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Nicaragua entre el silencio, el exilio y la resistencia a otra dictadura

Ernesto Rugama

Nicaragua, como el resto de países de Centroamérica, tiene una historia cíclica de opresión, que por diversas razones hace que cada cierto tiempo el país se encuentre en una espiral de regímenes autoritarios, resistencia social, lucha por la democracia y situaciones dolorosas que repercuten en la ciudadanía.

Después de la caída del régimen Somocista, nadie podía imaginar que 40 años más tarde, el gobierno del mismo partido que lideró la revolución contra aquella dictadura se convertiría en otra. Daniel Ortega, quien retomó el poder en 2006, ha instaurado en el país un estado de terror hacia la población, siendo el detonante de esto las protestas pacíficas —iniciadas en contra de las reformas unilaterales a la Seguridad Social—.

Aquellas protestas fueron la válvula de escape de un descontento social que se venía acumulando a lo largo de los años, puesto que desde que Ortega volvió al poder hubo un fuerte deterioro de las libertades civiles, se eliminó la separación de poderes para que todas las instituciones del estado estuvieran bajo sus órdenes, los fraudes electorales fueron cada vez más evidentes, se concesionó una parte del territorio nacional a una empresa china para la construcción de un canal interoceánico, se instauró el adoctrinamiento en el sistema educativo, se empezó a utilizar el Estado para fines partidarios, entre otras.

40 años más tarde, el gobierno del mismo partido que lideró la revolución contra aquella dictadura se convertiría en otra.

Ante esta situación, la respuesta del régimen fue la represión que dio lugar a las primeras víctimas mortales. Esto provocó más indignación, hasta llevar a la ciudadanía a organizar protestas en todo el territorio nacional a través de manifestaciones, tranques o cortes de carretera, paros laborales, etc. todo esto para exigir el cese de la violencia, así como la renuncia de Daniel Ortega y Rosario murillo (su esposa y vicepresidenta).

La escalada de violencia como método para contener la movilización ciudadana continuó hasta tal punto que actualmente se desconoce la cifra exacta de personas asesinadas y desaparecidas. Según la última actualización del informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos se tienen documentados 355 asesinatos ejecutados por el régimen.

Tras el aplastamiento de las protestas, el desmantelamiento de los tranques y la persecución a líderes locales y nacionales, la represión se recrudeció en forma de secuestros (encarcelamiento) de las personas que había participado en las manifestaciones, con lo cual se ha instaurado un estado policial en todo el país. Hasta el día de hoy se registran 190 personas presas políticas en las cárceles, esto sin contar a muchas que han sido puestas en libertad bajo condiciones y cuyas vidas están condicionadas a una persecución constante. Las organizaciones de la sociedad civil también se han convertido en un blanco del régimen lo que ha provocado el cancelación jurídica de más de 600 ONG en todo el país, muchas de ellas feministas, defensoras de derechos humanos, instituciones educativas, etc. Todas estas medidas autoritarias y el control que ejerce la dictadura en general, hacen pensar que toda Nicaragua se encuentra secuestrada actualmente por el régimen.

Se tienen documentados 355 asesinatos, se registran 190 personas presas políticas en las cárceles e informan de más de 100.000 personas que han salido de Nicaragua.

Una de las consecuencias más evidentes de la situación tan crítica que vive el país es la migración. Debido a ese estado policial de facto en el que las libertades civiles y políticas están cercenadas, muchas personas se han visto obligadas a abandonar el país para salvaguardar su vida, su integridad o su libertad. Desde el inicio de las protestas hasta la fecha, instancias como la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados en Costa Rica, informan que más de más de 100.000 personas han salido de Nicaragua.

El exilio es una de las decisiones más difíciles de tomar para cualquier persona. El exilio implica dejar la propia vida, dejar a la familia, a las amistades y no saber cuándo será el día del regreso al país. Se trata de una situación que llena de una incertidumbre muy grande, estar en exilio es como vivir dos vidas paralelas, implica estar pendiente de lo que sucede en Nicaragua y vivir el día a día en el país donde se reside.

Ese día a día para muchas personas exiliadas transcurre entre estar constantemente pendiente de las redes sociales para conocer qué ocurre en el país de origen y por otro lado, tener que pasar por el proceso de solicitud de protección internacional que suele ser desalentador por la lentitud de los trámites y las pocas resoluciones positivas que otorgan los estados a las personas solicitantes de asilo.

La lentitud de este proceso incrementa la incertidumbre que ya implica vivir en el exilio. Uno de los momentos más difíciles suele ser la entrevista donde a la persona solicitante le toca revivir los acontecimientos que ha pasado y que le han obligado al exilio, porque son los argumentos que respaldarán la solicitud el asilo. Aquí se experimenta mucha tensión, miedos, nervios y algunas veces las palabras faltan para expresar todo lo que la persona ha vivido en el país donde ha dejado toda su vida y a sus seres queridos.

Estar en exilio es como vivir dos vidas paralelas, implica estar pendiente de lo que sucede en Nicaragua y vivir el día a día en el país donde se reside.

Posteriormente, viene la etapa de esperar la resolución del proceso. Mientras tanto, cada 6 meses corresponde asistir a la oficina de extranjería para la renovación de la tarjeta roja (documento que acredita que estás en proceso de solicitud de asilo) y el día de cada renovación se reviven otra vez los nervios pensando en la posibilidad de encontrar una respuesta a tu solicitud y que ésta puede ser positiva o negativa.

Una vez que pasa la renovación, vuelve esa sensación de “calma” una especie de tranquilidad al saber que la residencia en el país donde se inicia la solicitud de asilo estará estable por un periodo determinado de tiempo. Cuando la resolución es negativa, la inseguridad incrementa por no saber qué puede pasar. En estos casos, El Estado español condena a la persona exiliada a una situación de irregularidad, hasta esperar el momento oportuno para poder optar a cualquier vía de regularización que tenga el país.

Para las personas obligadas a migrar, contar con el asilo político es importante porque implica una cierta seguridad en medio de la tristeza e incertidumbre que provoca el exilio, no obstante, se trata de un proceso complejo que además de los trámites burocráticos, implica un vaivén emocional y la búsqueda constante de personas, instancias y espacios que le permitan a la persona sentir que su vida tiene sentido y vale la pena seguir avanzando.

Una de las formas para seguir luchando que hemos encontrado muchos y muchas en el exilio es continuar denunciando la represión de la dictadura por medio de acciones de sensibilización y denuncia en las diversas ciudades donde vivimos.

A pesar del desánimo, porque las cosas no cambian, Nicaragua no debe quedar olvidada a nivel internacional. En definitiva, seguimos creyendo que algún día…

FLORECERÁS NICARAGUA.

Este artículo ha sido firmado con un seudónimo como medida de seguridad debido a la situación que se vive en Nicaragua.

Este material se comparte con autorización de El Salto

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