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No están solas: saberes para la búsqueda de personas desaparecidas en México

Mónica Trigos, Greg Odum, Heriberto Paredes y Rodrigo Caballero

La idea del proyecto No están solas: saberes para la búsqueda de personas desaparecidas en México surge a partir del trabajo académico en el que profesores y estudiantes voluntarios de la Universidad de Columbia, en Nueva York, formaron en 2021, la Unidad de Investigación “Buscadoras” (BRU por sus siglas en inglés) para apoyar a organizaciones y colectivos de personas desaparecidas en México. Es la primera vez que desde la academia estadounidense se toma en cuenta la problemática de las desapariciones en nuestro país, dándole espacios de reflexión y posteriormente destinando recursos, a través de una beca del Instituto Brown, para generar un proyecto abierto, público y al servicio de la búsqueda.

Mientras escribimos estas líneas, cientos de mujeres -mayoritariamente- recorren terrenos, campos, cerros, barrancas, morgues, cárceles, calles, hospitales, centros de rehabilitación, Ministerios Públicos, Fiscalías, panteones civiles, panteones ministeriales y cualquier lugar en donde se pueda encontrar un indicio sobre sus familiares desaparecidos.

Las mujeres realizan estas búsquedas en colectivos que ellas mismas formaron, o bien, acompañadas de personas solidarias que desde sus campos de trabajo y profesiones suman todos los esfuerzos para encontrar a las personas que no están. Para ellas, cada grano de arena es bien recibido y siempre tienen disposición para dar una entrevista, sin importar que repitan una y otra vez la dolorosa historia que les cambió la vida. 

Movidos por esta angustiante situación, quienes integramos el proyecto No están solas, decidimos abordar las enseñanzas que la búsqueda de personas desaparecidas ha generado, sistematizar todas las formas posibles de buscar y hacerlas públicas. 

Desde la perspectiva de este proyecto y nuestra colaboración con ellas, hemos sido testigos de que nunca se detienen, nunca se les ve derrotadas a pesar del dolor y el vacío, a pesar de las descalificaciones de todas y cada una de las instituciones del Estado mexicano, quien, en su mayoría –no se puede generalizar porque también hay funcionarios y trabajadoras especializadas que realizan su trabajo honrada y comprometidamente– se ha dedicado a dos cosas: no escuchar y desaparecer una segunda y hasta una tercera vez a todas aquellas personas que han sido víctimas de desaparición forzada. 

“El principal obstáculo para las búsquedas son las propias instituciones, el gobierno, a pesar de que ellos deberían buscar, no lo hacen y tratan de frenarnos”, nos aseguran muchas madres y parece ser una de las más claras conclusiones de todas las entrevistas que realizamos para este proyecto.

Gobernadores, presidentes municipales, Secretarios de Estado e incluso el propio Presidente de la República, no escatiman en acusar a los colectivos de búsqueda de tener agendas secretas, de estar infiltrados por grupos con intereses particulares. O bien, hacen caso omiso a las peticiones de diálogo que tantas veces se han exigido –porque no se trata de un favor sino de un derecho– de manera pública, con desplegados, a través de redes sociales, huelgas de hambre, protestas, declaraciones en medios de comunicación.

Más allá de las cifras, se trata de personas –con historias e identidades– quienes han sido desaparecidas en contextos en los que la violencia continúa su camino y se incrementa regionalmente y por oleadas, al mismo tiempo que los propios instrumentos del Estado no son capaces de atender las exigencias de la búsqueda, sea por omisión o por comisión con la violencia organizada. Esta duplicidad de condiciones, corroborada por cada colectivo de búsqueda, genera no sólo una incertidumbre sino un clamor respecto a la dimensión real de la tragedia que se vive en México.

Frente a este panorama, los colectivos siguen su camino y siguen en la búsqueda, a pesar de todo, de las pandemias o los grupos criminales. Pero la situación es muy compleja para quien recién comienza a buscar, para quien ve transformada su vida de un momento a otro en la terrible realidad de la desaparición de un familiar o de un ser querido; de ahí la pertenencia de este proyecto y las posibilidades que abre.

“No están solas”, un proyecto para buscar encontrándonos

La idea del proyecto No están solas: saberes para la búsqueda de personas desaparecidas en México surge a partir del trabajo académico en el que profesores y estudiantes voluntarios de la Universidad de Columbia, en Nueva York, formaron en 2021, la Unidad de Investigación “Buscadoras” (BRU por sus siglas en inglés) para apoyar a organizaciones y colectivos de personas desaparecidas en México. Es la primera vez que desde la academia estadounidense se toma en cuenta la problemática de las desapariciones en nuestro país, dándole espacios de reflexión y posteriormente destinando recursos, a través de una beca del Instituto Brown, para generar un proyecto abierto, público y al servicio de la búsqueda.

