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Nestora Salgado: “Yo no soy una triste secuestradora”

Flor Goche / Desinformémonos

A Nestora, de tez blanca y tupida cabellera negra, le da orgullo decir que es indígena. Aunque hay quien cuestiona la pureza de su origen por el color de su piel, ella no reniega de sus raíces. “Mi papá es de ascendencia española y francesa pero mi mamá, ella sí es indígena”.

“Técnicamente soy mestiza”, dice Nestora desde la celda A3 de la Torre Médica Tepepan en donde permanece recluida desde hace casi cinco meses. Acto seguido vuelve a su planteamiento inicial: “Mucha gente no quiere ser indio pero a mí me da orgullo”.

—¿Por qué tanto orgullo de ser indígena? –se le pregunta.

—Siento que mi raza es más sincera, más noble, más fuerte y decidida. Todas esas cualidades las encuentro del lado indígena –responde. Su mirada, enmarcada en el característico delineado negro de sus ojos, adquiere un tono luminoso.

Aunque suene a frase trillada, a Nestora le gusta llamarse también “La amiga del pueblo”. Refiere que goza mucho el contacto con su gente, más aún, que le hubiera encantado ir por los pueblos de la mano de personajes como Emiliano Zapata, Lucio Cabañas o Pancho Villa.

Nestora no pierde los sueños; ese carácter agradable y entusiasta con que el que te recibe apenas cruzas la puerta de su dormitorio de paredes vino y amarillo que colinda con el de Elba Esther Gordillo. La reclusión no ha logrado doblegarla.
De vez en cuando, al recordar sus días de confinamiento absoluto en el penal de alta seguridad de Tepic, Nayarit, su semblante adquiere tonos grises. La mirada se le va en la remembranza de la desolación, de la desesperanza. “Mi estómago tiene miedo”, dice; las manos postradas en el vientre.

Por aquellos días la excomandanta creyó que el pueblo la había abandonado, que la gente de conciencia le estaba fallando. “¿Dónde está esa gente luchadora?, ¿dónde están la CRAC –Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias–?, ¿dónde están los de Tlachinollan?, ¿por qué no salen a luchar por mí?”, se preguntaba.

Ahora que ha recuperado el contacto con el mundo exterior, al menos a través de las pláticas con sus visitantes, su valoración es otra. Sabe que hay mucha gente bien intencionada. Lo único que falta, dice, es que todas esas personas, esas organizaciones, hagan unidad, que se conformen en un solo grupo que realice una acción contundente para su liberación. “Más vale una colorada que 100 descoloridas”, dice para pedir al pueblo una actividad fuerte en torno a su causa, más que varias y pequeñas acciones descoordinadas.

“Yo no soy una triste secuestradora o una fracasada ratera y asesina“, comenta con la convicción que le da el saberse inocente. “Sí detuve a esas personas que ahora me acusan”, reconoce, sin embargo aclara que dicha acción fue en cumplimento de su deber de comandanta de la Policía Comunitaria de Olinalá, y no como un acto delincuencial. Asegura que ella jamás pidió una recompensa por las personas puestas a disposición del sistema de justicia y reeducación de la CRAC por delinquir.

Aquél día que el Estado mexicano operó un aparatoso operativo militar para detenerla junto con otros de sus compañeros, ella pudo resistirse, pedir a su gente que enfrentara a los uniformados. No lo hizo. Pudo, incluso, darse a la fuga unos días antes, cuando ya se rumoraba de las órdenes de aprehensión giradas contra los suyos –ella incluida– como consecuencia de su labor. Tampoco lo hizo.

“Yo soy una mujer de convicciones, de ideales, de conciencia; una persona que da la cara. Si yo hubiera hecho algún daño lo acepto y lo pago. Pero no es el caso. Yo soy una policía comunitaria reconocida por la ley y por el mismo gobierno que dirigía oficios a mi nombre y con mi cargo”.

Nestora, una mujer de arraigada fe católica, considera que en toda su vida –tiene 43 años de edad– no ha hecho nada tan grave como para que Dios la tenga presa y además bajo las condiciones en que ha enfrentado la reclusión. “No estoy pagando algo que yo hice”, asevera.

Vestida de pantalón y camiseta beige sin ningún tipo de adornos, comenta, sin embargo, que esta experiencia no es casual, sino más bien una especie de aprendizaje: “A lo mejor él me mandó aquí para valorar a la gente que lucha y vale, y para agarrar fuerza”. Y es que, dice Nestora, a 26 meses de injusto encarcelamiento, ella no es la misma que cuando entró. “Antes le tenía miedo al micrófono, a hablar en público. Ahora soy más fuerte. Dios no se equivoca; él me mandó aquí para agarrar fuerza”.

Si bien, acepta que el aislamiento al que fue sometida la lastimó física y emocionalmente –“el humano no está para ser aislado”–, no la quebrantó: “¡Yo estoy con unas fuerzas! Esto para mí no ha acabado”.

—¿Entonces al salir de prisión piensas continuar tu lucha?

—Estoy mal de salud. Tengo que ir a Estados Unidos a atenderme. La verdad no sé cómo voy a continuar, pero mi lucha es mi lucha y voy a seguir. Hay mucha gente que me necesita.

Entre sus proyectos futuros, según refiere, se encuentra el de contribuir con la “limpieza” de México: un país diferente, con igualdad, sin corrupción y sin discriminación; un gobierno que se preocupe por quien más lo necesita. Para ello prevé enfocarse particularmente en el trabajo con la niñez, no como educadora, sino visitando las escuelas de la mano de psicólogos y mentores para impedir, entre otras, que las niñas sean violadas en el ámbito escolar.

En la causa penal 5/2013, una de las tres que enfrenta Nestora, la lideresa indígena es acusada de secuestro por tres adolescentes, no obstante que hay pruebas de que los padres de las muchachas fueron quienes solicitaron el ingreso de éstas al sistema reeducativo de la CRAC para evitar que siguieran enganchas por un grupo dedicado a la trata de mujeres, y así evitar una tragedia mayor.
“A ellas –dice Nestora– no les guardo rencor. Estas niñas fueron víctimas de la gente que las involucró, como lo son ahora del gobierno que las está utilizando para aleccionar al pueblo organizado y para desbaratar a la policía comunitaria”. Y agrega: “Estas muchachas, en su corazón y en su conciencia, saben que yo no les hice ningún mal”.

A pesar de lo vivido a raíz de su detención y encarcelamiento arbitrarios, así como del proceso jurídico “tan viciado” que ha tenido que enfrentar –todo esto documentado por la Clínica de Derechos Humanos de la Universidad de Seattle–, Nestora no pierde la fe. Ella alberga una pequeña llamarada de esperanza en la justicia mexicana. Al fin y al cabo, sentencia, “nadie puede con la verdad; la justicia no puede ser tan descarada”.

Se manifiestan en Texas por la liberación de Nestora Salgado
http://desinformemonos.org.mx/?p=85729

Tribunal Superior de Justicia de Guerrero falla en contra de Nestora Salgado
http://desinformemonos.org.mx/?p=85748

Que el fiscal de Guerrero se desista de las acusaciones contra Nestora Salgado, exigen 189 defensoras mexicanas
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Nestora Salgado, ansiosa por experimentar la libertad en toda su plenitud
http://desinformemonos.org.mx/?p=85685

Probable, la pronta excarcelación de Nestora Salgado
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La salud de Nestora Salgado no mejora en la clínica del penal de Tepepan

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