Foto: Captura del barco que se hundió el 14 de junio de 2023 a 80 km de las costas griegas.
Cuando pasan 48 horas del naufragio de un barco a 80 kilómetros frente a Pylos, en la costa de Grecia que ya ha costado 78 vidas, los testimonios siguen poniendo en entredicho la versión oficial sobre las circunstancias que rodearon a la masacre. 568 personas siguen desaparecidas y las posibilidades de hallarlas con vida son nulas; el barco, hundido, permanece a 5.000 metros en el fondo del mar. Entre los desaparecidos hay cien niños y niñas.
Hoy se sabe que, en contra de lo publicado anteriormente –también por este periódico– el barco no partió de Libia sino de Egipto, aunque sí repostó y cargó su pasaje en el puerto libio de Tobruk. Nueve personas, nueve hombres egipcios, han sido detenidos por tráfico ilegal de personas. Cada pasaje oscila entre los 6.000 y los 9.000 euros. Los detenidos serán juzgados en Grecia por asesinato en masa.
El capitán del barco, aparentemente, se hundió con el mismo, aunque otros testimonios recogidos por la ONG Alarm Phone señalan que el capitán pudo huir del barco en otro bote.
El caso ha desatado una guerra de versiones. Los guardacostas griegos, que junto con Frontex estuvieron alertados de los problemas del barco, defienden que se acercaron a éste para auxiliar al pasaje, pero que desde el pesquero se les aseguró que no querían el rescate puesto que el objetivo era llegar a Italia –no a Grecia–.
Nawal Soufi, activista por los derechos de los refugiados, fue la que avisó a las autoridades griegas de la deriva del barco. Soufi estaba en contacto con uno de los tripulantes. Antes del naufragio, Soufi recibió una serie de llamadas sobre emergencias a bordo: “Reportaron seis muertos en la lancha, seis cadáveres, entre ellos un joven de 16 años y otras personas que enfermaron”, ha dejado en un audio en su muro de Facebook.
Según esta activista, los tripulantes no se negaron a ser remolcados a Grecia. Esto choca con la versión de la guarda costera, que defiende que los tripulantes se negaron a virar hacia las costas de Grecia y que sin esa cooperación era “imposible” cambiar el rumbo del barco.
Soufi explica en la grabación que un barco se acercó al bote en el que viajaban estos cientos de personas y ató dos cuerdas con la intención de remolcarlo. Desde ese barco se arrojaron botellas de agua y se produjeron escenas de caos. El barco naufragado estaba en muy malas condiciones. El motor se averió y comenzó a oscilar violentamente. Un centenar de personas pudieron huir de la masacre, en su mayoría varones, que estaban en la cubierta del barco; la mayor parte de las que permanecían en la bodega, murieron o están desaparecidas.
Los testimonios de los supervivientes son confusos: el barco de rescate, según unos, intentó dirigir el pesquero hacia las aguas italianas –una práctica relacionada con la competición en materia fronteriza de los Estados de primer destino–, otros supervivientes refieren el episodio de las cuerdas como fundamental para la desestabilización del barco.
En Grecia se han decretado tres días de luto y se han suspendido los actos de la campaña para las elecciones del 25 de junio, en las que el Gobierno de Nueva Democracia quiere consolidar su mayoría. La masacre de esta semana ha devuelto el debate sobre las fronteras a la opinión pública de un país en el que se han endurecido las condiciones de recepción y acogida de solicitantes de asilo. La ONG Alarm Phone, ha exigido una investigación independiente sobre las acciones de las fuerzas griegas y el ejército europeo de fronteras, Frontex: “Exigimos que continúe la búsqueda de los desaparecidos y que, antes del entierro, se tome el ADN de todos los cuerpos encontrados”, concluyen.
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