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Noches fieras, un retrato fotográfico de la vida nocturna en Latinoamérica

Omar Páramo/Francisco Medina

Esta exposición reúne el trabajo de 57 fotógrafos que han sabido capturar los diversos rostros de una América Latina insomne y desvelada

Alexis Fabry aprendió a amar la foto en México, antes no le interesaba. “Llegué en la década de los 90 como cooperante para la Embajada de Francia en el área de literatura, sin intención de dedicarme a algo más. Todo cambió cuando viajé a Oaxaca y me encontré con el trabajo de Graciela Iturbide; no volví a ver las cosas de la misma forma”, recuerda el hoy el hoy experto en fotografía.

Por ello, al curador francés le parece de lo más natural que la muestra Noches fieras 1970-2017, comisariada por él y que retrata diversos aspectos de la vida nocturna de Latinoamérica, se inaugure en este país. “La semilla de lo que hago se plantó aquí y por ello no es casual que en la exposición vayamos de la fiesta al drama y de la rumba a la violencia pues, aunque en este lugar conocí lo festivo, también me tocó vivir la crisis del 94 y ser testigo de cómo a la par de que el peso se desplomaba, el índice de delincuencia iba en inercia ascendente”.

Esta exposición, que podrá ser visitada a partir del 20 de septiembre en la Galería Helen Escobedo del Museo Universitario del Chopo, reúne el trabajo de 57 fotógrafos que han sabido capturar los diversos rostros de una América Latina insomne y desvelada, desde esos que hieden a aguardiente, perfume barato y humo de cigarro hasta aquellos marcados por los toletes y la pólvora de un Estado criminal.

Una prostituta aplicándose carmín en los labios; una muy joven Carolina Herrera 10 años antes de volverse una de las diseñadoras más famosas del orbe; una pareja de bailarines en un cabaret de Buenos Aires, o dos colombianos compartiendo los mingitorios de un baño público son algunas de las instantáneas seleccionadas por Fabry, las cuales pese a tener locaciones muy distintas, todas comparten la misma iluminación: la Luna, la penumbra o focos neón.

“Además de recoger gritos, temblores y los excesos del alcohol, la noche tiene una dimensión paroxística bastante evidente. Lo nocturno siempre resulta fotogénico, aunque no hay que engañarse, sólo un artista sabe captar con su lente las caricias de la oscuridad”.

Una fotografía con identidad única

Todas las imágenes de Noches fieras 1970-2017 provienen de la colección de Leticia y Stanislas Poniatowski, “quizá el acervo más importante y vasto de fotografía latinoamericana existente y en el cual llevo como curador unos 15 años”, explica Alexis Fabry.

A decir del comisario artístico, que una pareja de franceses se diera a la tarea de resguardar un registro visual tan amplio sobre América Latina no es fortuito. “Stanislas es sobrino de Elena Poniatowska y Leticia tiene ascendencia argentina, así que a los dos les era inevitable no interesarse en la zona o en este tipo de material”.

Por ello, nombres como Marco Antonio Cruz o Enrique Metinides, de México; Nicolás Torres y Ernesto Jiménez, de Perú; Omaira Abadía Rey o Viki Ospina, de Colombia; Ayrton de Magalhães y Luiz Alphonsus, de Brasil, o Ricardo Jiménez y José Sigala, de Venezuela, figuran en este collage que abarca 47 años de historia y más de una decena de muros en el Museo Universitario del Chopo.

“Otra de los aspectos que me agradan de haber utilizado a la noche como hilo narrativo es que ella borra fronteras y aunque es indudable que las imágenes fueron tomadas en Latinoamérica, es muy difícil establecer dónde, pues a veces resulta difícil establecer si pertenecen a São Paulo, Lima, Guadalajara, La Plata o Caracas. Así de fuerte es la identidad que se ha ido consolidando”.

Para Fabry, en ningún otro lugar los profesionales de la lente han sabido captar lo vernáculo y lo dramático con tal vivacidad como en esa franja que va del norte México al extremo sur de Tierra de Fuego, lo cual atribuye a que, de siempre, los fotógrafos de la región han debido compensar sus carencias con creatividad y hacer frente a lo arbitrario valiéndose de un espíritu crítico ejercido desde la mirada.

“Ejemplo de ello es el ítalo-venezolano Paolo Gasparini, presente en la muestra y quien argumentaba que la violencia social debía ser evidenciada y que, por lo mismo, quien carga una cámara tiene el deber moral de sustentar con imágenes sus denuncias”.

Una de las instantáneas expuestas en el Chopo pertenece a Fabrizio León Diez y retrata a dos policías con rifle en mano, y a uno de ellos a punto de asestarle un culatazo al gran angular que lo retrata, lo cual queda como testimonio de esa madrugada del 23 de julio de 1985, cuando el entonces gobernador de Chiapas, Absalón Castellanos, ordenó el desalojo violento de la plaza principal de Tuxtla Gutiérrez, ocupada por maestros y campesinos. Dicha refriega dejó más de 60 heridos y una foto que revela lo brutal de los cacicazgos militares.

Para Fabry, el factor a ponderar en la elección de las imágenes no fue su mera calidad estética, sino su potencial para sugerir historias sólo posibles al abrigo de la oscuridad y que bien pueden ir del desamor a la lujuria o de la vulgaridad a los crímenes de Estado. “Hay relatos que simplemente no ocurren bajo la luz del día”.

Entre el eros y el thanatos

En 1992, poco antes de morir de sida, el músico francés Cyril Collard llevó a las salas de cine el largometraje autobiográfico Les nuits fauves, donde el protagonista —interpretado por él mismo— intenta vivir a tope tras enterarse de que, por el VIH, sus meses están contados. De esta cinta Fabry toma el nombre de Noches fieras, en alusión a esa tensa convivencia entre el eros y el thanatos.

“Abarcar ambos aspectos me permitió abordar temáticas muy variadas y, por ende, echar mano de la foto en su concepto más amplio y menos restrictivo. Ello me dio la libertad de tomar material proveniente de la reportería gráfica o de la fotografía plástica, e integrar trabajos elaborados a partir de fotocopias, de la apropiación de periódicos o de la intervención de desechos hallados en la calle”.

A decir de Fabry, lo que el público verá en la Galería Helen Escobedo será algo que todos conocemos de cerca, pero transformado, pues aunque las imágenes presentadas pueden resultar familiares, lo nocturno siempre le confiera a la cotidianidad una pátina de susto y de crueldad que genera tensión y, al mismo tiempo, sorprende.

“Recogimos un espectro muy amplio de historias y así como le dimos espacio a la fiesta, dimos cabida a la violencia. Cuando la oscuridad barre con el día suele romperse el orden de lo esperado; por ello, en esta muestra, decidimos calificar como fieras a estas noches”.

 

Este material se comparte con autorización de UNAM Global

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