El escrito describe el entramado empresarial en sectores claves, analiza el impacto de las “soluciones verdes” y la digitalización y la forma en que, mientras el alimento se trata como mercancía en lugar de como un derecho, se fortalecen los oligopolios.
El estudio examina las corporaciones que lideran y controlan once sectores agroalimentarios: semillas, agroquímicos, genética ganadera, fertilizantes sintéticos, maquinaria agrícola, farmacéutica animal, comercialización de materias primas, procesadores, industria cárnica, venta minorista de comestibles y entrega de alimentos mediante plataformas. Las clasificaciones se basan en las cifras de ventas de 2020.
El Grupo ETC marca que hay una concentración extrema en los mercados globales de agroquímicos, semillas comerciales, maquinaria agrícola, farmacéutica animal y genética ganadera.
Las seis productoras más grandes de agrotóxicos (Syngenta, Bayer, BASF, Corteva, UPL y FMC) controlan el 78 por ciento del mercado mundial de ese rubro. Sólo Syngenta Group representa un cuarto de la oferta. En cuanto a las semillas, entre Bayer (con el 23 por ciento) y Corteva (17) concentran el 40 por ciento de la producción.
Cuatro compañías monopolizan el 44 por ciento del mercado de maquinaria agrícola: Deere, Kubota, CNH y AGCO. La primera de ellas controla el 18 por ciento del mercado. Respecto a la farmacéutica animal, seis compañías (Zoetis, Merck, Boehringer Ingelheim Animal Health, Elanco+Bayer Animal Health, IDEXX Laboratoires y Ceva Santé Animal) representan el 72 por ciento de la oferta mundial, con Zoetis a la cabeza con el 20 por ciento.
El informe, que lleva como subtítulo “Lucro con la crisis, digitalización y nuevo poder corporativo”, explica que existen tres tendencias críticas multisectoriales que aumentan la capacidad de los «Barones de la Alimentación» para mantener el control sobre la cadena alimentaria industrial. La primera de ellas es la digitalización de la agricultura y los alimentos en toda la cadena. La segunda es el creciente poder de los barones asiáticos de la alimentación (especialmente chinos). La tercera es la integración horizontal, incluida la creciente participación de las empresas de gestión de activos en los sectores de alimentación y agricultura, que crea una apariencia de competencia, pero disminuye la competencia real.
El Grupo ETC afirma que las grandes empresas aprovecharon al máximo las crisis sanitarias, ambientales y climáticas de los últimos años para reforzar su control sobre cada eslabón de la cadena alimentaria industrial. Las corporaciones explotan a los trabajadores, envenenan el suelo y el agua, disminuyen la biodiversidad e impiden la justicia climática y perpetúan un sistema alimentario estructurado sobre la injusticia racial y económica. Además abusan de su fuerza para eliminar a los rivales, aumentar los precios, secuestrar la agenda de investigación y desarrollo, monopolizar tecnologías (incluso las defectuosas e ineficaces) y maximizar las ganancias.
“Es momento de denunciar a los Barones de la Alimentación por lo que son. Encontrar sus debilidades estructurales y tomar medidas estratégicas de colaboración para enfrentarlos”, convoca ETC. Y recuerda: quienes alimentan a la mayor parte de la población son las familias campesinas, unos 3000 millones de productores y productoras que elaboran alimentos para el 70 por ciento de la población mundial usando menos del 30 por ciento de la tierra, el agua y los recursos agrícolas del mundo.
En cuanto a las propuestas, sostienen la necesidad de apoyar la soberanía alimentaria, eliminar el financiamiento público y de otras instituciones a la cadena alimentaria industrial; recuperar la participación, la gobernanza y la soberanía de lo tecnológico y establecer acciones antimonopolio y tratados de competencia.
Digitalización y «soluciones verdes»
La investigación revela que todos los sectores de la cadena alimentaria industrial están en proceso de convertirse en empresas digitales. Al mismo tiempo, las grandes empresas de tecnología se están involucrando estrechamente con la producción industrial de alimentos. Los datos extraídos a través de tecnologías digitales son en sí mismos una mercancía: la cadena industrial de alimentos se basa en recopilación de datos masivos para cultivar, procesar, comerciar, rastrear, vender y transportar sus productos.
En los hechos, esto implica la imposición de la agricultura digital, implementando drones fumigadores, jardineras robóticas impulsadas por inteligencia artificial (IA) y operaciones automatizadas de alimentación animal equipadas con reconocimiento facial para el ganado.
Los gigantes agrícolas como Bayer, Deere & Company, Corteva, Syngenta y Nutrien están reestructurando todo su negocio en torno a las plataformas de datos masivos. La plataforma digital ‘FieldView’ de Bayer, por ejemplo, extrae 87.000 millones de puntos de datos de 72 millones de hectáreas de tierras de cultivo en 23 países y los canaliza a los servidores en la nube de Microsoft y Amazon.
Al mismo tiempo, las plataformas de comestibles en línea y las aplicaciones de entrega de alimentos (como DoorDash, Zomato y Deliveroo) aumentaron durante los confinamientos pandémicos y se están convirtiendo en un nuevo “último eslabón” de la cadena alimentaria industrial.
