“Nací y crecí en lo que considero que es la Roma de América del Norte, donde una civilización milenaria está enterrado bajo la ciudad más grande del mundo, en uno de los más complejos e interesantes experimentos antropológicos jamás creado: la Ciudad de México”, fue la poética forma en que situó a los presentes en el escenario proyectado.
Así fue el puntapié inicial del discurso que el múltiple galardonado cineasta Alejandro González Iñárritu dio al ser homenajeado en la gala anual del Museo de Arte del Condado de Los Ángeles (LACMA), junto a James Turrell, un artista contemporáneo que crea obras que son instalaciones en las que la luz y el espacio son los elementos centrales.
El director mexicano destacó en su alocución el trabajo realizado por el LACMA es la ciudad de Los Ángeles, “en donde vivo junto a más de dos millones de mexicanos”, apuntando que la tarea del Museo ha sido provechosa en su intento por acercar a la gente al arte, “hacerlo divertido y emocionante para una sociedad diversa”.
El director quiso hacer extensivo el reconocimiento que le brindó el LACMA, ubicado en una de las ciudades meca de la industria cultural estadounidense, a “todos los mexicanos por su eminente trabajo duro y contribuciones vibrantes hechas durante años y años a la ciudad de Los Ángeles y a los Estados Unidos”.
El motivo de tal dedicatoria fue develado más adelante es su discurso, al criticar los “comentarios xenófobos constantes e implacables que se han expresado recientemente en contra de mis compañeros mexicanos” que han vivido toda su vida en Estados Unidos, “sin vos y sin derechos”.
El laureado director apuntó a la responsabilidad que tienen los medios de comunicación en la difusión “descarada” que han hecho de esos mensajes racistas y xenófobos, responsables de sembrar el odio y la distancia entre las personas. “Las palabras expresadas no son una broma. Las palabras tienen poder real; y palabras similares en el pasado han creado y provocado un enorme sufrimiento para millones de seres humanos, sobre todo a lo largo del siglo pasado”.
“No hay ser humano que, como resultado del deseo de construir una vida mejor, deba ser nombrado o declarado ilegal y ser desposeído o considerado desechable”. Como si hubiese leído la columna del uruguayo Raúl Zibechi en este medio («Porque son sujetos, debemos encontrar otros modos de nombrarlos») Iñárritu se despachó en Los Angeles con una propuesta: “Propongo llamar a estas personas Soñadores Indocumentados, como lo fueron la mayoría de las personas que fundaron este país”.
González Iñárritu ha creado películas claves para la filmografía mexicana reciente como “Amores perros”, y otras ya de temáticas mundiales, como “Babel”, o las más reciente “Birdman” y en la noche del sábado compartió una particular visión de lo que es el cine y la función que cumple: “Somos las únicas criaturas en el planeta Tierra que quieren verse en el espejo. Porque sabemos que somos los mismos, pero somos diferentes, tenemos que compartir. Tenemos que vernos proyectados en los demás miembros de nuestra especie para, a su vez, comprendernos a nosotros mismos. El cine es ese espejo. Es un puente entre los otros y nosotros”.
Fue ovacionado por figuras del mainstream estadounidense como Leonardo Di Caprio, Salma Hayec, Gwyneth Paltrow y Reese Witherspoon. Así como por el productor argentino Gustavo Santaolalla