foto de portada: Carlos María González
Casas quemadas. Muebles de más de 500 años de antigüedad hechos polvo, libros que se perderán para siempre. El Huracán de la Gendarmería pasó por el Pu Lof de Cushamen a golpear niños y mujeres, y una persona continúa desaparecida.
Santiago Maldonado está desaparecido. Se lo llevó la Gendarmería después de la brutal represión a la comunidad Pu Lof en Resistencia de Cushamen. Lo vieron varios testigos a los que la Justicia tal vez nunca llame. Lo buscan las organizaciones de Derechos Humanos, aunque su cara no salga en los noticieros ni sea trend topic. Y no tienen muchas pistas, porque desde Gendarmería, los mismos que le pegaron a niños y mujeres, aseguran que no lo tienen. Santiago vive en El Bolsón, milita en una organización anarquista, se lo suele ver por la Biblioteca del Río y tiene una amistad con un lamien de Cushamen. Y como amigo, como militante y como un pibe que defiende lo justo, estaba dentro de la comunidad cuando fue la represión.
Lo buscan también desde la comunidad Pu Lof en Resistencia de Cushamen donde la vida sigue transcurriendo, a pesar de los destrozos, de los heridos, de la violencia, de los robos, de los incendios intencionales, de la represión salvaje. A pesar de todo Vanesa no puede darse el lujo de que se le escape la tarde sin cortar leña. Son mapuches, son la tierra. Con las semillas, con los árboles, con el fuego, con la madera, con la naturaleza viven. Y si se les complica vivir es solo porque hay quienes quieren apoderarse de los recursos naturales.
Vanesa atiende el teléfono después de cortar leña y explica: “La helada es muy dura, las últimas noches fueron terribles, tengo que cortar la leña ahora antes de que baje el sol”. Hoy puede cortarla. Porque hay sol y porque la Gendarmería no anda disparando por su territorio. Ahora anda apostada sobre la ruta, para asegurarse de que los mapuches vagos y malvados no les corten las rutas. Y para estar cerca y vigilar. Adentro en la comunidad hay bronca, que ni siquiera desaparece con la buena noticia de la liberación de las nueve personas que habían sido detenidas sin motivo o con una falsa acusación por entorpecimiento público.
“Quemaron una casa entera, quemaron las cosas que había traído una familia mapuche que venía de la costa de Chubut. Recién se habían mudado. Eran cosas que estaban tapadas con un nylon para resguardarlas del clima. Quemaron desde un mueble de hace 500 años hasta carpas y libros”, cuenta Vanesa. La lista de faltantes es grande: frazadas, colchones, ropa. Y un banco de semillas orgánicas. Dato imprescindible para entender también por qué tanta persecución: los originarios aún conservan semillas sin modificaciones genéticas. Sanas, saludables y que no enferman. Pero fundamentalmente naturales y gratuitas: un horror, algo que los que se creen dueños de la semilla -como la multinacional Monsanto- no toleran porque sería el fin de su gran negocio-estafa que está acabando con la vida.
La vida no vale nada para los que golpean a favor del poder. Y nada les importa quitarles lo poco que tienen: se llevaron sus herramientas y la motosierra. Una motosierra que pudieron comprar gracias a una banda que hizo un recital para recaudar los fondos. “Pero eso es lo de menos, lo podemos recuperar”, dice Vanesa con la sabiduría de una originaria que sabe el poco valor de las cosas materiales.
De momento, lo que más preocupa es la situación de Santiago. “Cuando sabés dónde lo tienen es otra cosa, lo están buscando todos. En el campo salieron las lamienes a buscarlo y no estaba. Por más que sea grande conocés y sabés dónde puede estar; pero no está. Hay testigos que vieron cómo se lo llevo la Gendarmería. Si lo tienen, creo que lo van a entregar cuando no tenga tantos golpes”.
¿Qué dirán Patricia Bullrich, Mauricio Macri y el gobernador Mario Das Neves cuando se sepa qué pasó con Santiago? ¿Hablarán de excesos? ¿Cómo podrán justificar? “La represión es cada vez más brutal- sostiene Vanesa- y es hacia toda la comunidad , a los mapuches y no mapuches, reprimen también a las organizaciones sociales: este gobierno desató una represión impresionante. Se viene malos tiempos, hostigamiento todo el tiempo. Es cansado pero si bajas los brazos pierdes, hay que seguir, no queda otra porque sino desaparecemos. Tenemos que resistir para existir, ¿sino que va ser de nuestros hermanos? Si no recuperamos la tierra no hay futuro para los demás. Queremos recuperar territorio ancestral, el Estado se la tiene que arreglar con Benneton, no es tan difícil para nosotros, no se reclama más que eso”.