El Grupo ETC señala que después de décadas de destruir la salud del suelo y contaminar la atmósfera y las vías fluviales, los fabricantes de fertilizantes ahora idean formas de monetizar la crisis climática y demostrar sus contribuciones a soluciones “limpias y verdes”. Esto significa centrarse en nuevos tipos de supuestos fertilizantes, como la siembra orgánica, los productos basados en microbios, la agricultura digital y los métodos alternativos de producción de amoníaco (por ejemplo, amoníaco “verde” y “azul”, para la fabricación de fertilizantes nitrogenados).
La agricultura digital propone herramientas basadas en aplicaciones virtuales que pueden proporcionar “recomendaciones” de dosificación de fertilizante supuestamente precisas y específicas para determinado campo (o incluso específicas de la planta) que buscan reducir el desperdicio general y “proteger el medio ambiente”.
“Así como las amenazas planteadas por los ‘gigantes genéticos’ y las empresas de pesticidas eran evidentes para los movimientos populares en décadas anteriores, ahora es obvio que los gigantes de datos masivos, de tecnología y de biotecnología están ejerciendo cada vez más un importante dominio transversal sobre los sistemas alimentarios”, compara el estudio.
Pandemia de hambre, ganancias millonarias y falsa competencia
Las condiciones impuestas por la pandemia de Covid19 aumentaron el hambre y la inseguridad alimentaria, con casi el doce por ciento de la población mundial (928 millones de personas) en situación de inseguridad alimentaria grave. Pero a su vez, un análisis de cien corporaciones estadounidenses encontró un aumento medio en las ganancias del 49 por ciento durante los últimos dos años.
Las condiciones del cambio climático, la extrema volatilidad y la asombrosa desigualdad económica se convirtieron en características definitorias de los mercados mundiales de alimentos y agricultura actuales, con impactos asimétricos: incluso cuando la inseguridad alimentaria mundial, los precios de los alimentos y el hambre se dispararon y las grandes empresas de alimentos y agroindustriales registraron ganancias récord.
La crisis sanitaria desenmascaró brutalmente la extrema vulnerabilidad de un sistema alimentario híper-industrializado y altamente centralizado, que explota a trabajadores y trabajadoras y depende de cadenas de suministro globales “de último minuto”, opacas y susceptibles a la corrupción. “Algunas de las empresas más grandes del mundo están utilizando la paralización de la cadena de suministro y la inflación inducidas por la pandemia como excusa para aumentar los precios, aprovechando abiertamente las circunstancias para lucrar con la crisis”, detalla el informe.
Por otra parte, en las últimas décadas hubo un aumento masivo en el acaparamiento de tierras y la especulación con capital de riesgo en activos alimentarios y agrícolas en todo el mundo. Esta última tendencia ejemplifica la “financiarización” de la cadena alimentaria industrial. Al cierre de 2020, la industria de capital privado administraba más de 7,5 billones de dólares en capital, con una influencia cada vez mayor sobre el poder corporativo en la alimentación y la agricultura.
A esta diversificación se suma la “participación accionaria horizontal”, que es la práctica de poseer activos en múltiples corporaciones que aparentemente son competidoras. De esa manera, la competencia en el libre mercado se vuelve ilusoria. “Cada vez hay más pruebas de que la participación accionaria horizontal en mercados concentrados promueve prácticas anticompetitivas que pasan desapercibidas para los reguladores antimonopolio”, indica el Grupo ETC.
Cambios en la geopolítica del extractivismo agropecuario
En décadas pasadas, la agricultura industrial estaba dominada por corporaciones con sede en América del Norte y Europa y se centraba en satisfacer la demanda del mercado en esas regiones. Sin embargo, actualmente los actores corporativos en el sur global (especialmente China, Brasil e India) están reordenando la cadena alimentaria industrial, al tiempo que adoptan el mismo modelo extractivo que sus contrapartes del norte. El ritmo y la escala del sistema agroalimentario hiper-industrializador de China no tiene precedentes.
Las empresas chinas de la alimentación están atendiendo a sus colosales mercados nacionales y a los mercados globales: el Grupo Syngenta, de propiedad estatal China, es precisamente la empresa de insumos agroquímicos más grande del mundo (semillas, pesticidas, fertilizantes); y la recién consolidada Cofco de China es la segunda (después de Cargill), mayor comercializadora de productos agrícolas del mundo.
En el estudio se lee que, con la ayuda de filantrocapitalistas como la Fundación Bill y Melinda Gates, los gigantes agroindustriales ahora se están expandiendo a la agricultura campesina en el sur global, de los mercados rurales hasta las megaciudades.
Pese a estos cambios, quienes dominan la cadena alimentaria industrial siguen siendo empresas del norte. Por lo tanto, sostiene el Grupo ETC: “Los gobiernos del sur global deberían participar activamente en la creación de un instrumento multilateral para proteger los sistemas alimentarios locales, en lugar de las normas comerciales de la Organización Mundial del Comercio que funcionan en la dirección opuesta”.
Publicado originalmente en Agencia Tierra Viva