Como primera fase, el proyecto tiene como objetivo crear un portal bilingüe que ofrezca un conjunto de herramientas pedagógicas e informativas sobre la respuesta individual y colectiva ante las desapariciones en México y el trabajo de búsqueda de los colectivos, familiares y personas buscadoras en general. 

El material estará dividido en los siguientes ejes temáticos: los primeros pasos en la desaparición; la búsqueda en sentido práctico (métodos, herramientas, la identificación) y en sentido personal (emocional y vivencial); la recolección de información y documentación; la relación con autoridades; la seguridad; el autocuidado y el sentido de comunidad y el actuar en colectivo; la resiliencia y la transformación personal. 

Se hizo esta clasificación con el objetivo de que el conocimiento sea de fácil acceso y comunitario para quienes nos podemos encontrar por primera vez ante una desaparición o para personas solidarias de otros países que quieran conocer del proceso de búsqueda y apoyar a las familias. 

También se busca facilitar el diálogo entre aquellas personas que no están familiarizadas y aquellas que han adquirido amplia experiencia en el tema de ambos lados de la frontera que no han escatimado esfuerzos en apoyar a esta causa, sin importar que sean o no víctimas directas de este fenómeno.

Así, el proyecto trata de responder a una de las principales enseñanzas de la búsqueda: en la que al buscar también nos encontramos como miembros de una sociedad donde no debemos dar la espalda. Esta es una respuesta a la necesidad de acompañamiento de largo aliento que les han negado a las familias desde las instituciones y son ellas quienes tienen que buscarlo.

Experiencias en la recopilación de saberes sobre la búsqueda

Durante esta primera etapa nos reunimos con integrantes de diversos colectivos de búsqueda en 12 estados del país, de tal manera que las entrevistas arrojan como primeros resultados que es posible integrar las distintas formas de buscar en ámbitos regionales y que –al menos así lo han expresado todas las personas entrevistadas– este proyecto es necesario y pertinente.

Con 60 entrevistas realizadas en los estados de Baja California, Sonora, Sinaloa, Ciudad de México, Guerrero, Michoacán, Morelos, Jalisco, Colima, Veracruz, Nuevo León y Tamaulipas, las experiencias en torno a la búsqueda han sido muy reveladoras y cuentan con un conocimiento profundo del contexto en donde se llevan a cabo, gracias a las propias familias que nos acogieron en esta investigación. 

Podemos concluir que mayoritariamente son madres quienes intentan día a día encontrar a las decenas de miles de personas desaparecidas que hay en México, aunque también hay esposas, hermanas, hijas, hijos y padres, lo que amplía el espectro de la composición de los propios colectivos donde se documentan y se siguen los esfuerzos sistemáticos de búsqueda.

A pesar de ser una fase inicial y de restar varias regiones y estados por documentar, ya es posible identificar cuatro posturas iniciales que las familias han planteado para comenzar con su trabajo de búsqueda: 

  1. Buscar en vida, donde las familias se niegan a reconocer que sus seres queridos están muertos y realizan todos los esfuerzos necesarios para que aparezcan.
  2. Buscar en campo, lo que significa desenterrar los cuerpos de miles de personas para ampliar las posibilidades de encontrar cada vez más desaparecidos en todas las regiones del país. En estos casos la mayoría sacrifica su derecho a la justicia a cambio de localizar a sus seres queridos.
  3. Atender la creciente y descomunal crisis forense, que implica enfocarse en identificar a los miles de desaparecidos que están en manos del Estado dentro de fosas comunes y centros forenses.
  4. No buscar, que implica una postura principalmente política en la que las familias se niegan a hacer el trabajo que le corresponde al estado, aunado a la exigencia de justicia, presentación con vida y no repetición.

Estos cuatro caminos no son exclusivos de un colectivo particular y pueden mezclarse en la forma de buscar de cada colectivo o de manera individual cada persona puede decidir de qué forma buscar a sus seres queridos. Sin embargo, decidimos clasificarlos así porque implican herramientas, saberes y posturas distintas aunque se entrelazan en la práctica. 

Sabemos que los esfuerzos más grandes giran en torno a la búsqueda en vida, es decir entrar a cárceles, archivos forenses, centros de rehabilitación y hospitales. Así como la llamada búsqueda en campo, que se realiza en fosas clandestinas, fosas comunes, panteones o fosas irregulares del Estado.

Cuando se trata de una búsqueda de campo existen particularidades de cada terreno que se necesitan tomar en cuenta como si es un lugar seco, húmedo, abierto o cerrado por la vegetación, así como los diversos ecosistemas del país que influyen en las herramientas y el conocimiento de cada colectivo.

Sin embargo también hay búsqueda de campo que se hace en canales, arroyos y ríos, o incluso en el mar y esto cambia radicalmente las necesidades de los colectivos, tanto en las capacidades de las agrupaciones como en el nivel tecnológico y de conocimiento que requieren para hacer su trabajo.

Cuando se trata de la llamada búsqueda en vida implica librar el laberinto burocrático de instituciones como cárceles, centros de rehabilitación, morgues, Fiscalías y Ministerios Públicos.

Fotografía cortesía Heriberto Paredes

Lo que pudimos deducir es que el objetivo central -el que prevalece por encima de posturas y formas- es buscar a las personas desaparecidas, sin que no pase un sólo día en el que no se lleve a cabo alguna acción que abone a la causa. En todos los casos queda claro que son los colectivos quienes buscan a las personas desaparecidas, ellos llevan la batuta a pesar de tener colaboración gubernamental y de expertos solidarios. 

Además también se puede deducir que la respuesta institucional es deficiente, incompleta, sesgada y muchas veces limitada, ya sea por colusión u omisión con grupos criminales o por falta de capacitación, presupuesto, personal y equipo adecuado o simplemente la falta de voluntad política de llevar a cabo su trabajo.

Al escuchar a cada una de las personas que participaron en esta fase de construcción de No están solas, pudimos darnos cuenta de la importancia en la transmisión de saberes por parte de quienes llevan mucho tiempo buscando hacia quien apenas está comenzando. Durante no pocas sesiones de trabajo, aquellas mujeres que recién iniciaban su búsqueda escuchaban con atención a sus compañeras de colectivo que les precedían, dotando al gesto de la escucha de un carácter formativo imprescindible para la continuación de la búsqueda en colectividad.

Sumado a lo anterior, nos gustaría subrayar el papel de la colectividad en la búsqueda: el cambio radical que implica pasar de una búsqueda individual, tal vez con el apoyo de la familia, a tener el respaldo, en todos los ámbitos, de los colectivos. 

Apoyarse mutuamente dota de sentido, fuerza, energía y, de alguna manera, genera un cierto consuelo al saberse personas acompañadas por otras que comprenden el dolor exactamente cómo es, que no les piden darle vuelta a la página u olvidar a sus desaparecidos como lo hace la mayoría de la sociedad.

Pasos siguientes

Sin temor a equivocarnos, una de las fortalezas más claras de este proyecto de investigación es que hemos acudido a los lugares en donde están asentados los colectivos. Tratamos, en la medida de las posibilidades y de recursos, de ir a las ciudades en donde cada colectivo se reúne o realiza sus labores cotidianas, e incluso les hemos acompañado a algunas búsquedas cuando hay oportunidad. 

Por supuesto no ha sido suficiente y tal vez nunca lo sea, pero en la medida de las posibilidades seguiremos acompañándoles en las tareas que se nos encomienden: se trata de un trabajo de largo aliento y este es nuestro compromiso.

La confianza y apertura que muestran las personas buscadoras es visible al recibirnos, por lo que reafirmamos la reciprocidad a la que nos comprometimos, parte de ello es la entrega del sitio web previsto (entre septiembre y octubre de 2022), además de crear un proyecto con las características antes descritas, en constante construcción y actualización. 

Creemos que generar espacios de escucha, más allá de las urgencias periodísticas o los ritmos académicos (aunque combinando algunas de sus metodologías) permite construir un nivel diferente de reflexión en torno a la búsqueda y a las enseñanzas que ésta deja, no para la acumulación de datos o de información sino para su compartición práctica a toda persona que comience con una búsqueda. 

En un país dominado por el crimen y la burocracia, el saber qué hacer, cuándo hacerlo, cómo hacerlo, a quién dirigirse y con quién aliarse, es un mapa fundamental que los colectivos en búsqueda han sabido dibujar pese al dolor, la impotencia, la rabia y la furia de no ser escuchados.

Publicado originalmente en A dónde van los desaparecidos

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